En mi país, circulan por las calles camiones frigoríficos que albergan cadáveres no identificados.

Por azares del destino, salió a la luz que cientos de personas fallecidas están arrumbadas en contenedores. El mandatario de Jalisco, Aristóteles Sandoval, no había dicho ni pío, hasta hace unas horas que destituyó a su fiscal.

No se trata de un caso aislado. El 7 de enero, EL UNIVERSAL dio cuenta que los servicios forenses de 16 estados están rebasados.

¿Recuerdan los 60 cuerpos abandonados en el crematorio de Acapulco, Guerrero?

Restos que se acumulan como evidencia de lo inocultable: la muerte ronda en cada uno de los rincones de la República.

En mi país, padres y madres no encuentran a sus hijos e hijas.

Imploran y exigen justicia frente al presidente electo. Se desmayan, tiemblan, lloran, portan en el pecho las fotografías de sus seres queridos.

Ni siquiera existe una base nacional de datos que permita cotejar la identidad de huesos, cráneos, pedazos de piel apilados en un transporte, pulverizados en bolsas de plástico, diluidos en tambos o enterrados quién sabe en dónde a lo largo y ancho de México.

A pesar de ser fustigados por gobernadores, como Miguel Ángel Yunes en Veracruz, los colectivos de búsqueda no se rinden.

Se organizan para alzar una varilla y enterrar el metal en las profundidades de la tierra patria hasta hallar un indicio de esperanza.

En mi país, se usa la procuración de justicia con fines políticos; se propaga “la verdad histórica”; se desmantela a la PGR a niveles de encargado de despacho; se espía a periodistas y defensores de derechos humanos. En tanto, el territorio se convierte en una inmensa fosa clandestina. Abierta al sol, mostrando sus horrores, o en espera de ser descubierta.

En mi país, a pesar de existir sustento constitucional, convencional y legal (como lo ratificó ayer el Primer Tribunal Colegiado del Decimonoveno Circuito), el Ejecutivo federal se atreve a lanzar una ofensiva judicial en contra de la creación de una Comisión de Investigación para la Verdad y la Justicia en el caso de Ayotzinapa.

En mi país, mientras las Fuerzas Armadas son desplegadas en las entidades más violentas, el número de menores, jóvenes, mujeres y hombres asesinados, desaparecidos, torturados, explotados aumenta.

Este jueves, en su visita a Saltillo, Coahuila, Alfonso Durazo, propuesto por López Obrador como próximo secretario de Seguridad Pública, indicó que cerca de 460 mil niños están armados hasta los dientes. Son extorsionados y reclutados por el crimen.

En mi país, al tiempo que esto ocurre, se da a conocer que el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, es galardonado en Washington con el premio William J. Perry, Excelencia en Educación en Materia de Defensa y Seguridad.

En mi país, el olor fétido no solo penetra en el fraccionamiento de Tlajomulco, donde abandonaron el remolque lleno de cuerpos sin vida, sin nombre.

En mi país, el tufo a putrefacción lo invade todo.

Twitter: @elisaalanisFacebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

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