Al Lic. Juan Francisco Ealy Ortiz,
por medio siglo de su fecundo liderazgo
en la vida nacional, y por los
103 años de EL UNIVERSAL

La historia pesa. Y cuando es producto de traumas, minimiza y anula; inhibe y esclaviza. Esa es una carga que, como país, hemos llevado durante siglos por la Conquista. Y, más recientemente, por las matanzas de estudiantes en 1968 y 1971. Aquélla se sobrelleva; esta paraliza y abre cauce al desorden y la anarquía; a la desesperación y al desconcierto.

Estos sentimientos, que parecen hundirnos en la orfandad, se maximizan cuando la sociedad optó por el cambio en las pasadas elecciones y aún espera resultados.

Esto, porque al gobierno le está pesando injustificadamente dar la menor demostración de fuerza. El fantasma de hace 51 años, generado por la masacre de estudiantes en Tlatelolco, especialmente, y su reedición en 1971, son telarañas que lo inmovilizan al grado de olvidar que, sin el Derecho, su propia existencia sería imposible.

Soslayar o ignorar que el Estado, el poder y el gobierno; que el orden, la paz y el progreso se fundan en, y devienen del Derecho, y que éste no admite concesiones de ningún tipo para nadie tratándose de conservar esa entidad fundacional, constitutiva y recreadora de la sociedad, es una cruda e inaceptable realidad. Es un riesgo y una amenaza para todo y para todos.

Los gobernantes están para hacer observar las leyes; es su deber aplicarlas. Juran hacerlo, mirando a salvaguardar a sus gobernados. Su obligación es ver por los más porque siempre es más importante el todo que la parte. Y si ésta atenta contra aquélla, con el aparato estatal debe hacerse lo obligado.

Bajo el principio de que por ningún motivo la imposición de orden es o será una masacre, se tiene que esgrimir esa herramienta como única posibilidad de que la sociedad no se disloque. El peligro de su inobservancia entraña la seguridad de caos, confusión y violencia.

Estas ominosas señales, que indignan a todos y deberían obligar al gobierno a reconsiderar su estrategia de establecer la paz con ruegos, advertencias y llamados de buena voluntad, se ven nítidamente en las incursiones de encapuchados que, sin ideales ni objetivos, se infiltran en manifestaciones pacíficas para causar vergonzosos y costosos destrozos.

Ante eso, ha sido sumamente penoso y es muy peligroso que los cuerpos policíacos, e incluso la Guardia Nacional, jueguen el papel de simples espectadores de los desmanes provocados por seudoestudiantes, seguramente titirizados por grupos de interés.

La policía, el ejército, los sistemas de justicia y carcelario, son la base de la conservación de una sociedad. Para esto fueron creados. Si no sólo no se los emplea para el cumplimiento de sus funciones específicas apegadas a la ley, sino que, expresamente se les ordena no reaccionar ante ninguna provocación, se convierten en motivo de escarnio y burla; de agresión y, para la sociedad, en estado de indefensión.

En un país como el nuestro, es muy costoso mantener una estructura de seguridad a la que no sólo no se le permita actuar, sino que hasta sea ofendida porque siguen vivos los fantasmas del pasado.

Sotto Voce… Para Luis Echeverría, la del miércoles “fue la última manifestación contra la represión de Tlatelolco, de la que nunca podrá desligarse. Está por despedirse de un país que dejó en la ruina en las últimas…”, confió a este espacio una de las personas más allegadas a él desde hace décadas…Alfredo del Mazo Maza, entiende muy bien lo que significa un nuevo régimen que rompe con todos los moldes y paradigmas. Su mensaje por su segundo año de gobierno, breve y consistente, fue un ejemplo de madurez política, cordura, sensibilidad y sensatez.


@mariobeteta

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