El artículo 69 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala que es deber del presidente de la República presentar un informe por escrito al Congreso de la Unión. Lo importante no es precisamente el día, sino la rendición de cuentas, responde al derecho a la verdad que todos tenemos y que particularmente tenemos los gobernados frente al gobierno.

No pareció que hubiera gran preocupación por lo que iba a decir el presidente. En gran parte porque están las ruedas de prensa —si así se le puede llamar a eso— que se conocen como “mañaneras” en donde se dan abrazos, se le compara al presidente con un keniano, etc., y el presidente se pone a hablar.

La primera ocurrencia: darle la misma importancia al mensaje de los 100 días que a la celebración de su triunfo electoral y al de un acto relacionado con la Constitución Mexicana y con la división de poderes. Es decir, la Constitución y la división de poderes le da igual.

Lo que vimos fue una “mañanerota”. Si estamos de austeros, si lo iba a hacer así, si el título de su acto era una burla a la Constitución, mejor nos hubiéramos ahorrado el acto y hubiera bastado entregar por escrito su informe.

La “mañanerota” no aportó nada nuevo, porque es claro que no se preparó mucho más que cualquier mañanera. Quizás un poco más serio, eso sí, porque al principio sí parecía serio. Inició con principios que no ha respetado del todo: de la división de poderes, del Estado de Derecho, de la importancia de los datos macroeconómicos, democracia, de la redistribución efectiva del ingreso, también de la disciplina fiscal —no dijo nada de la condonación a sus cuates, pero en su caso se entiende. Así es que al principio estuvo un poco más serio con su introducción.

Pero siguió con cosas preocupantes, por ejemplo: la insistencia de la revocación de mandato que puede desestabilizar tanto al país; la falta de atención a uno de los grandes problemas en nuestro país que es la grave crisis de inseguridad; la felicidad que le da el tener el poder para la prisión preventiva oficiosa; la simpleza con la que critica algunas oficinas que es evidente que no entiende o no quiere entender; insiste en justificar la cancelación de las estancias infantiles; se le olvidaron datos importantes como el número de homicidios; confunde beneficiarios con empleados; festeja la cancelación de la reforma educativa y nos habla de 100 universidades públicas nuevas (¿es en serio?, ¿dónde están?); olvida la historia y la obra de los otros; olvidó hablar del medio ambiente. Y con la misma simpleza, declaró que todos somos felices, tan felices que los empresarios ya son responsables socialmente, que ya pagan los impuestos, que ya pagan buenos salarios, sólo le faltó decir que ya no son necesarios los sindicatos … y claro, ya mero vemos el tema de las medicinas, mientras tanto que las enfermeras y médicos compren las que faltan.

Pero lo más preocupante es el discurso de odio. Quien no lo apoya, está “aturdido”, quien piensa diferente es “conservador”, están “nerviosos”, “desconcertados” y hasta “fuera de quicio”, desea que no se organicen de ninguna manera y que la oposición está —en el colmo de la soberbia— “moralmente derrotada”. Pues no todos estamos dispuestos a que nos roben la esperanza. Seguiré por México ayudando a ciudadanos a organizarse para que no se pierda la esperanza, para que recordemos quiénes somos y qué podemos llegar a ser, por ese México Libre que nos mueve.

Abogada

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