"Ase mas de quinientos annos alguien que supiera leer palabras como las escritas en esta pantalla quisa tuviera algunas dificultades para entenderlas.

"A lo mejor si yo escribia en algún lugar de Mejico según me ubieran enseñado, alguien lejano a mi hogar lo tendría difícil porque no nos expresabamos de la misma manera".

Estos dos primeros párrafos están llenos de aparentes faltas de ortografía o hasta errores de dedo. Pero esto es a propósito. Cualquier que ha revisado documentos antiguos, puede entender que no había reglas ortográficas ni gramaticales en el español de cinco siglos atrás. Acaso se seguían nociones de sintaxis porque hablando, sí nos entendemos. Pero no había más.

Fue hasta 1713 que se fundó en España la Real Academia Española de la Lengua con la finalidad de regular y homologar el uso de un idioma que desde entonces extendía sus alcances a ambos lados del Atlántico, y en algunos lugares de África. Si queríamos entendernos, teníamos que seguir ciertas pautas, reglas y recomendaciones. La Academia no es un ser antiguo con un par de gafas y un mazo que te dice que escribes mal porque así lo dice. La Academia, a través de sus innumerables estudios, publicaciones, diccionarios, etc., salvaguarda uno de nuestros más preciados bienes: nuestro idioma.

De la mano de tan ardua labor, se desarrolla otra que mucha gente desconoce, pero que es fundamental y que actualmente, en tiempos que la comunicación digital (visual y escrita), es moneda de cambio, debería valorarse mucho más: el corrector de textos, esta persona con fama de pesada que se la pasa buscando erratas, errores de dedos, mala sintaxis, que explica a sus amigos la gramática y morfología de las palabras.

Quienes ejercen esta profesión son indispensables para que un mensaje escrito llegue a su lector y se entienda de la forma en que el autor así lo ha pensado. Su trabajo se realiza en varias etapas: una primera revisión al texto para darle forma, corregir faltas ortográficas. Después viene otra revisión sobre un texto ya formado, se revisan cuestiones de tipografía, maquetación, puntuación. Por último, y generalmente sobre impresos, se vuelve a revisar para evitar errores de impresión de grafías, etc.

El 27 de octubre se celebra el Día Internacional del Corrector de Textos. La fecha fue escogida en honor al lingüista Erasmo de Rotterdam. Vale mucho la pena hacer conciencia acerca del trabajo del corrector, porque la eficacia y asertividad de los mensajes dependen de que estén bien escritos. El corrector, de entre las más de ocho mil palabras que tiene el español, va a elegir las mejores para la tarea. El corrector va a defender siempre la concreción, la economía del lenguaje, la belleza. Él trabaja con un bien intangible, respaldado por autoridades, usado por todos nosotros con el fin de comunicarnos.

Google News