Recuerdo claramente mi entorno cuando, por primera vez, llegó a mis manos uno de los libros más importantes de mi vida. Como muchas cosas que parecen magia en lo cotidiano de la vida, todo coincidió. Mi mamá, que conoció su historia antes que yo, me regaló el libro: el Diario de Ana Frank. Todavía lo tengo. Es una edición viejísima de Editorial Porrúa; la portada es mitad blanca y mitad ocre; las páginas son amarillentas, y la letra es pequeñita. Pasta blanda, algo maltratada.

Yo estaba en segundo de secundaria en el 2001. Una de mis materias favoritas era Historia, y la maestra Mónica se encargaba de hacernos sentir un “algo” especial por los acontecimientos del pasado. Justamente en ese periodo nos tocó estudiar las guerras mundiales. Y fue cuando la voz de Ana, que estaba escondida en su Anexo secreto, adquirió un tomo muy especial. Porque yo estaba aprendiendo todo lo que había ocurrido fuera de donde ella estaba oculta. Trataba de entender lo que ocurría en el exterior de su escondite, pero al mismo tiempo me sentía muy identificada con las emociones de una chica que tenía prácticamente mi edad; pero no mi libertad.

Un martes 11 de septiembre, que parecía cualquier otro martes, a media mañana nos enteramos todos en el colegio de “algo” que había ocurrido en Estados Unidos. A la hora de la salida ya todos temíamos por la Tercera Guerra Mundial. Yo me preguntaba si tendríamos que hacer algo similar a lo que hizo la familia Frank. ¿Nos faltaría comida? ¿Escucharíamos las bombas fuera de nuestras ventanas? Mientras tanto, Ana seguía acompañándome. Lamentablemente, su historia tuvo un final que yo no pude evitar y con el que he tenido que vivir (como todos sus lectores) el resto de mi vida.

Hace un par de días salió a la luz la noticia de esa persona que todos nos preguntamos quién fue: ¿quién traicionó a la familia de Ana Frank? Una investigación que lleva años en marcha parece haber dado con la identidad de la persona detrás de esa posible llamada telefónica, de esa denuncia (quizá no anónima) que llevó a los Frank y compañía a los campos de concentración. El nombre del sospechoso es Arnold van der Bergh, un notario judío que, bajo amenazas de los nazis, indicó a estos dónde estaba el escondite secreto de Ana Frank.

Todos estos descubrimientos están en el libro La traición de Ana Frank, de la autora canadiense Rosemary Sullivan, próximo a publicarse. Se trate o no de una hipótesis o de una certeza, hay que destacar el importante trabajo de investigación para un caso mundialmente famoso, como es el de Ana. Al parecer, la justificación del notario ante sus actos fue la defensa de su propia familia. En tiempos de la invasión nazi, eran las vidas de unos sobre las de otros. ¿Qué habríamos hecho nosotros? Nos duele el caso de Ana por el cariño que le tenemos a su historia, pero ¿cuántas Anas murieron en el anonimato? Todas esas vidas merecen la misma justicia y verdad que los Frank.

Google News