Quizá el mayor acierto de Andrés Manuel López Obrador en campaña fue su capacidad de resumir en ideas y frases sencillas el hartazgo de una sociedad golpeada por la corrupción, los abusos y la indiferencia oficiales.

Supo tocar las fibras adecuadas, más que con propuestas concretas, con lo que los mercadólogos políticos llaman “ideas fuerza”.

Pero hubo un tema en el que ese enfoque nunca cuajó: el del perdón como respuesta a la profunda crisis de seguridad que enfrenta el país. Desde la campaña, la idea vaga de una amnistía fue mal recibida.

Una vez que obtuvieron el triunfo electoral, AMLO y su equipo sostuvieron en términos generales las ideas y slogans de campaña.

Si había una que necesitaba traducirse en una estrategia concreta era la de “pacificar” al país. No sucedió pronto. En la transición han seguido navegando con ideas pegajosas que carecen aún de soporte.

Como ninguna otra, su idea del perdón fue rechazada de manera unánime y contundente por sus principales receptores: los familiares de desaparecidos y las víctimas de la violencia.

Desde el primer foro de pacificación, en Ciudad Juárez el 1 de agosto, las víctimas y los colectivos rechazaron a gritos el perdón que les exigía López Obrador. Familiares de desaparecidos que se han topado durante años con la ineficiencia e insensibilidad de las autoridades de los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, lo interrumpieron varias veces con un impactante: “¡Justicia, Justicia!”.

La escena se repitió en todo el país, en los 16 foros en distintas ciudades de México e incluso uno realizado en Arizona. Lejos de ajustar, el presidente electo se mantuvo en la suya y hasta pareció querer colocarse moralmente por encima de ellos: “Yo sí perdono”, les dijo.

Este fin de semana, el equipo del próximo secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, quien ha tenido que plantar cara a los reclamos, anunció que decidió cancelar los foros con víctimas programados ni más ni menos que en Veracruz, Sinaloa, Tabasco, Morelos y Tamaulipas, cinco de las entidades más golpeadas por la violencia criminal.

La razón esgrimida está empapada de una insensibilidad que choca con el discurso de años de Morena sobre el tema: el senador morenista que lo anunció, Ruben Rocha Moya, dijo que Durazo se dedicará a trabajar en la estructura de la nueva Secretaría y “ya no puede estar atendiendo foros”. Luego dio una dirección de internet para que las víctimas manden sus propuestas.

Hasta ahora, la idea del perdón ha reprobado el examen de las víctimas. ¿Es el primer gran fracaso del sexenio, antes incluso de iniciar? Lo sabremos pronto, cuando el futuro secretario Durazo salga de este repliegue táctico —así me lo imagino— y puntualice su estrategia para enfrentar la crisis que heredan. Porque AMLO es presidente de facto, y en lo que a la violencia toca, no cabe más el mitin con “ideas fuerza” del ejército de paz, la guardia civil desarmada, los abrazos no balazos, los becarios no sicarios…

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