Cada vez que me dicen que exagero, he de responder que el calificativo no lo ofende, que simplemente lo describe. Y es que nadie ha dicho que sea tonto, pero nadie puede negar que es inculto, irresponsable, descontrolado, paranoico, irreflexivo, tramposo y arrogante: un imbécil. Pero ahora también, un criminal. Así, con todas sus letras.

Y es que el asesinato del general iraní Qassem Soleimani durante una misión en el vecino Irak, fue una ejecución cobarde mediante drones accionados a larga distancia. Cuando vemos las imágenes del ataque desde las alturas, no podemos menos que suponer a un desquiciado manejando uno de esos juegos perversos. Solo que aquí se trató de un atentado real que mató a cuatro soldados iraníes, al número dos de la Fuerzas de Movilización Popular de Irak y, por supuesto, al general Soleimani. No solo el militar más poderoso de Irán, sino un carismático héroe en vida, cuyo poder e influencia sólo eran comparables al líder supremo de Irán, el ayatola Alí Jamenei que sigue llorando el sacrificio del general, al igual que millones de iraníes que han añadido al llanto la rabia: ¡muera Estados Unidos!

Este capítulo, sin embargo, no es el único de esta historia. En la memoria colectiva de ese pueblo, antigua sede del impresionante imperio persa, hay años imborrables: 1953, cuando el primer ministro Mohammad Mosaddeq, quien nacionalizó su petróleo, fue depuesto en una conjura despiadada ejecutada por la CIA para imponer al llamado Sha Reza Pahlavi apoyado en su brutal policía secreta, la Savak, obligando a su opositor el ayatola Jomeini al exilio parisino; en 1979 la Revolución Islámica expulsó al Sha hacia Estados Unidos, claro, y luego incluso a Acapulco; en ese mismo año el odio creciente llevó a un grupo de estudiantes jomeinistas a la célebre toma de la embajada de los Estados Unidos en Teherán, con 66 rehenes durante 444 días; en 1980 Washington optó por Irak en su guerra contra Irán que entonces costó un millón de muertos; en 1988, un buque de guerra estadounidense derribó un avión de pasajeros de Iran Air que volaba en cielo iraní, matando a sus 290 ocupantes, hecho por el que Estados Unidos nunca se disculpó y simplemente explicó que se trató de “un error”.

Lo grave es que ahora no puede decir lo mismo. El nuevo crimen es presumido por la Casa Blanca como “una orden directa del presidente Donald Trump”. Lo que no está claro son sus razones. Ya los expertos de la ONU sobre Ejecuciones Extrajudiciales apuntan que el argumento trumpista de “disuadir futuros ataques iraníes comandados por el general Soleimani es por lo menos difuso y no se justifica en absoluto de acuerdo al derecho internacional; por lo que la ejecución múltiple es totalmente ilegal”. Un crimen, pues. También en Estados Unidos crece la sospecha de que se trate de un distractor al impeachment contra el presidente que además está buscando su reelección. La líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha dicho que Trump le debe una explicación a los estadounidenses, además de que buscará limitar desde el Congreso las acciones militares contra Irán. Lo malo es que Trump puede justificar ahora que se tratará de respuestas a los ataques anunciados por Irán contra todo lo que representa Estados Unidos en cualquier parte del planeta. Por cierto, el mundo se ha dividido entre los países pronorteamericanos de la OTAN y las potencias como Rusia China que han censurado duramente al gobierno de Trump. Mientras miles de millones de seres humanos nos preguntamos aterrados si esto podrá ser el principio de una Tercera Guerra Mundial. Se vale rezar. Aunque él se ría.

 

Periodista. 

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