La Línea de la Concepción es un municipio al sur de España que comprende la frontera entre el territorio hispano y ese pequeño trecho inglés que es Gibraltar. Ambas zonas son fronteras naturales con el continente africano, donde se ubican Ceuta y Melilla, territorios españoles.

En Marruecos, se encuentran las mayores plantaciones de hachís en el mundo. Esta planta se procesa como estupefaciente y, junto con el tabaco, se han consolidados como los dos productos de mayor tráfico ilegal entre ambos continentes. España es la puerta a todo Europa, el mercado meta de tales sustancias.

En la lista de novedades de Netflix se ha sumado una mini serie documental titulada La Línea: La sombra del narco, producción original de Netflix. Los protagonistas son auténticos miembros del cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil y Seguridad Ciudadana Españolas. El retrato que se hace de ellos permite ver a agentes altamente calificados, física y psicológicamente preparados para las tareas encomendadas, y para quienes su uniforme representa instituciones valoradas y a las que se les tiene un gran respeto, tanto por ellos mismos, como por parte de la ciudadanía.

Un personaje que también juega un papel muy importante es el alcalde de La Línea de la Concepción, Juan Franco, quien, como cualquier vecino, pasea por las calles de los barrios, hace la compra y va a la barbería sin escoltas ni vigilancia, a sabiendas de que sí hay que andarse con cuidado. El Alcalde es muy querido por su comunidad porque lleva años haciendo un gran trabajo para sacar a la Línea del rezago y del olvido político, económico y social. Pero él, junto con los demás poderes, se enfrentan a un enemigo longevo, sigiloso y cada vez con más poder.

Día tras día cruzan de África a España en pequeñas y medianas embarcaciones africanos y españoles que contrabandean tabaco y hachís. Ellos, que muchas veces son captados in fraganti, son los peones de una cadena de operaciones inmensa, bien coordinada y con altos y poderosos mandos. El mundo del narcotráfico como todos lo conocemos.

La serie, en sus cinco episodios, es un reflejo muy interesante y fiel de cómo el crimen organizado ha ido creciendo y ganando terreno y poder en aquel país europeo. Un tema que se toca recurrentemente es que se les está empezando a salir de control. Uno de los agentes comenta, “Si no hacemos nada, esto va a ser como en Colombia”. Menos mal que a México ni lo nombran.

A pesar de que el extraño fenómeno de Pablo Escobar se ha replicado allá (ensalzamiento de los narcos como héroes de la comunidad), se hace notar cómo el Estado lucha por mantener a raya, mientras consigue controlarlos, a los delincuentes, desde los camellos hasta los capos, quienes como pudiera suceder en América, se dan el lujo de salir de videoclips de reggeaton.

Pero la diferencia es que allá está la seguridad de la población y el cumplimiento de la ley ante todo. Se muestra un despliegue de inteligencia, capacidad y logística envidiable. Nada parecido a lo que ocurrió en Sinaloa en octubre de 2019, cuando pagaron justos por pecadores y el mismísimo Presidente de la República ordenó liberar a un criminal “por el bien del país”.

Esta nueva propuesta de la plataforma de video es muy recomendable para conocer otras formas de acción frente al narco, para hacer conciencia de que no importa el país en que se esté: si no se les pone un alto en el momento justo, no habrá quien los pare. El hilo narrativo es fluido y mantiene al espectador despierto y al pendiente de lo que vendrá. En un mundillo de incertidumbre, la serie logra mantener la expectativa proveyendo personajes varios por los que se puede sentir desde empatía hasta rabia. Es rápida, fácil de diferir y se ve completa de un tirón.

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