He sido testigo de muchas dificultades que los estudiantes de clases media baja y baja enfrentan cotidianamente en su esfuerzo por sacar adelante sus estudios. Ellos viven una serie de obstáculos a los cuales yo no tuve que enfrentarme gracias al esfuerzo constante de mis padres.

Es triste ver la cantidad de estudiantes menores de edad que se ven forzados a estudiar y al mismo tiempo trabajar para apoyar económicamente a su familia, siendo que lo que necesitan es disfrutar su juventud y terminar sus estudios poniendo toda su atención en ello. Sin embargo, sus energías y tiempo se ven mermados por circunstancias como ésta.

Hay millones de jóvenes que están buscando oportunidades de una formación media superior y que no pueden cumplir con sus obligaciones estudiantiles por falta de recursos económicos y tecnológicos.

Uno pensaría que por ser parte de las nuevas generaciones estarían en la vanguardia en cuanto a uso de tecnologías de la información, pero no es así, y esa suposición ha sido un gran error.

El nivel académico e intelectual que deberían alcanzar se queda corto por no tener a mano una computadora con internet, ni siquiera una impresora. ¿Qué se les puede exigir a estos chicos y que los ayude a destacarse de los demás si sus circunstancias los atan a una realidad de la cual no pueden zafarse?

Como todo en la vida, el contraste con lo opuesto nos hace ver las cosas de otra forma o al menos distinguirlas unas de otras. Es hasta que vemos cómo afectan a los demás, la falta de habilidades y conocimientos que no terminamos de apreciarlo.

Afortunadamente, mi situación como estudiante fue distinta. Mis padres me dieron una educación de calidad en una institución de tradición y valores. Pasé años en los salones de un colegio que valoraba el aprendizaje, el trato humano, el desarrollo personas integral y una vida digna.

Desde muy joven (igual mis amigos y compañeros) fue común, y a ratos imprescindible, tener tecnología en casa: computadora, impresora e internet; poco tardarían los celulares. Y ya no habría vuelta atrás. Lo que se nos ha dado, no se concibe ya fuera de nuestro día a día. Damos por sentado aquello que muchos sueñan con tener.

Los agradecimientos son para mis padres por su esfuerzo y atención. Porque hemos gozado de privilegios y facilidades para salir adelante y ser profesionistas productivos y capaces.

Su inversión no ha sido solo monetaria, sino en sus cuidados, alimentación, vestido, atención, cultura y demás cuidados, como leer un cuento por las noches de pequeños, hacer un almuerzo saludable y algo muy importante: dejarnos ser niños mientras lo fuimos.

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