El temor a un “golpe de Estado” es algo que siempre rondó como un fantasma a los presidentes mexicanos que, aunque sabían que contaban con el Ejército “más institucional y leal de América Latina”, no podían evitar la paranoia de creer que podían ser víctimas de una asonada, sobre todo en sus momentos de crisis, ya fuera inducida por oscuros intereses domésticos o por perversos e injerencistas presiones desde el extranjero. En realidad nunca hubo intentonas reales o movimientos golpistas al interior del Ejército mexicano, al menos no que ameritaran preocupación, pero a pesar de ello el fantasma de un golpe sí salía a relucir en etapas críticas de algunos sexenios, el más reciente cuando la grave crisis de 1995 en donde un cable de una agencia internacional reportó tanquetas militares avanzando por el Zócalo durante la presidencia de Ernesto Zedillo.

Fuera de ese momento, que terminó siendo un bulo mal intencionado, justo cuando se producía el cisma entre el entonces presidente Zedillo y su antecesor Carlos Salinas de Gortari, la única vez que la amenaza golpista ha vuelto a estar presente es en el discurso del presidente López Obrador, quien en su primer año de gobierno dedicó varios mensajes a hablar de la imposibilidad de que hubiera en México un golpe de Estado. En noviembre de 2019, a partir de un discurso del general retirado del Ejército, Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, quien habló como orador en un desayuno de militares a principios de ese mes y en presencia del general secretario, Luis Cresencio Sandoval, dijo: “Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”.

Ese mensaje, publicado íntegro en el diario La Jornada, desató tal tamaño de comentarios y especulaciones, por la cercanía del “Culiacanazo” que había ocurrido dos semanas antes y en el que militares de élite fueron obligados a liberar a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, durante un operativo para capturarlo en Culiacán, por una orden presidencial, lo que llevó a que el presidente López Obrador diera por esos días un discurso en el que rechazaba la posibilidad de un golpe militar en el país. “No hay condiciones para dar un golpe de Estado en México. No existen esas condiciones, para que no se caiga en esa tentación”, decía entonces el Presidente destacando, como siempre, el discurso de la “lealtad y la disciplina” de las Fuerzas Armadas mexicanas al poder civil.

Luego, en lo que va de esta administración, ha sido una constante que el Ejército y la Secretaría de Marina tengan cada vez más atribuciones y funciones dentro del gobierno y la administración pública, en el se les han dado funciones que históricamente correspondieron a los civiles para entregárselas a los militares. Así pasó con la construcción de obras de infraestructura, con la estrategia de Seguridad Pública y el manejo de la Guardia Nacional, con el transporte y vigilancia de hidrocarburos, con la atención de la actual pandemia de Covid y más recientemente con la entrega de los puertos mercantiles a la Marina y las aduanas terrestres al Ejército. López Obrador ha explicado que tanta participación y facultades a las Fuerzas Armadas, tienen que ver con la confianza que les tiene y con el combate a la corrupción civil, pero entre los analistas se explica más el tamaño de las atribuciones y tareas a las fuerzas castrenses, como en ningún otro gobierno de la historia posrevolucionaria, con un temor nato en el tabasqueño: no ser derrocado por un golpe como lo fue el ingenuo Francisco Madero, a quien admira, o el soñador Salvador Allende en Chile.

Con ese antecedente y con el reciente regreso del general Salvador Cienfuegos, extitular de la Defensa, que fue devuelto por el gobierno de Estados Unidos, luego de que fuera detenido y acusado de narcotráfico y lavado de dinero por la DEA el 15 de octubre, para que un mes después el Departamento de Justicia le retirara los cargos y decidiera entregarlo al gobierno mexicano para que sea juzgado en nuestro país, el discurso que ayer dio el general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, en el Monumento a la Revolución y con motivo del 110 aniversario del inicio de esa gesta revolucionaria en el país, cobra una especial relevancia y parece un claro intento del presidente López Obrador de congraciarse con los militares que se molestaron y presionaron tras la humillante detención de uno de los suyos en Los Ángeles y el hecho de que su gobierno no haya estado ni enterado y, en un principio, haya validado las acusaciones.

La primera señal de que el de ayer fue un “discurso de desagravio” para las Fuerzas Armadas y para el recién retornado general Cienfuegos, es que, en la antigua tradición priista, que conoce muy bien el presidente López Obrador, el lugar del orador del 20 de noviembre estaba siempre reservado a un civil. Solía ser la ocasión en la que los presidentes del viejo régimen mandaban a lucirse y a placear a alguno de sus secretarios consentidos, que podía ser el de Gobernación o de cualquier otra cartera, que tuviera un lugar especial en el ánimo presidencial y que tuviera también, sobre todo si se trataba de un año previo a la sucesión, algún proyecto político. Ayer de todos los secretarios de su gabinete, el Presidente escogió precisamente al de la Defensa, en un momento y un contexto en el que las Fuerzas Armadas están en la mira pública no sólo por el papel altamente protagónico que han jugado en esta administración, sino también por el escándalo de la captura y desistimiento del general Cienfuegos en los Estados Unidos.

“El camino que se recorre en la carrera militar es recto y no admite desviaciones de ningún tipo; cada uno con su correcto actuar se va formando su propio destino", dijo de entrada el secretario de la Defensa, en lo que pareció una reivindicación de la trayectoria de su antecesor. La dignidad personal, el conocimiento cabal de los deberes, es lo que conduce al soldado, marino o guardia nacional a actuar con honradez, probidad e integridad… Sígamos, pues, unidos siempre en el espíritu de cuerpo que ha sido factor fundamental en nuestro instituto armado un espíritu de cuerpo, que no permite confrontación entre compañeros, porque es sinónimo de empatía y solidaridad en el trabajo conjunto", remató el secretario.

“NO ANHELAMOS EL PODER”

En la segunda parte de su mensaje, ante el presidente López Obrador, el general Cresencio Sandoval comenzó por explicar el por qué el Ejército y las Fuerzas Armadas tienen tantas funciones y tanto protagonismo en esta administración, y argumentó que existen “bases legales” para que los marinos y soldados se encarguen de los proyectos que son prioritarios para la llamada 4T y que eso no distrae a las instituciones militares de su misión para velar por la seguridad y la soberanía del país. “Trabajamos en proyectos prioritarios encaminados al desarrollo de nuestro país sin que ello signifique perder nuestra naturaleza o razón de ser…De acuerdo a las atribuciones de la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea se sustentan nuestra participación en los proyectos prioritarios, que mandata lo siguiente, cito: Realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al progreso del País. Al cumplir esta misión jamás dejamos de lado las otras cuatro, por lo que conjuntamente Ejército, Armada y Fuerza Aérea
defendemos la integridad, independencia y soberanía de la nación", justificó el secretario de la Defensa.

Pero después de esas explicaciones de por qué han tomado un papel tan protagónico y relevante en este gobierno, el general secretario no desaprovechó el foro que le ofrecía el Presidente para volver a alejar cualquier fantasma golpista, en alusión a las presiones que medios y analistas de México y de Estados Unidos, atribuyeron al Ejército y sus cúpulas castrenses, para que el presidente López Obrador negociara con el gobierno de Donald Trump la entrega del general Cienfuegos, bajo amenaza de cortar toda cooperación en la lucha contra el narcotráfico del lado mexicano: “No anhelamos ningún poder, porque nuestra razón de ser está alejada de pretensiones políticas o de otro tipo. Es evidente que no anhelamos ningún poder, porque el poder supremo de la federación se divide en legislativo, ejecutivo y judicial, perfectamente definidos en nuestra Carta Magna. Es evidente que no anhelamos ningún poder, porque dependemos del Ejecutivo, a cuya autoridad nos subordinamos por ley y por la decisión democrática del pueblo de México, pero sobre todo por convicción”, expresó Cresencio Sandoval.

Ya se verá, en el proceso que le abrió la Fiscalía General de la República al general Cienfuegos, qué tanto pesa el Ejército y el discurso que ayer dio el secretario de la Defensa en un tono claramente reivindicatorio y de desagravio para las Fuerzas Armadas. Está claro que López Obrador no quiere ningún problema ni desavenencia con los militares, parte porque les ha dado un papel fundamental en su administración y parte por el temor natural al fantasma del golpe. Tal vez el general secretario de la Defensa Nacional no miente cuando dice que los militares son leales y subordinados al Poder Ejecutivo, ni tampoco cuando afirma que no anhelan ningún poder, porque quizás ya lo tienen.

NOTAS INDISCRETAS…


Ya recuperado plenamente del Covid y sentado en la silla de la presidencia de Morena, Mario Delgado ha comenzado a desplegar toda una operación política, primero para definir quiénes serán los abanderados de Morena por las 15 gubernaturas, para lo cual se reunirá la próxima semana con los precandidatos de cada estado, para definir en qué estados se puede elegir a un candidato “por consenso” y en cuáles se aplicará el método de encuestas para ver quién es el abanderado mejor posicionado. Pero además, Delgado ha dedicado tiempo a tratar de cerrar las heridas que dejó la contienda interna de Morena y esta semana se reunió con la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Según nos cuentan quienes vieron al líder de Morena entrar al Palacio del Ayuntamiento esta semana, Mario fue recibido con todas las medidas de “sana distancia” por Sheinbaum, pero con la clara intención de lograr una “cercanía política” con la doctora a quien se ubicaba como la principal impulsora de la candidatura de su contrincante Porfirio Muñoz Ledo. Fue, nos dicen las fuentes capitalinas, “una reunión cordial en la que acordaron trabajar por la unidad de Morena” o lo que es lo mismo, Sheinbaum y Delgado “fumaron la pipa de la paz” y se dijeron “borrón y cuenta nueva”…En Baja California, donde se elegirá a un nuevo gobernador el próximo año, fue evidente el frenón que le metieron al alcalde de Tijuana, Arturo González Cruz, luego de que su nombre fuera mencionado en la investigación del asesinato del bloguero Mariano Soto Cortés, ocurrido el pasado 4 de octubre en la ciudad fronteriza. El hecho de que el autor de un blog que difundía comentarios políticos en las redes sociales haya responsabilizado, días antes de su asesinato, al alcalde González Cruz y a su secretario de Seguridad, Jorge Ayón, de cualquier cosa que pudiera sucederle, dio pie a que la Fiscalía de Justicia de Baja California anunciara que, entre las líneas de investigación que se seguirían en el homicidio, estaba el nombre del munícipe tijuanense y de su colaborador, en algo que incluso anunció públicamente el gobernador Jaime Bonilla. A pesar de eso, el alcalde presentó su licencia para buscar la candidatura de Morena, el 16 de octubre, y acusó una “persecución política” desde el gobierno estatal para tratar de frenar sus aspiraciones. Sin embargo, más allá de las conocidas y públicas rencillas entre Arturo González y Jaime Bonilla, fuentes federales afirman que existe un informe de inteligencia que señala presuntos vínculos del alcalde tijuanense con el crimen organizado y que por esa razón desde la Ciudad de México alertaron que su candidatura al gobierno bajacaliforniano “tendría un alto costo para Morena”, por lo que pidieron vetarla. Lo cierto es que, a pesar de que había dicho que “no me van a detener con fabricaciones”, Arturo González Cruz regresó el pasado 5 de noviembre a su cargo de presidente municipal y dio por terminada la licencia que le había pedido al cabildo, aún cuando ese mismo día les dijo a los medios locales que volvería a pedir otra licencia en caso de que su partido lo convocara para ser candidato a gobernador. En estas páginas de EL UNIVERSAL se publicó que la razón real por la que habían decidido vetar al alcalde y no considerar su candidatura fue por que lo vinculan a la investigación del asesinato del bloguero Soto Cortés, pero también por actos de corrupción y presuntos nexos con el crimen organizado. Ahora, a unos días de que la dirigencia nacional de Morena, que encabeza Mario Delgado, defina cómo se resolverán los procesos internos para elegir candidatos a gobernadores, se menciona que agencias estadounidenses mencionan en sus informes sobre narcotráfico el nombre del munícipe…Y mientras a unos se les caen, otras amarran sus candidaturas en Morena, es el caso de la alcaldesa de Escobedo, Clara Luz Flores, quien ya fue prácticamente aceptada como candidata de Morena al gobierno de Nuevo León, luego de que el PVEM también anunciara que sería su candidata. Nos dicen que ayer se cerraron “acuerdos definitivos” con la expriista, a la que las encuestas electorales dan como favorita en la carrera por la codiciada gubernatura neoleonesa. Así que, con una alianza con el Verde y seguro también con el PT, Morena apuesta por todo para ganar al estratégico estado de Nuevo León. Veremos si lo logra…Los dados mandan Serpiente doble. Semana dispareja.

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