Chiara Arroyo, empresaria hispana en Los Ángeles, fundó una pequeña librería en el 2012 con el propósito de llevar literatura infantil y juvenil en español a la niñez de la ciudad. Durante ocho años, “LA librería” creció poco a poco, ganándose un sitio en la zona Mid City de Los Ángeles y más allá. La zona misma se ha visto transformada radicalmente en los últimos años. Decenas de pequeños negocios, con los mismos anhelos que el de Chiara, empezaron a abrir, nutriéndose unos de otros. La librería de Chiara y su socia Celene comenzaba a volverse una institución en ciernes –había organizado varios festivales de lectura para niños, por ejemplo– cuando golpeó el coronavirus.

Entrevistada a finales de la semana pasada por Los Angeles Times, Chiara dijo no saber qué le depara el futuro. “No sabemos cómo haremos para sostener el negocio”, dijo. Por ahora, la tienda trata de mantenerse a flote siguiendo los lineamientos de seguridad sanitaria impuestos por la ciudad. Si alguien quiere comprar un libro, puede hacerlo. Pero no podrá entrar a la librería a caminar y darle una hojeada a los títulos, quizá llevándose algún otro que le llame la atención. Tendrá que esperar en la banqueta a que Chiara o Celene le entreguen su pedido. Sin la posibilidad de pasear por la estantería de la tienda, el negocio ha disminuido gravemente. Ese mismo problema enfrentan miles de negocios en Los Ángeles y prácticamente todos los lugares en Estados Unidos que han decidido recomenzar la actividad comercial tras la pandemia.

Lo que se prefigura es una tragedia económica de enormes proporciones.

Aunque el índice de desempleo en Estados Unidos aún no alcanza el catastrófico 25% de lo peor de la Gran Depresión, la caída ha sido dramáticamente súbita. Apenas en noventa días, el desempleo ha pasado del índice más bajo desde mediados del siglo XX a un 15% de la población económicamente activa. 36 millones de personas han solicitado beneficios de desempleo en los últimos tres meses. Para Goldman Sachs, que había pronosticado un pico de 15% por la pandemia, el desempleo podría rebasar el de la Gran Depresión en las próximas semanas. El banco también ha advertido que el porcentaje de estadounidenses que quiere un trabajo pero se ha rendido en la búsqueda podría alcanzar un impresionante 35%.

De tan graves, las consecuencias para la economía de Estados Unidos son casi impredecibles.

El sufrimiento para los que tienen menos recursos está siendo enorme. Millones de familias que comenzaban a arañar la clase media tras años de esfuerzo enfrentan ahora una precariedad quizá insalvable. La Reserva Federal ha confirmado, por ejemplo, que 40% de los hogares que ganan menos de 40 mil dólares al año –por debajo de la línea de la clase media– han perdido empleos. La indigencia, que era un desafío mayúsculo en el panorama urbano estadounidense, será mucho peor ahora. Un análisis de la universidad de Columbia sugiere que el número de desamparados en Estados Unidos crecerá en un 45%.

El escenario actual ya le ha costado la vida a enormes tiendas de almacén como JC Penney o J.Crew. Si a ellos les ha ido mal, a los empresarios más modestos les ha ido notablemente peor. Miles de restaurantes y fondas -que emplean, no sobra repetirlo, a millones de mexianos– no lograrán sobrevivir. El panorama para pequeños negocios como la noble librería en español de Chiara Arroyo es tristemente sombrío. La venta de libros es, de por sí, un negocio complicado. Hacerlo en las condiciones actuales, con severas restricciones sanitarias en pie, lo es todavía más. Muchos negocios pequeños han tratado de reinventarse. En todas las calles hay pancartas que anuncian que una tienda está lista y disponible a atender, como sea, a los clientes. Lo mismo los restaurantes. “Comida para llevar” y “estamos abiertos”, se lee, en mayúsculas, por todas partes. En algunos casos, la tecnología se ha vuelto un aliado de estos pequeños negocios. En otros, sin embargo, el comercio digital es parte de la amenaza. ¿Cuál es el incentivo de salir a comprar algo, con un cubrebocas, la sana distancia y el maldito virus rondando, cuando Amazon está a la vuelta del teclado?

Con cientos de miles de pequeños negocios en riesgo y millones de estadounidenses al borde de la pobreza o la indigencia, el país enfrenta una suerte de abismo, de consecuencias sociales francamente impredecibles. En 1933, con el país al borde del colapso, Franklin Roosevelt encabezó una reinvención de la economía e incluso el espíritu nacional estadounidense. Esta vez, en el reto más enorme que haya enfrentado la humanidad, en una hora extraordinaria como ninguna otra, en la Casa Blanca está Donald Trump. Sabrá Dios.

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