El de Puebla fue un caso paradigmático y extraordinariamente complejo desde el primer momento: una elección ferozmente competida entre Martha Erika Alonso del PAN frente a Miguel Barbosa de Morena; con la marca indeleble de que ella era esposa del exgobernador Rafael Moreno Valle; así que entre descalificaciones mutuas y acusaciones de fraude, el proceso llegó a los tribunales y ella fue favorecida para ganar una cuestionadísima gubernatura que, para empezar, fue repudiada públicamente por el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

Hasta que la fatalidad apareció en escena y en una amarguísima navidad se desplomó el helicóptero en que viajaba la pareja de la continuidad que murió en el acto. Un episodio todavía inexplicado; la realidad superando a la ficción.

A la estupefacción del drama, se añadiría la rebatinga por la efímera gubernatura del interinato y el desgajamiento de un PAN que perdió a su gobernadora y se quedó sin candidaturas convincentes. Por eso Morena obtuvo prácticamente la plaza sin tener siquiera que disputarla. De tal suerte que la más reciente encuesta de El Financiero anticipa que en las preferencias por partido, Morena arrasaría con 40 por ciento, mientras que el PAN se empequeñece a 11 por ciento. Cual si en una sociedad tan religiosa como la poblana la tragedia hubiese sido una señal divina de que un ciclo ha terminado. Por cierto, el PRI, el PRD y los otros partidos no pintan, ni cuentan.

Pero esto no significa que el caso Puebla se haya cerrado. Porque en los días recientes se abrió un nuevo capítulo con la canibalesca lucha interna por la candidatura de los morenos. En campañas relámpago han competido con todo el candidato anterior Miguel Barbosa y las nuevas alternativas —de menor a mayor— representadas por Nancy de la Sierra, Fernando Manzanilla y el senador con licencia Alejandro Armenta.

Este último casi seguro será el primero, porque se plantea no solo como una opción obligadamente ganadora sino como una posibilidad pacífica y conciliadora para un estado como Puebla, tan golpeado y desgastado por tantos meses de combate electoral. En este sentido, va en desventaja Miguel Barbosa que —sin demérito de sus atributos— polariza a los poblanos según los mismos sondeos de opinión.

En cambio, Armenta —con menos negativos— parece conectar mejor con un electorado ya harto de una historia sin fin. Por lo menos así se aprecia en la concurrencia a sus mítines y su desempeño en medios. A propósito, he de aclarar que no lo conozco personalmente. Acaso una entrevista telefónica. Pero tengo la impresión de que puede ser la respuesta que necesita el galimatías poblano. Y no solo por su experiencia y probada militancia de izquierda: ha sido alcalde de su tierra Acatzingo, diputado local, federal y senador; pero cuentan que cautivó a ya saben quién con su iniciativa para reducir los subsidios a los partidos políticos en el marco de la convocatoria a la austeridad desde las alturas.

Aseguran los morenos que su encuesta de esta misma semana para candidato a gobernador de Puebla será confiable, que no estará amañada, que no hay dados cargados y que no será por dedazo. Pero yo digo que todo cuenta, ¿no?

Periodista. 

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