Los analistas e inversionistas de las empresas públicas han tenido que agregar a su balance de riesgos el “factor AMLO”. Como si fuera jugador activo de un mercado o un sector económico, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, influye constantemente en el movimiento accionario de las compañías que cotizan en los mercados bursátiles, la mayoría de las veces para mal.

Las conferencias matutinas han servido a López Obrador para presionar a las empresas privadas, ya sea de forma directa, con una mención del titular del Ejecutivo, o bien a través de su gabinete o de preguntas de supuestos reporteros que acuden a Palacio Nacional. 

Este miércoles fue ejemplo de esta práctica. La Secretaría del Medio Ambiente, María Luisa Albores, acudió a la conferencia del Presidente para hablar, entre otras cosas, del derrame de 40 millones de litros de sulfato de cobre en el Río Sonora, de lo cual es responsable el Grupo México. Albores acusó públicamente a la empresa del magnate Germán Larrea de haber recibido 800 millones de pesos del gobierno federal anterior, bajo el argumento de que ya se habían concluido los trabajos de remediación.

AMLO se limitó a decir que el expediente de este caso sigue abierto y que se reiniciará la investigación, tal como lo ordenó la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Los minutos dedicados al Grupo México fueron suficientes para que sus acciones en la Bolsa Mexicana de Valores cerraran con una pérdida de 3.4%, equivalente a 1,350 millones de dólares en su valor de mercado; esto es casi 34 veces que lo que reclama Semarnat al grupo minero. 

Así como este ejemplo hay muchos más y han afectado lo mismo a empresas nacionales que extranjeras. El lunes posterior a la consulta que dio por cancelada la planta de producción de la cervecera Constellation Brands en Baja California, las acciones de la empresa estadounidense se desplomaron casi 12% en la Bolsa de Nueva York y cayeron un mínimo de cinco años. La fabricante de cerveza perdió ese día 3,630 millones de dólares en su valor. 

Otras veces el Presidente ha cometido indiscreciones, lo cual ha tenido su impacto respectivo en los mercados. El 27 de marzo del 2019, con apenas cuatro meses en el poder, López Obrador dijo que el empresario Carlos Slim, el mexicano más rico, se jubilaría al terminar su sexenio. Ese día las acciones de Grupo Carso cayeron 1.5% en la BMV, el equivalente a 1,760 millones de pesos. Antes del cierre del mercado, el vocero de Slim, Arturo Elías Ayub, desmintió diplomáticamente los dichos de AMLO.

El 19 de marzo pasado, el Presidente consideró un ‘descaro’ que empresas como Walmart de México y Bimbo se hayan amparado contra la nueva ley de la industria eléctrica. “Ofrezco disculpas a las dos empresas por exponerlo, pero cómo van a recurrir al amparo para seguir manteniendo subsidios, les debería dar vergüenza”, asestó. 

Ese viernes las acciones Bimbo bajaron 1.5% y otro 1.9% el lunes; en total acumuló una pérdida de 6,130 millones de pesos. Por su parte, los títulos de Walmart cayeron 2.5%, equivalente a 27,250 millones de pesos de su valor de mercado. 

El viernes 20 de marzo de 2020, el presidente criticó en su conferencia a la operadora de restaurantes Alsea por solicitar a una parte de sus empleados tomar una ausencia laboral por 30 días sin goce de sueldo, debido a la pandemia del coronavirus. “Eso es injusto”, sentenció AMLO. El lunes siguiente las acciones de Alsea se desplomaron 6.7% y otro 10% el martes. En total, la firma acumuló una pérdida cercana a 7 mil millones de pesos. 

En algunos casos la pérdida de valor de las empresas ha tenido que ver también con factores de su negocio y su entorno; sin embargo, el peso de las palabras del Presidente ha agregado un riesgo adicional para las empresas públicas, cuyas acciones se mueven con base en expectativas, además de sus indicadores fundamentales. Es lo que en el mercado comienzan a llamar como “el riesgo AMLO”. 
Mala señal. 



mario.maldonado.padilla@ gmail.com
Twitter: @MarioMal

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