Nahariya, Israel

Una niña herida con una bala que le atravesó la cabeza, al penetrar su frente y salir por la parte posterior de su cráneo, es la experiencia que más ha marcado al neurocirujano mexicano Samuel Tobías a lo largo de siete años curando heridos de guerra sirios. Al verla tendida en la camilla, inconsciente, con la testa ensangrentada, el médico no pudo evitar pensar en su hija de 10 años, hecho que lo hizo paralizarse por un momento sin saber qué hacer, con el único pensamiento de que esa paciente podría ser su familiar.

“Tenía lesiones tan severas, era de la misma edad y la misma complexión que mi hija, en el momento en que entré a la sala de trauma no pude acercarme a ella, estaba viendo a mi hija acostada en esa camilla, me quedé paralizado ante el parecido, con el pensamiento dando vueltas de que esa niña podría ser ella. No la quería atender, mis compañeros me ayudaron a calmarme; superé ese impacto y tratamos a la menor de edad; afortunadamente no tenía ninguna lesión neurológica, pudo recuperarse”, dijo.

Estas escenas son habituales en el Centro Médico de Galilea que desde 2013 brinda atención médica a heridos por la guerra civil en Siria; desde entonces 2 mil sirios han sido atendidos en ese lugar, la mayoría presenta lesiones por balas en el cráneo. “Somos una gota de esperanza en un mar de sufrimiento”, afirma Tobías en su oficina en el departamento de Neurocirugía, área que contribuyó a fundar.

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El doctor Samuel Tobías señala que la protección de la identidad de los heridos es de gran importancia.

Desde su creación en marzo de 2013 ha brindado atención a 390 pacientes, la mayoría lesionados con impactos de bala en la cabeza. Ubicado a sólo nueve kilómetros de la frontera con Líbano, el Centro Médico de Galilea es el segundo hospital más grande del norte de Israel y el único en contar con la especialidad de neurocirugía.

Con una plantilla de 3 mil trabajadores entre judíos, cristianos, musulmanes y drusos (minoría derivada del islamismo), el médico mexicano describe al lugar como un “espacio donde se demuestra que se puede convivir con las diferentes religiones, con las diversas maneras de vivir”. Al recorrer la sala de espera de la unidad de neurocirugía, donde las pantallas informan sobre el estado de los pacientes, resalta: “Aquí se brinda atención sin importar su nacionalidad, creencias religiosas o cuánto cuesta”.

En 2013 el gobierno de Israel implementó la operación Buen Vecino, mediante la cual el Centro Médico de Galilea brinda atención a los civiles sirios heridos por fuego cruzado en la guerra civil, con el objetivo de contribuir a la construcción de la paz en Medio Oriente. Mientras repasa algunas de las fotografías de las intervenciones que ha realizado, comenta que rige su trabajo con la frase: “Aquel que salva una vida, salva al mundo entero”, que pertenece al Talmud, libro religioso del judaísmo.

Estudió medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), realizó su residencia en el departamento de Neurocirugía del Jefferson Medical College, en Filadelfia. En 1997, después de recibir su certificación por parte del Consejo Mexicano de Cirugía Neurológica, consiguió una beca en cirugía de base de cráneo en el departamento de Neurocirugía del Hadassah Hospital en Jerusalén y sirvió como miembro del personal directivo de 1998 a 2001.

En 2011 él y su familia migraron a Israel, para 2013, dos años después de que estallara el conflicto en Siria, fue invitado a establecer el departamento de Neurocirugía en el Centro Médico de Galilea; su especialidad es la cirugía de base de cráneo, los tumores cerebrales, la espina dorsal y los neurotraumas. Ha participado en el tratamiento quirúrgico de ciudadanos sirios con graves lesiones cerebrales traumáticas.

En estos siete años, el conflicto ha dejado un saldo de más de 400 mil personas muertas, según la última estimación realizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU); la guerra ha provocado la huida de más de 5 millones de personas, de acuerdo con cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Detalla que los pacientes más difíciles son aquellos con heridas de bala en la cabeza, debido a que se comprometen varias funciones neurológicas, por lo que la recuperación es complicada; la mortalidad en estos casos es entre 44% y 90%, en especial aquellos donde una bala traspasó su cabeza y hay sangrado cerebral.

Identidad bajo secreto

Dos pisos son los que se deben descender para llegar al área donde se encuentran los pacientes sirios. Conforme se bajan las escaleras la señal de teléfono se pierde y el ajetreo de la zona de urgencias disminuye hasta que el silencio se apodera de la sala. Tobías enfatiza en la importancia de resguardar la identidad de los heridos, para su país son traidores por el hecho de recibir atención médica “judía”, por lo que su vida está en riesgo.

Cuatro son los pacientes que se encuentran en condiciones para esbozar unas cuentas palabras sobre las heridas que recibieron, el árabe es el único idioma que hablan.

Cabizbajos, dudan para hablar de su experiencia, el primero en hacerlo es un joven de 22 años; perdió el ojo derecho luego de que una bala impactó en la parte posterior de su cráneo y salió por su cuenca ocular.

“Estaba en un mercado, de pronto escuché que la gente gritaba que venía el ejército, corrí para ir por mi familia, pero una bala me alcanzó y es lo último que recuerdo”, relata mientras poco a poco levanta la cabeza para expresar: “No tengo miedo de regresar a mi país, le diré a más gente que aquí pueden ser atendidos”.

El segundo en animarse a contar su historia fue un campesino de 24 años: preparaba la tierra para la siembra de algunos vegetales para el consumo de su familia, estaba con un amigo cuando un ataque de misiles cayó, uno de ellos mató a su amigo, es lo último que recuerda antes de caer inconsciente por el dolor que le causó el proyectil que se incrustó en su pierna derecha, pese a la atención médica, perdió esta extremidad.

Tobías cuenta que la protección de la identidad de los heridos es de gran importancia. Indica que está prohibido dar sus nombres debido a que su vida y la de su familia corren peligro, una vez que retornen a Siria pueden ser asesinados, se considera una traición recibir atención médica en un hospital israelí.

“Tuvimos dos pacientes que regresaron a Siria, supieron que estuvieron en Israel y fueron acribillados. Incluso, tienen que cambiarse de ropa y conseguir prendas de Siria o de otro país, porque incluso por la ropa, [los soldados y personas afines al régimen de Bashar al-Assad] los identifican y los matan, porque consideran una traición que hayan sido tratados por judíos”, dice.

El principal obstáculo al que se ha enfrentado es a la resistencia de algunos pacientes, por miedo a que en su país se enteren. Por eso, rechazan la atención al venir de manos israelíes.

“De todos los pacientes que he tratado sólo uno se ha negado, tenía heridas por un fragmento que le había perforado el cráneo, se veía la cubierta del cerebro, le dije que tenía que operarlo para curarle la herida y no se infectara, su única respuesta fue: ‘Prefiero morirme a que un judío me toque’. Lo tuvimos que regresar, porque no hubo manera”, dice.

Una técnica para “salvar vidas”

Ante la mortalidad que presentan los heridos sirios por lesiones de bala o proyectiles en la cabeza, Tobías desarrolló una técnica para aumentar las posibilidades de recuperación de los pacientes.

Consiste en retirar la mitad del cráneo para dejar que el cerebro se expanda y ceda la inflamación del cerebro, puesto que cuando una bala atraviesa el cráneo ejerce una fuerza positiva que hace que el cerebro se expanda, pero tras ella trae una onda negativa que ejerce presión al centro de este órgano.

“Es una técnica con la cual podemos abrir rápidamente el cráneo de los pacientes, quitar la mitad del espacio para permitir al cerebro que se expanda hacia afuera en lugar de hacer presión hacia el centro al tallo cerebral y con esto los resultados han sido increíbles”.

Los pacientes llegan en estado de coma profundo, con una actividad neurológica muy baja, tras recibir el tratamiento recuperan la movilidad de su cuerpo. Con la aplicación de esta técnica la mortalidad de los pacientes con lesiones de bala en la cabeza es de 10%, 30% se recuperan por completo, mientras que 60% recobran sus funciones neurológicas con el tiempo. Este tipo de heridas impacta funciones motoras; debido a la secrecía con la que debe mantenerse a los pacientes es muy difícil darles un seguimiento cuando regresan a Siria.

La primera paciente que atendieron con esta técnica fue una joven de 23 años quien tras ser abusada sexualmente por soldados sirios le dieron “el tiro de gracia”: la bala pasó de un lado a otro de su cerebro.

“Quitamos todo el hueso de la parte frontal del cráneo, limpiamos la zona, retiramos el tejido necrosado, 17 días después regresó a Siria completamente recuperada, sin ningún déficit en sus capacidades”, rememora.

De los 390 heridos que han recibido atención en el departamento de Neurocirugía del Centro Médico de Galilea, con 18% han obtenido buenos resultados en los pacientes al retornar a su país completamente recuperados; sin embargo, entre 27% y 55% no han sido tan exitosos, por lo que requerirán más tiempo de rehabilitación y de constantes revisiones, al menos una vez al mes, lo cual se complica una vez que retornan a su país. “Los pacientes en un futuro van a mejorar, tendrán mejor funcionamiento neurológico, pero no los podemos ver después, pasan 40 días en nuestro departamento y 45 días en terapia intensiva”.

Ver con esperanza el futuro

Aunque reconoce que las acciones que realizan él y su equipo al salvar la vida de ciudadanos sirios no va a cambiar la situación actual de ese país, mira con esperanza el futuro al decir que curar heridos de esta guerra que se ha prolongado por siete años genera “embajadores de paz, para que a sus hijos o incluso sus nietos les toque ver un Medio Oriente diferente”.

“Me han preguntado si lo que estamos haciendo va a cambiar el status quo entre Israel y Siria la respuesta es: No lo creo. No creo que haga una diferencia en este momento, pero estoy seguro que con el trabajo de mi equipo y el mío estamos generando embajadores para la paz.

“Regresan con una idea completamente distinta sobre su país vecino y efectivamente se pueden unir lazos”, declara el experto.

Comenta que cada uno de sus pacientes ha marcado su vida, incluso la de aquellos que no ha podido salvar.

Mientras cruza los brazos y deja escapar un suspiro, recuerda a un joven soldado rebelde sirio, quien tenía casi 20 años: una bala de un rifle M16 le atravesó la cabeza, entró por su frente y salió por la parte posterior de su cráneo, limpiaron la zona, lo operaron y 77 días después el joven se recuperó, aunque la bala afectó la motricidad de su lado izquierdo, decidió volver a su país.

Las palabras que pronunció antes de irse quedaron plasmadas en la memoria del cirujano mexicano. “Me dijo: ‘Mientras tenga un ojo y una mano para disparar voy a seguir luchando por mí país’. En ese momento pensé que se trataba de un verdadero héroe, luchaba por el bienestar de su familia y su país. Cuando vives aquí y te topas con estas situaciones te das cuenta que no todo es blanco ni negro”.

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