El primer grito de Independencia del presidente Andrés Manuel López Obrador cumplió rigurosamente con todos los protocolos políticos y republicanos. Muy bien pronunciada y mejor estructurada, la proclama independentista en voz del presidente alejó los fantasmas de sectarismo, polarización y división y mostró a un mandatario que, muy lejos de su discurso diario de las mañaneras o sus giras por la República, entendió que si hay algo que nos une a todos los mexicanos, por encima de signos y colores políticos o de visiones distintas y confrontadas del país, eso es la celebración de nuestra identidad e independencia de la Patria.

Hay quienes, incluso entre los más críticos del presidente, vieron en la forma en que gritó la noche del 15 de septiembre, un punto de partida que el mismo López Obrador podría utilizar para superar divisionismos y confrontaciones entre mexicanos; para dar paso a un discurso más incluyente y conciliador y que promueva más las coincidencias que atizar las diferencias y estigmatizar las disidencias.

Llamar a los mexicanos a celebrar y exaltar no sólo a su independencia, libertad y a los héroes por todos venerados y conocidos, sino también a la democracia, a la soberanía, a las comunidades indígenas, a la insatisfecha aspiración de justicia o a la paz inexistente aún para muchos mexicanos, además de resaltar la “grandeza cultural” de México y a los “héroes anónimos”, fue una forma de recordar, tanto a sus seguidores como a sus críticos o a los que no se ubican de uno u otro lado, que por encima de las muchas diferencias y diversidades políticas, sociales, económicas, raciales, religiosas o sexuales, hay anhelos y aspiraciones mucho más grandes que esas diferencias que nos unifican, nos incluyen y nos hermanan a todos los mexicanos.

Ese fue el gran acierto del primer grito de López Obrador. Quizá como no lo había logrado desde su primer discurso como ganador de la elección presidencial, la noche del 1 de julio, el tabasqueño volvió a hablarle a todos los mexicanos, sin distingos, sin ideologías y sin ponerles etiquetas de “fifís”, “conservadores” o “chairos”. Incluso en el hecho de aparecer sólo en el balcón, acompañado apenas de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, el presidente también quiso distinguirse y distanciarse de desplantes o excesos familiares que eran comunes en esas ceremonias.

En donde no se observó esa misma sobriedad ni el mismo ánimo conciliatorio fue en la aglomeración humana que abarrotó la plancha del zócalo. Producto del entusiasmo y la curiosidad que despertaba el primer grito de un presidente tan popular, la Plaza de la Constitución se llenó a su máxima capacidad y, fuera de manera planeada o espontánea, aquello derivó en una enorme concentración de personas en las que, la fiesta popular y patriótica se mezclaba claramente con el mitin político.

Desde las consignas cantadas a capela por la gran voz de Eugenia León, que volvieron canción una apología de la Cuarta Transformación, hasta los gritos que se repetían con furor antes y después de la aparición del presidente en el balcón central del Palacio: “¡Sí se pudo, sí se pudo!” o “es un honor, estar con Obrador”, se volvía difícil distinguir la celebración netamente popular y la festividad patriótica (o patriotera, según se vea) de la arenga política y el fervor y culto al personaje que portaba la banda presidencial.

Al final las dos cosas fueron claramente perceptibles para todos, tanto los cientos de miles ahí presentes en el Zócalo, como para los millones que seguimos la ceremonia del Grito por la televisión. Uno y otro mensaje tienen su motivo y su sentido: el grito unificador y conciliador del presidente, y el apoyo político y popular que se expresó al líder social que sigue siendo el presidente. Pero si hubiera que escoger en este preciso momento cuál de los dos mensajes le sirve más al país y quizás al mismo presidente, sin duda nos quedamos con el llamado a la unión y a la conciliación que se escuchó desde el balcón central del Palacio. A nadie sirve ni conviene seguir atizando diferencias cuando se viven tiempos tan inciertos, aciagos y complicados para la Patria.

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