¡Apoyo, apoyo, rápido!, ¡nos emboscaron!, ¡en Aguililla, K8, K8, K8, K5, hay heridos!... Y luego silencio, así como ese silencio del que se viste la nada que llega con la muerte. Silencio.

Ayer, trece policías michoacanos emboscados por el Cártel Jalisco Nueva Generación, o al menos eso es lo que dicen oficialmente, al momento de escribir estas líneas. Aunque también hay quien habla de hasta diecisiete, de algunos cuerpos robados, porque ni con la erosión del alma o de eso que llaman vida se sacia la necesidad de venganza o el afán de mandar un mensaje que casi siempre intenta comunicar lo mismo: “para que aprendan a respetar”.

Pero, antes del silencio que llegó a las gargantas de los policías asesinados se escucha, mediante el sistema de radial de las fuerzas estatales, un fondo macabro a la desesperada petición de ayuda, de apoyo, ¡del K8, carajo!, ¡que los están matando!...

Antes del silencio, y antes de la muerte, se escuchan ráfagas intermitentes con esas armas que abundan en el país como plagas, con una cadencia de cientos de tiros al minuto más o menos, esas armas con las que están creciendo los jóvenes a los que mami no agarró a cintazos a buen tiempo…

Antes del silencio, adornado la voz trémula y suplicante de la radio pidiendo un apoyo que no llegará jamás a tiempo, se ejecuta una pieza, la misma que todos los días se repite pero pocas veces se escucha: es un hombre en sus últimos alientos.

Su guerra ya no habita en la metralla que tiene a unos metros sino en sus pulmones, en su sistema que ha vuelto algo parecido al ácido el poco aire que le ingresa y que se aferra a no dejar ir… Hipa, berrea en cada respiro…

Y, de pronto, como un cambio brutal en el tempo de este jodido réquiem sentencia: “¡Me voy a morir!”... Y no hay forma de poder desmentirlo.

Ayer fueron trece, una emboscada, una masacre con la misma firma: CJNG.

El nuevo Cártel hegemónico, el nuevo orden y el no tan nuevo poder bañado en la basca de la corrupción, pero no de la que nos cuenta el Presidente en su púlpito mañanero, con los fantasmas del pasado que él y su 4T han desterrado para siempre cual caballero venciendo al dragón en un cuento de hadas.

No, hablamos de la corrupción que cuesta vidas, la misma que hizo al Chapo, que empoderó a Osiel Cárdenas y luego a Los Zetas y al Marro… La misma corrupción que salpica mierda que se vuelve muerte… La misma corrupción que sigue viva en la 4T pero con nuevos beneficiados.

¿Alguien le va a decir a los 30 que asesinaron a los polis ayer “Fuchi” y “Guácala”?, ¿quién se avienta el tiro de acusarlos con sus mamás?

DE COLOFÓN.— Así empiezan los dictadores, con una farsa, patéticos en su pequeñez, aprovechándose de la ignorancia y el encono… Así, chiquitos, como Bonilla.

@LuisCardenasMX

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