Hace un año estábamos viviendo en México la mal llamada jornada de sana distancia, mecanismo poco eficaz inventado por las autoridades sanitarias para tratar de frenar la dispersión del virus por el país. La jornada fue al principio relativamente bien aceptada por la sociedad, pero al poco tiempo se agotó la paciencia de muchos y crecieron las necesidades de otros tantos; y la vida en las calles volvió a hacerse patente, sin distancia, con algunas medidas de seguridad y la mayoría sin cubrebocas.

Mientras tanto, la mayoría de los países europeos y otros tantos en América experimentaban un verdadero confinamiento con fundamentos legales que les impedía salir de sus hogares a menos que fuera para lo estrictamente necesario (ir a la farmacia, al supermercado o sacar la basura) bajo la amenaza de una cuantiosa multa en caso de incumplimiento. La gente aprendió a ver la vida desde las ventanas, y el mundo a través solo de las pantallas: la televisión y el celular.

Mientras todas las desgracias ocurrían, el periodista Carlos del Amor tuvo la importante tarea de hacer una profunda reflexión al cierre del telediario de la noche en Televisión Española, y para ello escogió la canción de la banda Vetusta Morla Los días raros, porque eso era lo que todos estábamos viviendo: reunirnos con los amigos por Zoom, pedir todo a domicilio, lavar contantemente todo lo que llegara de la calle, hacer ejercicio en la sala de la casa. Era todo raro y difícil de asimilar. Pero todo pasaría pronto, al menos eso nos decíamos para convencernos de que había una luz al final del túnel.

Toca afinar, definir el trazo

Sintonizar, reagrupar pedazos

A mi colección de medallas y de arañazos

Ya está aquí

(…)

Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros

Aprendimos que no necesitábamos tanto papel higiénico, que sí se nos daba la cocina, que un pastel horneado en casa era más delicioso que uno comprado. Los tiempos de convivencia eran todo el día. Las familias volvieron a conocerse cuando los tiempos laborales se vieron transformados. Si no nos hicimos mejores personas, al menos sí nos conocimos más entre nosotros y a nosotros mismos.

Nos quedan muchos más

Regalos por abrir

Monedas que al girar

Descubran un perfil

Que empieza en celofán

Y acaba en eco

En 2012, cuando la pandemia no era ni una pesadilla, otra banda, Love of Lesbian, lanzaba una canción no profética, pero al parecer más contemporánea que nunca. Si salimos de ésta resuena ahora como esa luz que todos queremos ver y que muchos pueden ya sentir sobre sus rostros.

Si salimos de ésta,

Te juro que no haré ni un gesto de emoción.

Bastante duro ya ha sido,

Como para darle encima la satisfacción.

Con el comienzo de la vacunación en San Luis Potosí, imagino todos los rostros que poco a poco avanzan hacia un puesto donde personal capacitado espera con una jeringuilla para aplicar la primera dosis de la esperanza que tanta falta nos hace. Entre todos esos rostros están mis padres, tíos y alguna que otra amistad entrañable.

Tendremos que continuar,

Y aguardaremos en la fila donde cambian la ansiedad,

Por ciclos de suerte más normal.

¡Tampoco pides más!

Son tantos los días de impaciencia,

Casi una eternidad.

Un año ha estado el mundo en vilo por la vacuna para que bajen los contagios, para que podamos ser otra vez nosotros en una realidad normal sin temor, remordimiento o riesgo. Ver a la familia, a los amigos está a una fila de distancia; al menos cada vez más cerca para los más veteranos de la casa, y ¡qué gusto me da, porque se merecen disfrutar sus días lo más que puedan!

(…)

Y pronto entonarás pequeños cánticos,

Y en algún bar apartado,

Ahogaremos al espanto y nos pedirá perdón.

Tu ansiedad, cederá.

Como el rastro de un avión, se esfumará.

Si tras el naufragio hay tempestad,

Nadie desertará.

(…)

Ha sido complicado para la mayoría de la gente. Muchos han perdido su trabajo, muchísimos a familiares y amigos. Los planes de casi todos se estropearon y hacemos changuitos para que este año sí podamos festejar los cumpleaños. Al contrario del inicio de la canción, yo sí puedo decir que en casa se descorchará una botella.

(…)

Sí, saldremos de ésta...

Sí, saldremos de ésta...

Sí, saldremos de ésta...

Sí, saldremos de ésta...

Nadie más, lo entenderá.

Solo los que allí estuvieron, sonreirán.

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