Un presidente con la mayor votación en la era de elecciones no organizadas por el gobierno, con mayoría en el Congreso, amplia legitimidad y aprobación popular, ¿qué necesidad tiene de arrollar a la minoría opositora para la designación de cuatro integrantes de la Comisión Reguladora de Energía?

Había cuatro puestos vacantes para comisionados, así que, como marca la ley, el presidente López Obrador envió cuatro ternas de aspirantes al Senado para que eligieran. Tras una comparecencia desastrosa ante los legisladores, en la que casi todos demostraron carecer de conocimientos básicos sobre los temas que deberán analizar y regular, fueron rechazados los aspirantes propuestos.

Para aprobar a los candidatos se requería una mayoría calificada en el pleno del Senado, por lo que Morena y sus aliados necesitaban forzosamente convencer al bloque opositor.

Ante ese primer rechazo, la ley obligaba a que el presidente enviara “otras ternas”. Envió los mismos nombres: once de los doce rechazados. Es decir, no envió “otras”. Era previsible que serían rechazados de nuevo. Lejos de buscar un entendimiento con la oposición, el presidente descalificó a los que no quisieron a sus candidatos y dijo que su negativa era porque querían que fueran “achichincles”. Justo lo que los opositores dicen de los propuestos: que serán achichincles del presidente y le dirán a todo que sí.

Ayer fueron rechazados de nuevo, en una sesión llena de descalificaciones e insultos, e incluso una acusación de que Morena falsificó la firma de una legisladora ausente para sacar el trámite.

El truco es que la ley establece que si las segundas ternas enviadas son también rechazadas, el presidente queda en libertad de designar directamente a los cuatro comisionados.

Hay una discusión legal en el sentido de que no envió “otras” ternas sino las mismas y burló el “espíritu” de la ley. El lopezobradorismo alega que no hay ninguna violación legal. El hecho es que el presidente no estuvo dispuesto al acuerdo y prefirió hacer una interpretación por lo menos tortuosa de la ley para imponer su voluntad.

Pero atendamos a lo que declaró el presidente del Senado, el morenista Martí Batres: que la discusión es en realidad ideológica porque el nuevo gobierno quiere una composición diferente en los órganos reguladores, un perfil de comisionados que protejan a las empresas del Estado y no a las empresas privadas del sector energético, a diferencia de perfiles neoliberales que la oposición quería mantener.

Es decir, para el presidente López Obrador esta batalla no era tanto por su autoridad sino por su idea de que el país ya dejó atrás la era del neoliberalismo y él representa una exigencia de un nuevo modelo económico.

Esta vez el presidente se impuso “a lo ganso”. Pero aún tienen los opositores batallas pendientes en las que sus votos son indispensables. La reforma de la reforma educativa es la más inmediata.

SACIAMORBOS. En la entrega de antier, “Pacta Sunt Servanda (o cómo Bartlett puede tirar otro sistema)” tuve un error: puse que los ductos al final se los quedaba la CFE, pero no es así, se los quedan los privados. Es decir, están bajo el principio BOO y no BOOT (siglas, no onomatopeya, por Built, Own, Operate and Transfer). Esto no cambia en nada la argumentación de la columna ni su crítica central, pues el tema no fue la propiedad final de la infraestructura sino el efecto de no respetar sin argumentos sólidos los compromisos contractuales que, por cierto, la CFE ha anunciado con todas sus letras que quiere renegociar.

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