¿Qué haría Marcelo Ebrard si fuera presidente de México?

Cuando hace 16 años le pregunté qué haría como jefe de gobierno de la Ciudad de México, puesto por el que contendía, me respondió que daría todos los derechos a todos: a las mujeres, los gays y los trans; amén de que haría del Zócalo un corazón vivo de la ciudad: fiestas de 15 años para cientos de niñas, bodas para cientos de parejas, un anillo de hielo para patinar en invierno y una playa para bañarse en verano.

No le creí nada. Me pareció un político progre francés en el país equivocado. La equivocada fui yo: lo cumplió todo. La capital del país se volvió en efecto una isla de libertades.

Una madrugada de invierno, una famosa politóloga llevó a sus hijos a patinar al anillo de hielo del Zócalo. Marcelo se lo había mandado abrir, para que los jóvenes patinaran a placer en solitario.

Lo que a mí me afinó la idea de cómo Marcelo piensa el poder: como un distinguido funcionario, que al tiempo que abre libertades para el vulgo en la calle, se reúne en los pent-houses con las elites para cenar o para discretos eventos VIP –es decir, para patinar a placer y en solitario por proyectos elegantes de expansión económica.

No es casualidad que en la Ciudad de México nunca se levantaron más edificios de lujo que en los años de la regencia de Marcelo. La ciudad creció hacia el cielo en Avenida Reforma y en la nueva zona de Santa Fe –y empezó a verse como correspondía a la capital de la economía número once del mundo. Sí, éramos por entonces la economía once del mundo.

Hoy mismo, Marcelo el candidato a la presidencia, replica su estilo de Izquierda VIP: su campaña consiste en reuniones en las cimas con las élites, mientras su ausencia entre las masas de la calle es total.

Marcelo no da entrevistas, excepto a sus amigos de Televisa y de Bloomberg. Marcelo no se digna a explicitarse con el periodista inquisitivo y para la gente normal —y se reserva su proyecto de país para sus cenas de élite. En lo más álgido de la pandemia, Marcelo fue quién acordó con las dirigencias de otros países la compra de los millones de vacunas que nos salvaron en México a millones, pero no se apareció nunca en las vacunaciones masivas al vulgo.

Lo dicho, Marcelo Ebrard es la Izquierda chic de pent-house. Dicho a nivel de geometría ideológica, es el ala Izquierda neoliberal: derechos y libertades irrestrictos para las mujeres, los trans y los gays —y también para esa otra minoría que son los multibillonarios.

Lo que lo contrasta con la otra candidata a la presidencia con posibilidades reales.

Claudia Sheinbaum diario baja a la calle, se mezcla con la gente del mercado o del metro, inaugura obras públicas siempre en zonas proletarias y conciertos de rock en el Zócalo con La maldita vecindad, cada día su voz se engrosa y se vuelve más fluida en los mítines de pueblo, al parecer la actividad que más la emociona, y el más relevante contraste con Marcelo: Claudia sí ha comunicado abiertamente cuál sería su proyecto de país de llegar a la presidencia, y es un proyecto de Izquierda amplio. Sí, progresista, pero también de beneficio a la clase trabajadora.

En la editorial que escribió para The Economist, dato no menor: lo escribió en inglés, la doctorada de la Universidad de California en Berkeley, la universidad más progre del planeta, afirmó que México debe volverse un Estado de Bienestar, con servicios excelentes y gratuitos de medicina y educación, lo que de forma inevitable plantearía una reforma fiscal, para aumentar los impuestos a los multibillonarios.

Hasta hoy, Marcelo juega el juego de la sucesión como si viviéramos en tiempos del PRI. Se reserva, visita a las elites y no explicita su visión para el país: no se mueve mucho, para no salir en la foto movido, y está en espera del dedazo del presidente López Obrador. Craso error: estos no son tiempos del PRI: la elección sí la decidirá la gente en la calle: vaya, incluso será la gente quién elija al candidato de Morena.

Google News

TEMAS RELACIONADOS