La semana anterior se habló en este espacio acerca de las cada vez más numerosas producciones audiovisuales con temáticas LGBT+ en las plataformas digitales, pues es evidente que la televisión abierta en México todavía se está quedando muy atrás en este sentido (bueno, en muchos). Es cierto que han existido personajes del colectivo en algunas telenovelas, pero sigue haciendo falta que las tramas sean completamente del ámbito de la diversidad sexual, y no se queden en las historias secundarias como tratando de cubrir una cuota. Recordemos que los medios educan; así que por ahí hay mucho trabajo por hacer.

Los dos títulos sobre los que se hablará ahora tratan acerca de la compleja relación que siempre ha existido entre la homosexualidad y la religión, en estos casos específicos, el cristianismo y el judaísmo.

Desobediencia, escrita y dirigida por Sebastián Leilo, está basada en la novela homónima de la escritora británica Naomi Alderman. Fue estrenada en 2017 en el Festival Internacional de Cine de Toronto. La historia gira torno a la tensa relación entre Ronit Krushka (hija de un importante rabino) y Esti Kuperman (miembro de la comunidad judía ortodoxa guiada por el padre de Ronit). La historia comienza con la muerte de un personaje, y gracias a ese fallecimiento la trama cobrará vida, y poco a poco se nos va revelando la verdad detrás de la apariencia, el rompimiento de la norma y la opresión de las pasiones reales de una de las dos protagonistas.

El reencuentro de ambas mujeres abre viejas heridas y evidencia la perspectiva desde la cual el judaísmo (en la película) contempla a la homosexualidad como un padecimiento mental. Mientras que Ronit decide alejarse totalmente de lo que va contra sus instintos y su forma de vida, Esti vive tranquilamente, pero a base de apariencias, unas que son muy importantes de mantener, pues su esposo está a punto de ser nombrado como el sucesor del difunto rabino cabeza de la comunidad.

Como la verdad no puede mantenerse oculta siempre, Ronit y Esti se permiten revivir la pasión que entre ellas nunca murió. Sin embargo, las consecuencias de esto irán mucho más allá que su ámbito privado. Los chismes circulan, las miradas juzgan, y las enseñanzas de la Torá retumban en los oídos de un hombre cuya fe le indica algo, y sus instintos otra cosa. Al final, mientras cavila las palabras de la escritura sagrada, reconoce uno de los regalos más grandes de Dios a los seres humanos: la libertad de elegir (obedecer o desobedecer los preceptos), y con un nudo en su pecho, acepta finalmente que Esti es libre de elegir, y que él podría no formar parte de esa decisión.

Boy erased, dirigida por Joel Edgerton, está basada en la vida de Garrad Conley. Su historia se ubica dentro de una comunidad cristiana de los Estados Unidos de Norteamérica, de la cual su padre es el pastor. Jared Eamons es un adolescente como cualquier otro, con intereses académicos, deportivos y profesionales. Su vida avanzaba tranquilamente hasta que comienza a sentir atracción por otros jóvenes. Con miedo, pero con la firme decisión de curarse acude a su familia y les cuenta la verdad, una verdad inaceptable para sus padres, a quienes pone en una situación difícil, pues las expectativas para un pastor cristiano y su esposa son altas.

Con el objetivo de enderezar a su hijo y llevarlo de vuelta hacia la verdad y hacia una vida virtuosa, lo envían a Love in Action, una supuesta institución cristiana que trabaja por todos los medios para curar la homosexualidad de las personas. Estas terribles terapias de conversión las basaban en el árbol genealógico de los “pacientes” y analizaban qué conductas había que cambiar; como si la homosexualidad se tratara de practicar conductas, y no de una parte inherente de la personalidad de la gente.

Los ojos de Jared y de otras personas se abren ante la realidad que se vive en Love in Action. La falta de profesionalismo queda en evidencia, pero a costa de la vida de personas que solo en el suicidio pudieron encontrar una salida. Jared, afortunadamente, llega a la reflexión de que ni sus conductas son malas, de que no hay odio, mal o enfermedad que lo lleve a sentirse así. Sino que, precisamente ahí es donde lo hacen sentir enfermo.

Mientras tanto, sus padres nos muestran, cada uno, la ruptura y la difícil reconciliación que tiene que llevarse a cabo entre la aceptación de la homosexualidad y la práctica de la fe que, según nos han dicho, no acepta a las personas por su orientación sexual o identidad de género.

Obras como estas son muy útiles para reflexionar acerca del papel que tienen las iglesias y la religión frente a la homosexualidad en el mundo. A pesar de que con el tiempo ha habido más apertura y aceptación hacia la comunidad, sigue calando que sean estas instituciones las que no terminan de abrazar por completo a los creyentes no heteronormativos. Si se supone que son quienes guían hacia la palabra de Dios, hacia la verdad y el perdón, ¿por qué siguen siendo ellos los que cierran las puertas o los que se otorgan el papel de juez para decir qué es pecado y qué no?

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