El 11 de enero de 2016 minutos después de la medianoche un mensaje en redes sociales comenzó a propagarse como pólvora: David Bowie había muerto.

El anuncio fue publicado en la página oficial de Facebook del cantante y cientos de seguidores y público en general comenzaron a preguntarse si era información verdadera o sólo una jugada de algún astuto ‘hacker’, no obstante era cierto, Bowie partió de este mundo el 10 enero a la edad de 69 años.

Han pasado dos años desde que el “Hombre que cayó a la tierra” comenzó su odisea a otros planos y a su paso decenas de homenajes se han dedicado a su labor artistico y personal, pero ninguno como el que elaboró él mismo a su vida y a su obra en el álbum ‘Blackstar’ cuya producción fue registrada en el documental “David Bowie: The Last Five Years”.

Para Tony Visconti, productor del álbum e íntimo amigo del músico, "su muerte fue como su vida: una obra de arte". Según él, el último disco de Bowie fue un regalo de despedida a sus seguidores, muchos de los cuales lo consideran un trabajo extraño e inexplicable, pero cargado de simbolismo.

En octubre de 2016 Bowie decidió terminar con su tratamiento de un cáncer de hígado que padecía desde un par de años atrás y que hasta ese momento ya había alcanzado otras zonas de su cuerpo.

Días después de esa decisión el intérprete de "Ashes to Ashes" comenzó a grabar el último videoclip de su carrera para la canción “Lazarus”. En dicho material aparece hundido en una cama de hospital mientras entona la estrofa inicial de la canción “Mira arriba, estoy en el cielo.Tengo cicatrices que no pueden ser vistas” como si fuera una advertencia de lo que estaría por venir.

"The Last Five Years" estrenado esta semana por HBO muestra momentos como este, además de pláticas con Visconti y demás colaboradores, y por supuesto un vistazo del hombre que se despidió de la vida con arte.

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