Para clasificar a la Liguilla se requieren —mínimo— 25 puntos. Así lo marca la estadística desde que se decidió (Apertura 2011) quitar los grupos y competir bajo una sola tabla. Han pasado 13 torneos así y solamente en el Apertura 2012 y Clausura 2014,Chivas y León, respectivamente, clasificaron como octavo lugar, con sólo 23 unidades.

 Esto viene en relación a que Guadalajara y Cruz Azul han despertado ilusiones en sus aficionados, porque por fin ganaron y hay quienes piensan que la fase final es alcanzable. Con 11 puntos hasta ahora, tendrían que sumar mínimo 14 de los 18 que restan por disputar.  Chivas jugará como local ante Tigres, Veracruz y León, y visitará a Monarcas, Xolos y Atlas; Cruz Azul recibirá a Pumas, Lobos BUAP y Monarcas, e irá a casa de América, Tigres y Veracruz. No tienen margen de error. Una derrota en los seis partidos que restan haría que se confirmara su eliminación.

El formato del campeonato mexicano le resta competitividad y fomenta la mediocridad, lo cual no es ningún secreto, porque es realmente inverosímil que después de 11 jornadas, en las que estos equipos sólo han ganado dos partidos, puedan aspirar a ser campeones todavía; insisto, aunque esto se ve lejanísimo.

No se puede tapar la gris temporada de estos dos equipos, a los que está muy cerca de sumarse Pumas, por esta crisis que vive, en la que lleva cuatro derrotas y un empate en sus cinco más recientes partidos. Que no clasifiquen a Liguilla tres de los cuatro clubes más populares del país devalúa la fase final. Esto no es nuevo, la del Clausura 2017 fue la Liguilla más reciente donde sucedió, solamente con Chivas clasificado y —a la postre— campeón.

Se acaba el torneo y no hay un equipo que pueda considerarse como el gran favorito. Ni América, Tigres, Toluca o Santos han demostrado una superioridad sobre los demás, por lo que apostar por alguno sería arriesgado, aunque sigo convencido de que capitalinos y regios llegarán a la final, lo que aumentaría esta válida y armoniosa rivalidad.

Quien debe ser premiado por la sinceridad con la que habló del árbitro Diego Montaño fue el entrenador de Lobos BUAP. Rafael Puente fue claro y no hizo más que retratar la realidad de un silbante que, coincido, no tiene la capacidad para dirigir un partido de Primera División. Palabras fuertes y directas que, para mala fortuna, le pueden costar un castigo al entrenador del equipo poblano, porque violan el Código de Ética de la Femexfut, pero qué más da, lo importante es denunciar lo que nadie se atreve a hablar en el futbol por miedo a represalias.

Lo único que no cuadra en esta historia de sinceridad es que Lobos BUAP no es un equipo con fuerza federativa y estas palabras de Puente pueden ser contraproducentes por el significado de las mismas. Veremos con detenimiento si en los seis partidos que restan no le aplican una terrible venganza y los afectan en su labor de mantenerse en la división de honor.

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