Es difícil comprender la locura de Andrés Manuel López Obrador, sobre todo cuando se trata de enfrentar la corrupción. Dijo ayer, durante el discurso que pronunció para aceptar la candidatura presidencial de su partido, que “con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura” iba a acabar con la corrupción.

La frase tiene más de una interpretación, pero —por contradictoria— no puede apartarse de las alianzas que, en fecha reciente, ha venido realizando el decano de los abanderados presidenciales.

Parece, en efecto, una locura combatir la corrupción y al mismo tiempo lanzar a Napoleón Gómez Urrutia como candidato a legislador. En el año 2006, este líder minero fue acusado por haber desviado 55 millones de dólares, que eran de su organización gremial, hacia sus cuentas personales. Para defenderse, el hombre juró que era un perseguido político y así obtuvo la nacionalidad canadiense. Sin embargo, la ostentación con la que vive y ha vivido y la desaparición de todo ese dinero de la tesorería del Sindicato de Trabajadores Mineros son argumentos que nadie pudo derrotar.

¿Por qué Andrés Manuel López Obrador invitó a este personaje para convertirlo en senador de la República? Hay millones de mexicanos honorables cuya candidatura por Morena sería mucho más deseable.

Es cierto que AMLO tiene reputación de hombre honesto, pero también en su biografía consta que no siempre escoge a los mejores aliados. Por soberbia, más que por tontería, supone que siendo incorruptible puede bañar con su manto a los más deshonestos.

¿Se puede seriamente derrotar la corrupción y premiar a un señor como éste no sólo con la amnistía, sino con el fuero legislativo?

En este mismo supuesto contrahecho cae la invitación que hizo al grupo político encabezado por Elba Esther Gordillo para que se uniera a su campaña. También esta mujer está acusada por haber desviado cuotas y recursos de los agremiados al SNTE para pagar sus ostentoso tren de vida.

¿Quién puede olvidar las 59 Hummers que regaló a los líderes seccionales en 2008? ¿O las compras millonarias que solía hacer en las tiendas más caras de Polanco o en los centros comerciales más selectos de San Diego?

Es difícil suponer que tanto lujo provino de un modo honesto de vivir y, por tanto, resulta verosímil la acusación que pesa en su contra, por parte de la PGR, sobre un desvío de 2 mil 600 millones, propiedad del SNTE, para sufragar las barbaridades suntuosas de la maestra.

¿Por qué necesita López Obrador ligar su campaña contra la corrupción a este personaje y a algunos de sus familiares que son el emblema del abuso que la mayoría de los mexicanos detestamos?

En otra liga, pero no menos conspicuo, está Cuauhtémoc Blanco, el presidente municipal que habría cobrado siete millones de pesos para que un partido lo postulara. Ese acuerdo fue inmoral, sobre todo porque el tope de campaña para tales comicios no debía rebasar los cuatro millones de pesos.

Desconozco cuántos votos ofrecerán estos tres sujetos —Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo y Cuauhtémoc Blanco— al candidato que va más arriba en las encuestas. Pero tengo convicción plena de que cada uno de ellos resta veracidad sobre el compromiso que AMLO dice sostener con respecto a la lucha contra la corrupción.

Será que mi locura y la del abanderado de Morena no son compatibles, o quizá que, con tal de ganar la Presidencia de México, este hombre, que presume de ser un político recto, ha decidido flexibilizar sus valores morales.

Cabe insistir que, con su beso, López Obrador no sólo pretende otorgar perdón, sino que, desde ahora, manda una señal sobre el tipo de sujetos que serían privilegiados por su manto protector en caso de ganar la Presidencia.

ZOOM: Un acto de locura es imprudente, insensato, poco razonable y temerario. Rescatar para el futuro de la política mexicana a Napoleón Gómez Urrutia, a Elba Esther Gordillo y a Cuauhtémoc Blanco es, desde esta definición, toda una locura.

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