El 2020 comenzaba para muchos como un año más, con ilusiones, con propósitos, con agradecimientos, esperanza de una nueva vida, de cambiar cosillas que ya no nos gustaban, y abrir la puerta a otras posibilidades. Pero algo que se asomó a nuestras vidas desde el 2019 nos cerró casi todas las puertas en las narices: el covid-19.

Desde principios de año esa palabreja estuvo sonando cada vez con mayor frecuencia en los medios de comunicación. Comenzó a filtrarse también en las conversaciones entre amigos, en el trabajo, en la escuela. Llegó el punto en que el miedo por la llegada del virus a México era innegable, como el hecho mismo, y el mentado virus no dejaba de escucharse.

Llegó también el día en que los rumores se hicieron realidad, como los deseos en los cuentos de hadas, pero en este caso, resultó ser una pesadilla. China se confinó, Italia se confinó, España se confinó. Y así la mayoría de los países. México no, por supuesto. Aquí tuvimos una rascuache “jornada de sana distancia” que terminó siendo “responsabilidad individual”, cuando realmente quien tuvo que tomar todas las cartas en el asunto eran las autoridades sanitarias. Pero esa es otra película de (t)error.

A partir de entonces, todo ha cambiado bastante. Nuestras realidades han sido muy distintas a lo que nadie se habría imaginado. Y para poder apropiarnos esta nueva forma de existir, tenemos una herramienta que nos permite precisamente dejar en evidencia nuestro pensamiento: las palabras. Desde pequeños aprendemos palabras para poder apropiarnos del mundo. Aunque ahora parece que es el mundo el que se ha apropiado de nosotros, seguimos produciendo palabras que nos permiten expresar nuestra actualidad.

La Fundación del Español Urgente, promovida por la Agencia EFE y la Real Academia Española, lleva ya varios años nominando palabras que por algo han destacado a lo largo de los años, como “escrache” (2013), “selfi” (2014), “refugiado” (2015), “populismo 2(2016), “aporofobia” (2017), “microplástico” (2018) y los “emojis” (2019). Las nominadas de este año fueron “coronavirus”, “infodemia”, “conspiranoia”, “estatuafobia”, “tiktoks”, “resiliencia”, “teletrabajo”, y la ganadora: confinamiento, que ahora aparece en el Diccionario de la Lengua Española definida así: “aislamiento temporal y generalmente impuesto de una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad.”

Este confinamiento nos ha obligado a muchos a quedarnos sin trabajo, a permanecer en casa, a preocuparnos más por nuestra salud mental, a convivir día y noche con las mismas personas, y casi no ver a los amigos; y cuando se ha podido, ni pensar en abrazarlos. El confinamiento sacó lo mejor de muchos durante los primeros días. Se vieron muestras de solidaridad, agradecimiento al personal médico, ayuda al vecino. Pero también fue sacando poco a poco nuestra peor cara, porque todo tiene un límite y el hartazgo también se ha sentido: pérdida de relaciones personales, sentimientos de soledad, depresión, aumento de peso por no poder salir a ejercitarse.

Hemos aprendido mucho durante el confinamiento, como que no a todos nos ha tocado vivirlo igual. Lo que toca es seguir cuidándonos, respetar las medidas sanitarias, respetar a los demás. Ojalá que el 2020 se acabe ya, se acaben los confinamientos físicos, emocionales y económicos que a todos nos han dolido muchísimo. Ojalá que el 2021 sea como abrir una puerta de salida a una mejor realidad, al menos más esperanzadora. Feliz Año Nuevo.

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