De acuerdo a cifras oficiales, la campaña del gobierno en contra del robo de combustible ha sido un éxito rotundo. En noviembre, según los reportes diarios incluidos en el Informe Nacional de Seguridad (), se desviaban hacia el mercado ilícito 81 mil barriles diarios en promedio. En febrero, el promedio diario ha sido de 8 mil barriles diarios. Eso implica una disminución de 90 por ciento en tres meses.

Pero, si esas cifras son correctas, se abre una pregunta: ¿por qué no ha decrecido la violencia en las regiones huachicoleras?

El vínculo entre huachicol y violencia homicida ha sido objeto de un par de estudios recientes. El primero, dirigido por Alejandro Tlacaélel Ramírez de León, usando datos de 2008 a 2015, señala que “no hay una relación directa a nivel estatal huachicol-homicidios. Pero hay una relación especial creciente entre huachicol y homicidios a nivel municipal”. Esa relación, añade el investigador, no es homogénea en todo el territorio nacional, pero en un número importante de estados “crece alarmantemente”.

Por su parte, Diego Valle-Jones produjo una serie de mapas que cruzan el trazo de los ductos de Pemex con tasas de homicidio a nivel municipal. La relación es notable.

Dado ese vínculo, una reducción en el robo de combustibles debería tener un correlato en el número de homicidios. Pero eso no parece estar sucediendo por ahora.

Consideren el caso de Salamanca, Guanajuato, tal vez el epicentro de la economía del huachicol en el Bajío. En noviembre, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se registraron en ese municipio 25 homicidios; en diciembre, 28; en enero, 25. Esos datos contrastan con la información preliminar que se tiene para febrero: de acuerdo al conteo que el gobierno realiza de manera diaria con fuentes abiertas, se habían reportado 51 homicidios en los primeros 25 días del mes.

Por supuesto, eso no es más que un caso que bien pudiera resultar aislado. Un análisis más sofisticado de datos podría tal vez encontrar un efecto en materia de homicidios en las zonas huachicoleras, producido por la drástica disminución en el robo de combustible.

Sin embargo, llama la atención la ausencia de un impacto más visible. Si en estados como Guanajuato y Puebla, la violencia homicida se disparó de la mano del incremento del huachicoleo, ¿no deberíamos de estar observando el efecto contrario? ¿Por qué los homicidios parecen seguir al alza cuando el fenómeno subyacente casi ha desaparecido, según las cifras oficiales?

No tengo una buena respuesta a esa paradoja, pero van algunas hipótesis:

1. Podría haber un efecto rezagado. Es decir, en lo inmediato, la disminución del robo de combustible pudiera estar generando una disputa más violenta por lo que queda del negocio, pero, después de unos meses, la reducción del tamaño de la economía del huachicol se reflejaría en una disminución de homicidios.

2. Los grupos dedicados al robo de combustible, al perder el ingreso generado por ese delito, se han trasladado a otras actividades delictivas (extorsión, secuestro, robo de autotransporte, etc.), igualmente generadoras de violencia.

3. Las cifras oficiales no están registrando adecuadamente el fenómeno y el robo de combustible persiste en modalidades distintas a las que existían a finales del año pasado (menos ordeña de ductos, pero más robo de pipas, por ejemplo).

Como sea, los datos parecen sugerir que reducir el tamaño de una industria ilícita pudiera no ser suficiente para contener la violencia que la acompaña. Y si esa teoría es medianamente correcta, disminuir el número de homicidios podría resultar más complicado que lo anticipado por el gobierno.

. @ahope71

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