Han pasado 15 años desde que entré por primera vez a la redacción de EL UNIVERSAL. Desde entonces he cubierto desastres naturales como la gran inundación de Tabasco en 2007; masacres a manos del crimen organizado como el “bombazo” en el Metro Insurgentes contra el ” en 2008 y el incendio al en Monterrey, Nuevo León, que cobró la vida 52 personas en 2011.

Tras la  en 2014, viví en Guerrero casi cuatro meses, como enviado del Gran Diario de México. Pero sin duda la cobertura más intensa y emocionante, en la que he puesto todos mis sentidos y experiencia es la que realizo desde hace un año de un Presidente de la República: .

Hoy se cumple un año desde que el presidente López Obrador retomó sus “” -que inauguró como Jefe de Gobierno- en el año 2000.

Hace exactamente 365 días, en el equipo de EL UNIVERSAL reportábamos que a las 5:45 horas el Jetta blanco entraba a Palacio Nacional, para encabezar una reunión del Gabinete de Seguridad y luego realizar lo que él llama un diálogo circular con los medios de comunicación.

Así un lunes comenzó el reto de madrugar todos los días a las 4:30, y en buena lid, ser los primeros en la fila de la calle de Moneda para alcanzar las primeras dos filas de sillas cercanas al Presidente, de llegar con el estómago vacío y con la incertidumbre de saber si puedes soportar más de hora y media sin bostezar o cerrar los ojos.

Para los que vivimos en el sur, el Metro es el transporte ideal, para ir revisando las primeras planas y entre estación y estación pensar en las dos preguntas a las que -por reglamento- cada reportero o "youtuber", puede formular. Debo confesar que los primeros meses nuestras preguntas eran tímidas.

Miguel Ángel Bastenier, “Baste”, maestro de periodistas, solía decir que las conferencias de prensa no servían para nada, que ahí nunca iba a salir una buena nota, que el periodista debe hacer lo fundamental: investigar.

Pero ahí estábamos, aquí nadie se echa para atrás. Así pasaron los meses y poco a poco fuimos desenmarañando la narrativa de la 4T. En abril el periodista Jorge Ramos, en su estilo, prácticamente sostuvo un debate pactado con el titular del Ejecutivo. Ahí muchos nos soltamos.

En este año de trabajo y desvelo, he aprendido a coexistir con las voces aduladoras, con los emisarios de los grupos de interés, con quienes ven al Presidente no como un servidor público, sino como un hombre superdotado que no duerme, no descansa, que viaja por todo el país como en los tiempos de Luis Echeverría, y que incluso lo comparan con un atleta keniano.

También he sobrellevado el fastidioso trato de las llamadas “benditas redes sociales”. Esas que salen de la definición de “pueblo bueno” y que no entienden que el trabajo del reportero es cuestionar al poder.

Sí me han insultado, he sido objeto de intimidaciones y de supuestos videos donde presuntamente el “Presidente deja callado al reportero chayotero”, todo en el terreno virtual, pero la amenaza está latente.

Para El Gran Diario de México he trabajado 15 años, he cubierto casi todas las fuentes de los sectores Política, Justicia y Sociedad; he cubierto a los tres últimos presidentes de México; he reportado las manifestaciones más agresivas en Guerreo y la Ciudad de México.

Han pasado 365 días desde que iniciaron las conferencias mañaneras, he visto cómo el Presidente ha enfrentado cada una de sus crisis, he visto cómo la Cuarta Transformación desarrolla su narrativa, una muy diferente a la de Felipe Calderón o la de Enrique Peña Nieto.

Dicen que nadie quiere cubrir “las mañaneras”; dicen que el Presidente selecciona las preguntas; que los “youtuber” son los preferidos de este gobierno... no lo creo, “los cínicos no sirven para este oficio”.

Lo que sí sé, es que mañana me levantaré a las 04:30 horas, caminaré hasta el metro, haré fila en la calle de Moneda para ingresar al majestuoso salón Tesorería y hacer mis dos preguntas: “Buenos días a todos, Alberto Morales del periódico EL UNIVERSAL…”.

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