“Viva el amor al prójimo”, soltó Andrés Manuel López Obrador durante la conmemoración del Grito de Independencia, contraviniendo el Estado laico. No fue una frase al aire, sino una nueva apuesta del presidente por apropiarse de los votos de la comunidad evangélica, y de paso de por lo menos unos 210 millones de pesos de recursos públicos para hacer operación electoral hacia 2021.

Estos son los recursos ordinarios de los que dispondrá el recientemente creado Partido Encuentro Solidario desde septiembre y hasta el próximo año, a los que habrá que sumar los recursos extraordinarios y apoyos de una comunidad que se calcula representa alrededor de 15% del padrón electoral, algo así como 13 millones de votos.

Así que más allá de las creencias religiosas de AMLO y de las explicaciones sobre sus principios humanistas, la extraña e inesperada arenga fue un regalo para Hugo Eric Flores, próximo dirigente del nuevo PES, mediante el que pretende acercarse nuevamente a unas 2 mil iglesias evangélicas que operaron a su favor en el proceso de 2018.

El acercamiento podría no ser del todo fácil, pues la relación entre el Ejecutivo y el grupo religioso no ha sido la mejor en los dos primeros años de gobierno. La alianza entre Morena y el entonces Partido Encuentro Social no fue provechosa para los evangélicos, quienes terminaron perdiendo el registro de su organismo político, además de que casi la mitad de sus legisladores en el Congreso saltaron al Movimiento de Regeneración Nacional.

Por si fuera poco, el partido en el poder no sólo se alejó de las causas del PES: las confrontó. Ejemplo de ello es la cruzada de la senadora Citlalli Hernández para penalizar a los ministros de culto que practiquen las llamadas “terapias de conversión”, propuesta que las iglesias evangélicas tomaron como una declaración de guerra y como un rompimiento definitivo de la relación.

Ni siquiera Hugo Eric Flores, designado como uno de los Siervos de la Nación en Morelos, tenía ya seguro un futuro político. En su camino para llegar más adelante a la gubernatura de ese estado también pusieron a correr al exdirector del Banco del Bienestar, Rabindranath Salazar, quien ahora desde la Segob administra la relación con los grupos religiosos.

Pero los tiempos obligan a replantear la estrategia y a reconstruir una relación que, más aún que en 2018, podría ser decisiva para las elecciones intermedias de 2021. Todo en medio de un escenario en que se vaticina una crisis económica y de desempleo que tendría el potencial de neutralizar el poder de los Programas para el Desarrollo, usados como estrategia electoral.

Esto lo sabe el presidente López Obrador y de ahí los guiños que ha mandado a los evangélicos para recuperar su confianza. Incluido el cabildeo que desde Palacio Nacional se hizo a finales de julio ante los ministros de la Suprema Corte de Justicia para evitar que aprobaran un proyecto de resolución que abriría la puerta a la despenalización del aborto.

En aquella ocasión, más de 20 mil iglesias cristiano-evangélicas apelaron al “sabio e influyente liderazgo” de AMLO para que exhortara al Poder Judicial “a decidir a favor de la vida”. Y el líder les cumplió: de los cinco ministros de la Primera Sala, cuatro –Norma Lucía Piña Hernández y Margarita Ríos-Farjat, así como Jorge Mario Pardo Rebolledo y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena– votaron contra uno de los derechos que, histórica e irónicamente, ha defendido la izquierda mexicana.

Vino después la resurrección del PES, ahora como Encuentro Solidario, el único organismo político que obtuvo su registro aun con la oposición de casi la mitad de Consejeros del INE, incluido el presidente del instituto Lorenzo Córdova.

La cereza del pastel fue el Grito de independencia con tintes religiosos, insertado en un festejo oficial y frente al Águila Juarista que decora el zócalo capitalino.

El “Viva el amor al prójimo” del presidente lo dedicó a las iglesias evangélicas. La apuesta es convencerlas de que su relación esta vez sí será duradera, y no como en 2018 cuando les ofreció lo que él mismo definió en su mañanera como puro “amor líquido”.

Inversión ferroviaria


Con la nueva normalidad, el comercio internacional será determinante para la recuperación económica. Una de las ciudades que jugará un rol importante es Tijuana, no sólo por la cercanía con Estados Unidos, sino por las vías ferroviarias con las que cuenta. Y es que, los ferrocarriles son fundamentales en la región y sólo registran una ligera caída de carga de 3.2% frente al mismo lapso de 2019, a pesar de la pandemia del Covid-19.

En este negocio están empresarios como Fernando Beltrán Rendón, que en 2016 formó una alianza entre su compañía ferroviaria Baja California Railroad (BJRR) con Pacific Imperial Railroad (PIR) y el Sistema Metropolitano de Tránsito de San Diego (MTS) para construir la línea del ferrocarril Tijuana-Tecate, que conecta con la Línea del Desierto en el país vecino. Se trata de una inversión de 80 millones de dólares compuesta por 112 kilómetros, 57 puentes y 27 túneles, al tiempo que se trabaja en inversiones nuevas para atraer clientes y garantizar la infraestructura.
 
@MarioMal
mario.maldonado.padilla@gmail.com

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