Antes de perder el conocimiento, Guadalupe empezó a ver las cosas distorsionadas. Al despertar, supo que tuvo un infarto cerebral, que después de que se nubló su visión, alcanzó a llamar a su esposo y aunque trató de conversar, sólo pudo arrastrar palabras; luego, la mitad de su cuerpo se paralizó. Entonces la llevaron a urgencias, donde médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) detectaron un evento vascular cerebral.

En el mundo, cada cuatro minutos muere una persona por Enfermedad Vascular Cerebral (EVC). A pesar de que en el país es la primera causa de discapacidad en adultos y la cuarta en provocar decesos, los mexicanos no están familiarizados con el infarto o derrame cerebral. Para atenderlos, el Seguro Social cuenta con la estrategia Código Cerebro, cuyo objetivo es que los pacientes reciban tratamiento con trombólisis intravenosa en los primeros 60 minutos de su ingreso al servicio de urgencias de las unidades médicas del instituto.

El reto es “enorme”, reconoce Enrique Amaya Luna, especialista en Neurología, puesto que no sólo se trata de educar a la población, sino de que los médicos del primer nivel de atención y de las áreas de urgencias sepan identificar cuándo una persona llega con los síntomas de infarto cerebral y actúen de inmediato, a fin de evitar secuelas.

“Si decimos infarto, la gente no piensa en el cerebral, sino en el de corazón, aunque en México es la cuarta causa de muerte y la primera en provocar discapacidad, ése es el verdadero problema.

“La mayoría de los que sufren un infarto cerebral quedan con discapacidad, con dificultad para caminar, hablar, entender, o están confinados a una silla de ruedas o a la cama”, explica a EL UNIVERSAL.

El 13 de diciembre de 2017, Guadalupe Escamilla se convirtió en uno de los 170 mil mexicanos que sufren un infarto cerebral al año. Ella no tuvo síntomas ni padecía hipertensión, diabetes o de colesterol alto, que son factores de riesgo para desarrollar este tipo de eventos.

“Cuando me dieron de alta, me explicaron que la rapidez con la que actuó mi familia fue fundamental para no tener secuelas y requerir rehabilitación. Sí tuve problemas de equilibrio y algunos mareos, pero estoy muy bien. Quien no me conozca, no pensaría que tuve un infarto cerebral”, comenta.

¡Tic, toc! Enfermedad a contrarreloj 

La falta de síntomas o su aparición súbita, retrasa la atención de los infartos cerebrales, porque la gente no los asocia con un evento vascular, sino con fatigaestrés o algún coraje, explica Amaya Luna.

“Las personas relacionan los síntomas de un infarto cerebral con las consecuencias de un coraje, de haber trabajado mucho y estar cansado, con estrés. Entonces piensan que se les va a pasar con un té o si se recuestan un rato, pero eso no va a suceder. Van a llegar a urgencias tarde, cuando ya no haya nada que hacer o cuando las secuelas no se puedan evitar”, resalta.

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Con las tomografías se diagnostica si el paciente sufrió daños en el cerebro.

Los síntomas de un infarto cerebral son dolor de cabeza muy fuerte, de manera repentina, problemas para articular palabras, no se entiende lo que se dice, el paciente siente adormecimiento de brazos o piernas, en particular de un lado del cuerpo, y no reconoce objetos comunes, como las llaves, un cepillo, espejo o zapatos.

“En Estados Unidos hay una estrategia llamada FAST y se ha tratado de replicar en el país. La F es Face: si veo a un sujeto que actúa raro, le pediré que me enseñe los dientes, y si la boca se le va de lado, algo pasa. La A es Arm, que significa brazo, por lo que pediremos que la persona levante los brazos al frente, si no me entiende o si los eleva, pero no puede mantenerlos, algo sucede.

“La S es de Speech o lenguaje. Si la persona no puede articular oraciones o si le enseño cosas para que me diga qué son y no las reconoce, o arrastra las palabras, algo pasa. Por último, la T es Time —tiempo—. Hay que correr porque esos datos nos indican que la persona sufre un infarto cerebral”, detalla.

El experto en Neurología señala que una vez que las personas presentan los síntomas, tienen cuatro horas y media para ser atendidos con el Código Cerebro.

“Es muy importante que los pacientes lleguen con nosotros antes de que se cumplan tres horas de que iniciaron los síntomas. El tiempo es preciso, porque si no saben cuándo comenzaron con el padecimiento y aplicamos la trombólisis intravenosa, se pueden crear problemas mayores. Por eso, es necesario que la población sepa qué es un infarto cerebral y sus síntomas, además de cómo pueden reducir los factores de riesgo”.

¿Qué es Código Cerebro? 

Aunque en Estados Unidos este programa se implementó por primera vez en 1996, en el Centro Médico Nacional Siglo XXI se creó en 2013. Los mayores retos a los que se han enfrentado es que los pacientes no llegan a las tres horas después de que iniciaron los síntomas y la falta de educación, tanto en la sociedad como en personal médico, para identificar un evento vascular.

“El problema no radica en si hay medicamentos, sino en que los pacientes no llegan. El principal obstáculo es la falta de identificación, porque si como paciente o familiar veo los síntomas, pero no les doy importancia, no voy a ir al médico, y si llegan a un área de urgencias y los doctores no saben actuar, los darán de alta o los atenderán cuando sea tarde”, menciona Amaya Luna.

Con Código Cerebro se pretende dar tratamiento en los primeros 60 minutos desde que llega el paciente a la unidad médica.

El protocolo del Seguro Social establece que entre los primeros cinco y 30 minutos, la persona que sospecha de tener un EVC debe ingresar a área de choque. Ahí se le realiza una revisión inicial para confirmar la sospecha y se le cuestiona la hora en que iniciaron los síntomas.

En ese punto se activa el Código Cerebro, se monitorea al enfermo, se le practican muestras de laboratorio, pruebas de glucosa y acceso venoso.

Después, los especialistas llevan a cabo una escala neurológica en patología vascular cerebral con la que valoran las funciones neurológicas básicas, una tomografía para tener imágenes del cerebro, se aplica una escala dragón, con la que se decide si el paciente es candidato para el tratamiento trombolítico.

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Si la persona cumple con los criterios de trombólisis, comienza el tratamiento, entonces ya corrieron 60 minutos desde la llegada a urgencias.

Después de aplicar la trombólisis intravenosa, el paciente es trasladado a cuidados intensivos, unidad en la que los especialistas realizan una valoración neurológica cada 15 minutos por una hora, y cada 30 minutos por seis horas. A las 24 horas se lleva a cabo un TAC simple o cuando haya datos de alarma, incluso antes de ese periodo.

“Reitero que lo primordial es identificar el evento vascular. Las asistentes médicas saben que si es un paciente potencialmente con infarto cerebral, no vamos a estar con cuestiones administrativas del pase, de la vigencia, eso no importa, porque no hay que perder tiempo. El lapso deseable de atención es de una hora a hora y media. Para nosotros, en el momento que llega al servicio de urgencias, hasta que aplicamos tratamiento debe ser de 30 a 40 minutos, por eso es importante la capacitación en todas las áreas”, destaca el especialista Amaya Luna.

A pesar de que Código Cerebro es un esfuerzo puesto en práctica en hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social, cualquier persona que presente síntomas será atendido sin importar derechohabiencia.

EVC es la primera causa de discapacidad en adultos 

“Hace dos años tuve un infarto cerebral y gracias a lo rápido que me llevaron a Centro Médico no desarrollé discapacidad. El tiempo de reacción es crucial, porque si llegamos tarde, lo peor no es morir, sino quedar con secuelas. La discapacidad no afecta sólo al paciente, sino a toda su familia y a su economía”, asegura Guadalupe.

La finalidad de Código Cerebro es atender de manera oportuna este tipo de eventos para que los afectados continúen su vida con calidad, agrega el experto.

“Claro que se busca que el sujeto viva, pero lo más importante es que no desarrolle secuelas. A veces, los familiares se dicen decepcionados, porque cuando damos de alta al paciente, en ocasiones no mueven una pierna o un brazo.
Sin embargo, los resultados de la trombólisis intravenosa se ven en tres meses, cuando regresan a consulta y ya caminan, se les entiende más, ya se visten, se valen por sí mismos, y ese es nuestro objetivo”, dice Amaya Luna.

La estrategia pretende que 70% de quienes sufren un infarto cerebral mantengan su independencia, que quizá requieran rehabilitación, pero algo mínimo. De acuerdo con el instituto, recibir el tratamiento reduce la necesidad de rehabilitación.

En México se sigue una escala de Rankin modificada, utilizada para medir el grado de incapacidad o dependencia en las actividades diarias de personas quienes han padecido un accidente vascular u otras causas de discapacidad neurológica.

El número uno corresponde a los que no tienen secuelas y son capaces de realizar sus actividades habituales; el dos, a una discapacidad leve, puede hacer todo, pero con torpeza, le cuesta escribir, por ejemplo.

En el punto tres ya hay discapacidad moderada, el paciente tiene restricción para hacer actividades, requiere ayuda; el cuatro engloba la discapacidad moderada, en la que se necesita apoyo para la mayoría de sus labores, y el cinco es igual a discapacidad severa, cuando el individuo requiere asistencia día y noche.

Para reducir el riesgo de tener un infarto cerebral, Amaya Luna pide cuidar la alimentación, hacer ejercicio, vigilar que el diámetro de la cintura no supere los 90 centímetros y, en caso de tener hipertensión o diabetes, atender la enfermedad.

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