El miércoles 16 de junio del año pasado Claudia Sheinbaum lucía serena y clara: “se ha presentado ante los medios la versión uno del reporte de la empresa DNV... DNV es el experto independiente en gestión de riesgos y garantía de calidad que opera en 100 países, fundada en Noruega en 1864, líder en el mundo y especialista en análisis e investigación de fallas, certificación y servicios de prueba”. Se refería al dictamen primero de la compañía de especialistas que determinarían las causas del desplome de un tramo de la Línea 12 del Metro el 3 de mayo de 2021, en la zona de Tláhuac que cobró la vida de 26 personas y dejó más de 100 personas lesionadas.

Como sabemos, la tragedia de la Línea 12 marcaba una pauta para el futuro político de los dos contrincantes internos de Morena hacia la Presidencia en 2024 en ese entonces: Claudia Sheinbaum, actual jefa de gobierno responsable del Metro y su mantenimiento; y de Marcelo Ebrard , secretario de Relaciones Exteriores y jefe de gobierno cuando se inauguró la obra y, de alguna manera, responsable de su construcción.

Una vez más, el espectáculo de la política rondaba en torno a una tragedia cuyas responsabilidades podrían determinar el panorama de las aspiraciones de cada uno.

Desde hace más de una década he puesto especial atención en mis investigaciones periodísticas al tema del Metro, ese monstruo que mueve a millones de personas diariamente y les determina su calidad de vida, oportunidad de trabajo y de educación, pero que a la vez esconde dentro de sí millonarios presupuestos usados en la oscuridad entre el sindicato y sus directivos, que en ocasiones son utilizados como botín político. El Metro, lo usemos o no, nos afecta a todos los que vivimos en la Ciudad de México. Y en todos los ciudadanos rebota en algún momento, a veces de forma dolorosa, la corrupción, el conflicto de interés, y el abuso del capital político. He caminado sus túneles descuidados, sin balastro o con rieles detenidos por polines; y andado en sus almacenes empolvados con compras a sobreprecio que nadie necesitaba. He conversado con fuentes que desde dentro del sistema cuentan cómo ningún director o directora han logrado mejorar lo que fue un orgullo para los mexicanos en 1969.

Este miércoles, la jefa de gobierno parece que olvidó sus halagos a la empresa noruega DNV y anunció que inició un proceso de rescisión de contrato porque el último dictamen era “tendencioso y fallaba la metodología”.

La realidad es que este tercer dictamen “Causa-raíz” hizo especial foco en el tema de mantenimiento —mismo que fue eliminado del primer documento presentado a los medios, a pesar de que en la versión en inglés se señaló que faltaba revisar esa parte—, lo que incluye una posible alerta no atendida en el manual de protocolos en caso de sismo —específicamente después de los magnos ocurridos en 2017— así como la ausencia de supervisión de los tramos para detectar posibles fallas. Es decir, el tercer informe señalaba por igual ambas responsabilidades: problemas en su construcción, y un evidente descuido de las autoridades actuales al no haber consignado un deterioro ni destinado el recurso económico y humano al mantenimiento adecuado.

Hay que recordar que en 2015 se hicieron adecuaciones y se utilizaron materiales más pesados que sumarían mil 500 toneladas de más. En un documento de la Secretaría de Obras y Servicios se detalla que se cambiaron materiales llamados vipas por nablas con un peso cinco veces mayor que el que permitía el diseño original. Los durmientes —ejes que mantienen separadas las vías— se cambiaron unos de 268 kilogramos por otros de 350. Y la suma de materiales daría como resultado un sobrepeso no proyectado en la obra original lo que, forzosamente, obligaría a un mantenimiento más a detalle y adecuado.

El primer intento de DNV por sentarse con el gobierno capitalino para explicar estos hallazgos ocurrió en agosto de 2021. Desde entonces, Oficialía de Partes recibió la orden de no recibir el documento. Andrés Lajous , secretario de Movilidad, intentó por todas las vías mediar con su gente y los especialistas de DNV para que el dictamen final no se inclinara a lo que a ambos precandidatos y contrincantes afectaría: la falla ocurrió desde el origen (mala colocación de pernos), pero se acentuó por una nula capacidad de supervisión del sistema y ausencia de protocolos de mantenimiento y reforzamiento posterior a siniestros, en este caso el temblor.

Fuentes cercanas al equipo de Claudia Sheinbaum revelaron a esta columnista que la tarea de conversar con los representantes de DNV, rechazar su dictamen y anunciarles que se rompería la relación fue rechazada por varios cercanos en su gabinete. “Era muy obvio que ya no nos convenía el dictamen y por ello rescindiríamos el contrato”. Aun así, el anuncio se dio y ahora Claudia quedó como el espejo fiel del Presidente: “Te quiero si estás conmigo, te fusilo y anulo si estás contra mí”. ¿Qué nos dejan a deber a los ciudadanos? Transparentar un documento que debería ser público porque nosotros lo pagamos; y dos, que finalmente dos personalidades que buscan la Presidencia acepten que son –directa o indirectamente– responsables de esta tragedia que nos cimbró a todas y todos los mexicanos.

@Sandra_Romandia

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