Más o menos así va la historia: el jueves 23 de mayo, en la mañanera, el Presidente de la República es cuestionado sobre la evidente crisis de salud que se vive en el país debido a su política de recortes presupuestales, López Obrador niega la situación y responde, además de que no existen despidos de enfermeras y de médicos, que todo “es una propaganda para afectarnos. Ya saben como es el hampa del periodismo”.

Ese mismo jueves, por la tarde noche, en un espléndido horario para dinamitar las redes, el diario Reforma publica una lista con los nombres de 36 periodistas que habrían recibido algún contrato publicitario (o de servicios) durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, se publican, además, los montos, todos millonarios, de los contratos en cuestión.

La lista fue entregada por la Presidencia de la República a la plataforma del Inai, vía solicitud de información tramitada en marzo pero respondida hasta mayo… ¡Bendito timing!

Con todo, el viernes López Obrador niega ser el responsable de la difusión de la misma, como si de una mala jugada se tratase, como si tirara una piedra y escondiera la mano.

Su vocero y coordinador de Comunicación, Jesús Ramírez Cuevas, aclara más tarde que la lista de marras se entregó, y tiene razón, porque se acató al Inai, tal cual lo marca lo ley.

Ni López Obrador, ni Ramírez Cuevas, ni la Cuarta han hecho algo malo, por el contrario, cumplen cabalmente con el papel que les mandata la ley en materia de transparencia, desconozco si esos contratos, con esos periodistas en particular, habían sido solicitados con anterioridad, pero, en pro de nuevos y más democráticos tiempos no puedo más que celebrar su publicación.

No, yo no celebré ningún contrato con ninguna dependencia, no recibí durante el gobierno de Peña Nieto más dinero que el de mis servicios profesionales cobrados a las empresas para las que trabajo, ni tampoco tengo sociedades con otros colegas, ni nada… Tal vez no se me da bien eso del negocio, sin embargo, no creo que eso me haga mejor o peor comunicador que ellos.

En estos tiempos de rebosante demagogia, de imperio sicofante, de mentiras y post verdades, en esta era de oclocracia donde el dinero parece un agua mala y su portador un asqueroso y vulgar caco, la lista de periodistas viene a ser otro elemento de propaganda.

La lista difundida se desborda con nombres de críticos al gobierno de López Obrador y no necesariamente de zalameros al peñismo, solo por citar un ejemplo, ¿podría alguien decir que Animal Político no fue un medio incómodo?, ¿no fueron ellos y su gran equipo de investigación los responsables de que conociéramos las transas de Duarte y de la Estafa Maestra?

Hay medios que requieren del dinero público para ejercer su labor, la discusión de hoy debería centrarse en la manera como los medios y periodistas puedan o no acceder, mediante reglas claras y transparentes, a la publicidad oficial y no a la descalificación por encomiendas.

Por cierto, considerar únicamente el “rating” o el alcance de los medios es muy engañoso, habría que sumar a la ecuación su utilidad pública, su importancia e influencia en determinados sectores y su costo beneficio… Para eso, hace falta un bisturí y la moda de hoy es usar el machete de carnicero.

Y sí, mil ochenta y un millones es un exceso.

De Colofón.- No estaría mal darle una revisada a Sapiens, de Yuval Noah Harari, por aquello de los 10 mil millones de años mexicanos, sí, pero más por aquello de entender la construcción del mundo donde hoy nos sentimos Dioses.

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