El líder del PRI en el Senado, Emilio Gamboa, emprendió ayer la última etapa de una estrategia para copar para su partido posiciones en el Inai, el órgano garante de la transparencia y el cuidado de datos personales.

En vísperas de una elección presidencial ante la que el Institucional está lejos de mirar el futuro con tranquilidad, el señor Gamboa apuesta a imponer en las próximas horas un estrafalario balance del que resultaría que al menos cuatro de los siete comisionados del Inai tengan ligas con el oficialismo en esa entidad clave para los contrapesos políticos en el país.

Cuando falta una semana para el cierre de la actual Legislatura, el Senado comenzó ayer a entrevistar a los 34 aspirantes a cubrir dos vacantes existentes en el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, una institución que apenas superó los 15 años de vida y estrenó una reforma constitucional que la dota de autonomía.

Las entrevistas continuarán este martes, pero desde anoche todo indica que si no hay una muestra de cordura de último momento o una protesta de la sociedad civil, Gamboa y sus aliados lograrán imponer la designación de Carlos Bonnin y Blanca Lilia Ibarra, el primero identificado directamente con el coordinador senatorial y la segunda directora del Canal del Congreso, con trayectoria cierta en temas de transparencia, pero con una filiación igualmente cercana al priísmo.

Una de las plazas vacantes cuya vigencia expira el próximo día 30, fue dejada por Areli Cano, que tuvo una labor independiente. La otra carga el sello de la vergüenza de la que fuera su titular, Ximena Puente, quien se desempeñó como presidenta (2014-2016) por una directriz emitida desde Los Pinos, instrumentada por su operador dentro del organismo, el comisionado Rosendoevgueni Monterrey Chepov.

La señora Puente se sometió a Humberto Castillejos, ex consejero jurídico presidencial y uno de los personajes más singulares en la administración Peña Nieto. A él se le atribuye haberla hecho registrarse, infructuosamente, como aspirante a presidir el Sistema Nacional Anticorrupción, y más recientemente, inducirla a renunciar al Inai, pues fue postulada por el PRI como candidata a diputada plurinominal.

El caso despertó indignación por manoseo de un órgano diseñado como contrapeso del poder político, y corrieron muchas declaraciones en el Senado ofreciendo un “candado” para evitar este tipo de aventurerismo político en el Inai.

Pero tal antecedente puede tomar la dimensión de apenas una travesura si prospera como se preveía ayer, el cabildeo del senador Gamboa. Una especie de albazo que frustra la expectativa de contar con relevos que fortalezcan al Inai con vistas hacia un complejo cambio de gobierno.

De concretarse la designación de Bonnin e Ibarra, el PRI sumaría dos figuras cercanas a las ya existentes en el Inai, pues además del citado Monterrey Chepov cuenta con Patricia Kurczyn, esposa del ex gobernador priísta de Puebla, Mariano Piña Olaya.

Entre la lista de los 34 aspirantes menudean figuras con padrinazgos políticos de múltiples colores, incluso otros priístas, como Sergio Valls Sponda o Beatriz Galindo. Los hay igualmente empáticos con el PRD, como Javier Santiago, o con el PAN, incluso con el presidenciable Ricardo Anaya, como Gabriel Orozco.

Pero la eficaz operación del señor Gamboa ha radicado en asustar a sus colegas de la cúpula senatorial sobre el riesgo de dejar pasar a la aspirante Julieta del Río, a la que se identifica con Ricardo Monreal y por esa vía, con Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador.

De qué dimensión será el interés de Gamboa que, según se aseguró a este espacio, ha ofrecido a los demás partidos precipitar los nombramientos de magistrados del Tribunal de Justicia Administrativa, también pendientes desde hace meses, para usarlos como moneda de cambio. A condición de que se le permita ampliar la cabeza de playa del PRI en el Inai.

Triste viraje puede preverse para este organismo considerado uno de los productos más claros de la transición democrática del país, si se permite el trafique partidista de intereses y se le somete al riesgo de ser un reducto del PRI contra cualquier sacudimiento que traiga para el país el futuro cercano.

APUNTES: Pasó casi desapercibido, pero José Ramón Amieva, jefe de Gobierno sustituto de la Ciudad de México, se estrenó este domingo en la política de la vileza: trabajadores de la administración capitalina se plantaron afuera de la sede del debate presidencial y en arterias claves de la capital con letreros de: “Mandaremos a AMLO a La Chingada”. Ello no obstó para que al ver llegar al Palacio de Minería a Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, los manifestantes se dijeran “acarreados” por órdenes de Héctor Serrano, operador de tenebras en el equipo de Miguel Ángel Mancera.

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