La crisis que hoy vive Morena, partido al que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó cancelar la elección de su nueva dirigencia, es de identidad, que contiene otras, se recrea permanentemente y cuya duración puede prolongarse por años. Con su rotunda negación al cambio, está muy lejos de hacer la diferencia respecto de la calamidad político-partidista sufrida por décadas en México.

La primera evidencia de ese cuadro, es la pugnacidad que se ha dado a lo largo de varios meses por la forma como debería renovar su presidencia. La descarnada lucha por el poder entre grupos, llevada a extremos de violencia en algunos casos, soslayando la sugerencia presidencial de que se hiciera por medio de una encuesta, dejó a Morena en una situación muy endeble.

La peor cara que exhibe con sus confrontaciones, es su tribalismo, que dibuja a grupúsculos y sujetos en febril disputa por el poder apelando a prácticas insanas. La consecuencia de esto, es el riesgo de un posible e indeseable debilitamiento que debe evitar a todo costo.

El antecedente partidista-confrontacionista es de larga data. Siempre ha habido divisiones por el poder. En algún momento, estas tuvieron su razón de ser en ideales y objetivos comunes. El país era un factor de amplia presencia en esa disputa. Buscaban un Proyecto de Nación mirando a la mejoría general. Es lo que indujo al presidente López Obrador a crear el partido que lo entronizó.

Aquí se halla otra de las crisis de Morena. Pues mientras su líder originario ha mantenido sus principios éticos y se empeña en realizar los programas que ha ofrecido, y da el ejemplo con una vida sobria y austera, otros olvidan esos fundamentos, asumiendo una posición distinta.

Esas personas, que no son pocas, se han convertido en los peores enemigos del hombre que ha soñado con la realización de una mudanza radical, verdadera y positiva para todos. Históricamente, toda revolución siempre ha tenido una contrarrevolución y una oposición, tanto interna como externa. Pero esta vez, el enemigo más fuerte, reacio y obstinado contra el giro, parece estar adentro.

En sus diez meses de gobierno, Andrés Manuel López Obrador ha enfrentado innumerables obstáculos y, objetivamente, se puede afirmar que en cada caso ha salido bien librado. El control que tiene sobre actores y factores de poder, es patente. Pero no se ve lo mismo en Morena, donde su ascendiente debería ser absolutamente indubitable.

Si la mayoría de los miembros de ese partido están sumidos en una crisis de identidad por no ser ni actuar como genuinos morenistas y si no se colocan resueltamente en línea con su líder, otra crisis de enorme dificultad es la de identificación-respaldo a éste, susceptible de dar al traste con lo que se propone.

Mientras unos y otro mantengan la diferencia del político que vive de la política y del que vive para la política; es decir, para sí/para los demás, el presidente López Obrador no sólo no tendrá el apoyo que necesita su Cuarta Transformación, sino que estará asomando el regreso de todo aquello contra lo que ha luchado.

SOTTO VOCE… Legalizar 18 millones de autos “chocolates”, es una decisión que debe ponderarse muy bien. La meta debe ser que todas las partes ganen… Alentadoras, las declaraciones de Nancy Pelosi de que el T-MEC está cerca de ser aprobado. Sería una gran oportunidad para que México aproveche ventajas comparativas y competitivas y se convierta en proveedor sustituto de muchos de los productos que vende China a la Unión Americana… Interesantes declaraciones, las del presidente del Consejo nacional de Seguridad Privada, licenciado Raúl Zapién, en torno a la Ley de Seguridad Privada.

 @mariobeteta

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