En contra de las versiones insistentes que han circulado en las últimas semanas, sobre que se avecina un ajuste importante del gabinete federal y que habría movimientos en varias áreas, en Palacio Nacional se asegura que no habrá tales cambios, al menos no en el corto plazo, porque “el presidente no quiere hacer ningún cambio en su equipo en estos momentos”, aún cuando en las evaluaciones internas hay varios colaboradores y secretarios de Estado que no han dado los resultados que se esperaba y los asesores presidenciales han recomendado “ajustes necesarios” en varias dependencias.

La razón que argumentan fuentes de primer nivel en la oficina presidencial es que la opinión del presidente López Obrador sobre el desempeño de su equipo de colaboradores no coincide necesariamente ni con la percepción pública sobre varios secretarios a los que se les ve desgastados o ya sin capacidad de operación en las dependencias ni con los análisis internos que el  mandatario ha pedido realizar sobre los integrantes de su equipo. “No quiere cambiar a nadie y él siente que hacer movimientos en este momento va en contra de su discurso de que ‘todo está bien’ y de que ‘vamos muy bien’, por lo que mover a sus colaboradores se tomaría como un mensaje de un gobierno en crisis o que no está dando los resultados prometidos”, comentó una de las fuentes consultadas.

Las encuestas más recientes que midieron los niveles de aprobación del presidente López Obrador al cierre de diciembre de 2019, como la publicada en El Financiero, que arrojó una recuperación de su nivel de aprobación al pasar de 68% en noviembre a 72% en el último mes del año pasado, son tomadas en la percepción del presidente como un indicador de que la población aprueba el trabajo de su gobierno y, aunque los sondeos miden exclusivamente la calificación y la imagen del titular del Ejecutivo y no del desempeño de los integrantes de su gabinete, esos números son parte de lo que lleva al mandatario a decir que no necesita hacer cambios en su equipo de colaboradores.

La realidad es que la imagen y la popularidad de López Obrador se mantiene en niveles muy altos en el arranque de este segundo año de gobierno. Esto podría leerse como un presidente que sigue recubierto por un fuerte blindaje de apoyo popular, al que ninguna de las crisis que enfrentó en su primer año, ni el Culiacanazo, ni las masacres en Minatitlán, Coatzacoalcos o Bavispe, Sonora, ni la escasez de medicamentos y tratamientos en el sector salud que comenzó el año pasado y se agudizó con el arranque del Insabi, y ni siquiera el crecimiento 0% de la economía el año pasado, le afectaron en su imagen y en sus niveles de aprobación.

Pero eso no significa que la percepción del gabinete sea la misma. Hay varios secretarios, de los que ocupan áreas clave para la administración pública, que no sólo están rebasados y desgastados, sino que ellos mismos han dado por hecho que están en sus posiciones sólo como figuras de adorno que salen en eventos y ocupan reflectores, pero cuyas funciones sustantivas les han sido arrebatadas en la mayoría de los casos por el propio presidente, que decide casi todos los asuntos importantes del gobierno federal, y en algunos casos por otros secretarios del gabinete como Marcelo Ebrard, quien realiza funciones extralegales en varias áreas gubernamentales, en algunos casos porque se lo ha pedido el presidente y en otros porque el canciller es un hombre de poder, con mucha más experiencia política que casi todos sus compañeros del gabinete.

“La realidad —dice un político encumbrado de la 4T— es que el presidente es el gabinete. Él asume todas las funciones y las decisiones importantes. Por supuesto que hay secretarios que ameritarían ser cambiados porque o no dieron el ancho o no han aguantado el ritmo de trabajo del presidente; pero a muchos de ellos no les cambia porque les tiene cariño o respeto y prefiere mantenerlos ahí, mientras él asume el control real de las secretarías”.

Así que quien esté en espera de cambios y ajustes fuertes en el gabinete que espere sentado. Para López Obrador, en su visión muy particular de la realidad, las cosas marchan muy bien en su gobierno y en el país, y aún cuando sus mismos asesores se lo sugieran, no planea en este momento hacer movimientos bruscos en su equipo. Alguna vez, recién llegado a la Presidencia, Andrés Manuel les ofrecía a los mexicanos que él no iba a tolerar gentes ineficientes en su equipo: “El que no funcione se va”, decía. Hoy en la complacencia del poder y con niveles de aprobación de 72% en el arranque del segundo año, el presidente se siente tan a gusto que se pregunta ¿cambios? Para qué si la gente me apoya y todo va de maravilla.

NOTAS INDISCRETAS…

Cual experimentada tiradora de la política, la maestra Elba Esther Gordillo respondió rauda y veloz al disparo que le lanzó el dirigente del SNTE, Alfonso Cepeda, quien la acusó de no poder competir por ningún cargo magisterial por no estar al corriente en sus cuotas sindicales y no ser miembra activa. “Vigentes y plenos mis derechos políticos, ciudadanos y sindicales. En la democracia se gana con votos”, respondió en un tuit la maestra. ¿Habrá pelea entonces en el SNTE?... A propios y extraño sorprendió la rapidez con que una nueva agrupación, de las que buscan registro ante el INE, completó sus 21 asambleas de ley para aspirar a convertirse en partido político. Se trata de Fuerza Social por México, que este fin de semana alcanzó el numero de reuniones en apenas cinco semanas, algo que a otras organizaciones les ha tomado meses y hasta  más de un año. El nuevo partido se define como “una organización cívico-política de centro izquierda con tendencia progresista”. ¿Pero quiénes impulsan este grupo que logró en tiempo récord realizar sus asambleas? Uno de los personajes que aparece entre los impulsores de Fuerza Social por México es el exsenador Pedro Haces, líder de la CATEM, quien al parecer ya decidió dejar Morena para crear su propia fuerza política. Lo interesante es que Haces siempre se ha definido como “un soldado de López Obrador”, por lo que de obtener el registro es claro que Fuerza Social sería un partido aliado del presidente. Dos preguntas: la primera ¿será que a Morena ya lo ven tan debilitado y perdido por sus pleitos internos que están buscando empujar nuevas opciones políticas? Y la segunda: estas “nuevas opciones” tendrán el aval del presidente que ya está buscando nuevas formas de representación ante su decepción por la mezquindad y pequeñez de los morenistas?...  La relación poder económico y político toca las puertas del panismo en Querétaro. El empresario Óscar Fredy González Rivera fue beneficiado en 2017 por el presidente municipal de la capital queretana, Marcos Aguilar Vega, por un contrato por 40 millones de pesos (39 millones 883 mil pesos) para que su empresa, Tax Company SC elaborara el levantamiento del contexto urbano y rural del municipio de Querétaro, que no cumplió adecuadamente pero sí cobró, por lo que la empresa fue observada por la Entidad Superior de Fiscalización del Estado (ESEF). Ese mismo alcalde le dio a su amigo, el empresario Óscar Fredy González (también en 2017), el cambio de uso de suelo de 15 mil 824 metros cuadrados de zona de Protección Ecológica a zona comercial y habitacional en la capital de Querétaro. Ahora Marcos Aguilar Vega es diputado federal plurinominal del PAN, y a su amigo Fredy González le abrió puertas en Guanajuato, con sus influencias políticas azules, para que su empresa Platinum, SA de CV, entre al negocio de la hotelería. El problema es que intentan despojar de sus bienes a restauranteros de San Miguel de Allende que ya toman medidas legales para defenderse del abuso. Así el “maridaje” dinero y poder político en el Bajío… Los dados mandan Serpiente. Descendemos.

 

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