Virginia Woolf llenó los bolsillos de su enorme abrigo con piedras muy pesadas y se adentró en el río Ouse para no salir nunca más de él. Alan Turing tomó una manzana impregnada con cianuro y sus ojos se cerraron para siempre. Amy Winehouse llevó su cuerpo al límite de la delgadez y después de ingerir cerca de tres botellas de vodka, privó al mundo de un talento inigualable. Kurt Cobain fue rápido como la bala que se lo llevó de este mundo. Alejandra Pizarnik ingirió una cantidad impensable de pastillas y viajó para siempre al mundo onírico del cual solía escribir.

Las personas mencionadas arriba eran famosas y las circunstancias de vida los llevaron a elegir su propia muerte. Pero también lo hicieron Juan, Rosita, Fernanda, Nacho, Violeta y Ángel, ciudadanos tan comunes como quien escribe estas palabras. Ellos también sintieron que no había vuelta atrás y dejaron tras de sí un vacío que no se puede llenar, una familia adolorida y una estadística más.

Para los griegos existían Eros y Thanatos, los dioses del amor y la muerte, respectivamente, pero sin limitarse a esos conceptos tan precisos. Eros regiría no solo el amor, sino las cosas constructivas que los humanos podemos realizar, así como los sentimientos “elevados” y lo relacionado con la voluntad de vivir. Thanatos, por su lado, se ocuparía de los sentimientos contrarios, de lo que puede destruir y poner fin a la vida.

El psicoanalista Sigmund Freud se basó en la mitología griega para nombrar esa dualidad de impulsos que todos los humanos poseemos. De acuerdo con su teoría, Eros es el instinto de vida y Thanatos el de la muerte. Ambos se mantienen constantemente presentes a lo largo de nuestras vidas. Y es cierto que hay personas que tienden más hacia uno u otro. Lamentablemente, la inclinación hacia la muerte y la autodestrucción aumenta cada año alrededor de todo el mundo.

El 10 de septiembre es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la cifra de suicidios a nivel global asciende a cerca del millón de personas. La cantidad de suicidios ha aumentado a lo largo de los últimos 45 años en un 60% y ahora son los jóvenes la población más propensa a quitarse la vida. Las principales causas son los trastornos mentales, el abuso de sustancias y otros factores incluso culturales.

Si en tiempos normales se calcula que cada 40 segundos se comete un suicidio, en estos tiempos de pandemia por el coronavirus las cifras se han disparado en todo el mundo. La contingencia nos ha traído múltiples factores que han empeorado la salud mental de las personas: la cantidad de noticias preocupantes las veinticuatro horas del día, la crisis económica, la falta de empleo, las preocupaciones por la salud y el miedo al contagio, la incertidumbre sobre el futuro y, sobre todo, el aislamiento.

En San Luis Potosí (para acotar un territorio del país), los suicidios han aumentado cada año, según datos proporcionados por la Fiscalía General del estado. Este año, respecto al anterior, ya existe un incremento del 25%. Las condiciones de vida acarreadas por el coronavirus han empeorado la situación y llevado a muchas más personas al límite. Es importante que se tomen medidas de prevención por parte del Estado y de los ciudadanos. Los suicidas siempre dan señales a las personas a su alrededor. Una pequeña muestra que indique sus intenciones de quitarse la vida no debe tomarse a la ligera. Hay que brindar apoyo, porque aunque no lo parezca, sí lo están pidiendo.

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