Texto: Cynthia Villalón

Cuando el investigador mexicano Jesús Fuentes Rodríguez llegó a Eritrea, en África; las autoridades le dijeron que no saliera de noche, que no caminara sólo y no portara joyas, cámaras ni tarjetas de crédito. “Incluso me pusieron un guardia que era muy incómodo”, recuerda. La guerra entre Etiopía y Eritrea, había terminado pero gente armada transitaba todavía en las calles.

Aunque las dos regiones son áridas, Eritrea no se compara con Saltillo, su ciudad natal. Muy cerca de Asmara, la capital del país, hay tramos de desierto que se combinan con verdes colinas cubiertas de hierbas silvestres.

El país pertenece al continente africano, la región con más hambre en el mundo, en donde una de cada cuatro personas tiene desnutrición, según el Programa Mundial de Alimentos. El problema también es grave cuando se trata de animales. Es común la muerte de bovinos, caprinos, equinos y camellosporque no tienen alimento; en las granjas de Eritrea, no se come diariamente.

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El coahuilense Jesús Fuentes pasó años viajando a África para mostrar el nopal como una opción de alimentación. Cuando era niño, nunca pensó que la planta que es el símbolo nacional lo llevaría a otro continente. En ese entonces a él sólo le gustaba estar cerca de los animales en el rancho de sus abuelos, ordeñar las vacas y cuidar cabras. “Me dicen mis padres, en paz descansen, que desde chiquillo me gustaba ver el ganado y acompañar a mis abuelos”, recuerda.

Incluso, desistió de su idea de ser médico, igual que su padre, porque prefirió dedicarse a la salud animal porque le gustaba estar en el campo. Por eso decidió estudiar Ingeniería Agrónoma Zootecnista en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, una de las más importantes universidades especializada en agricultura de América Latina.

En México, Fuentes Rodríguez vivía en una de las zonas más áridas y con sequía del país. Él quería alimentar animales con los recursos disponibles, y después de probar con varios residuos de comida, como corazones de manzana, las plantas como el maguey y el mezquite fueron la mejor opción. 

Meses después, en Nuevo León, recibió la invitación de un representante de la FAO para viajar a África ya que ahí tenían grandes expectativas sobre el nopal como recurso alimentario. Así fue como en el 2000, hizo su primera visita a Eritrea. Aquel país había terminado la guerra con Etiopía, y durante un par de años, permitieron que la planta creciera sin control en los campos.

 

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En África los nopales, conocidos como Opuntia o Pinkly Pear Weed, y en ciertas regiones aún son vistos como una  plagaque ocupa espacios útiles para otros cultivos.

Jesús estuvo más de 30 horas a bordo de un avión para llegar y pasó por tres continentes en sólo dos días, nunca había hecho un viaje tan largo. Tras cruzar practicamente todo el mundo, finalmente llegó a Asmara y se maravilló al ver una tierra tan distante a lo que conocía. “Yo iba con mucha ilusión de que pudiera ser de utilidad lo que yo sabía”, recuerda.

Llegar a África fue enfrentarse a una tierra completamente distinta, si bien estaba acostumbrado a vivir en clima seco, la tierra árida de Eritrea era diferente. Pero la gente fue cálida con él, los productores estuvieron dispuestos a escuchar sus consejos con un traductor como intermediario. 

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“El recibimiento fue excelente, había mucha apertura de la gente al saber que yo era mexicano y que el nopal es mexicano, muchos no lo sabían”, explica el investigador.

Así que, desde el primer viaje,  exploró las variantes que podían comerse, y Jesús demostró a los granjeros que vacas, camellos y cabras podían consumir el cactus mexicano como alternativa para alimentarse diario y no morir. “La forma en que el camello mueve el hocico, evita que se lastimen los labios con las espinas, es conveniente para ellos”, detalla el especialista.

El investigador de la UAAAN pasaba seis semanas en cada país, enseñaba a granjeros a construir chamuscadores de espinas con materiales caseros, para que ellos mismos pudieran limpiar la planta y otras técnicas, también colaboró en investigaciones académicas, dio charlas en universidades y promovió el cactus. Finalmente regresaba a ver los resultados.

“Gracias al equipo de expertos, en Eritrea también aprendieron la ingestión de nopalitos, en salmuera y vinagre, todo para incluirlo en la alimentación humana”, menciona el doctor Fuentes.

Nopal, futuro de la alimentación

El nopal representa una esperanza para granjeros y pastores en tierras tan áridas, especialmente con las pronósticos que el cambio climático ha dejado, explica Taguchi. “Está estimado que las regiones áridas y semiáridas del mundo se volverán más secas en las siguientes décadas. El 40% del mundo son tierras áridas y más de 2 billones de personas viven en estas áreas, hay esperanza de que la opuntia contribuya significativamente hacia la seguridad alimentaria”.

Antes de llevar la investigación a otros lugares; en el norte de México durante épocas de sequía, alimentaron colonias enteras de ganado con plantas de zonas áridas y el modelo tuvo buenos resultados. Fuentes Rodríguez explica que este cactus ofrece muchos beneficios para todos los organismos vivos por su alta concentración de fósforo, calcio, fibra y porque tiene una alta digestibilidad. Ayuda a la diabetes en los seres humanos, baja el colesterol y de él se obtiene una alta concentración de nutrientes. Sin embargo, para su uso forrajero, debe ser adicionado con proteínas pues sólo posee el 4% de estas sustancias.

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En 2017, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, expresó que las opuntias eran el alimento del futuro y que con frecuencia, estaban infravalorados en los países donde están presentes. Durante una de las más intensas sequías en Madagascar, los nopales fueron las principales fuentes de alimento tanto para humanos como para la ganadería.

“En los años recientes, la FAO recibe más solicitudes de  países en desarrollo para apoyo en el cutivo”, comenta la oficial de agricultura.

Aunque recientemente surgió un interés por aprovechar este recurso,  no sabían exactamente cómo hacerlo; en Eritrea tienen alrededor de 40 mil hectáreas del nopal silvestre que no son utilizadas para consumo humano.

Si bien, la planta es  originaria de Mesoamérica, tras la conquista comenzó su expansión por todo el mundo y fue llevada a Europa por los españoles, que a su vez la llevaron a África. Los marineros acostumbraban llevar tunas para evitar el escorbuto, una enfermedad producida por el déficit de vitamina C.

Hoy en día se cultiva en decenas de países, algunos cuentan con plantaciones más grandes que las de México y pueden aprovecharse de muchas formas, según la página de biodiversidad del gobierno mexicano.

En sus viajes, Jesús Fuentes Rodríguez notó que alrededor del mundo hay un especial  interés hacia el uso alternativo de esta planta mexicana debido a sus múltiples beneficios: países árabes venden productos de nopal molido como suplementos alimenticios, shampoo, aceite y otros productos, “se utiliza prácticamente para todo”

Sin embargo, por lo sólo se consumen las tunas, que son un fruto codiciado,  y el resto de la planta se  desecha; en el portal inglés Fine Food Specialist una sóla pieza cuesta sesenta pesos mexicanos.  “En Europa comen la fruta, pero no consumen nopalito, eso es exclusivo de México y algún otro país de centroamérica como Guatemala. Lo que tratamos es lograr que se incluya en la alimentación humana, especialmente en países en vía de desarrollo, como es el caso de los países africanos”, explica el investigador.  Makiko Taguchi, oficial de la FAO comenta por su parte que a pesar del interés generalizado por este cactus,  ella ha visto un auge mucho mayor en la alimentación animal. 

 

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Entre México y África 

Hasta ahora, Fuentes Rodríguez ha llevado sus conocimientos del nopal hasta países como Zimbaue, Angola, Sudáfrica,  Namibia y Argelia, pero continúa brindando capacitación y asistiendo a reuniones para decisiones futuras. Sus más recientes proyectos han sido en Chile y en países árabes como Argelia, Túnez y Marruecos. Incluso fue invitado a China para diseñar un modelo de aprovechamiento de lirio acuático, ya que esa planta representa un obstáculo en algunas vías de comunicación marítima.

Por su parte, el doctor continúa realizando investigación aplicable para las zonas más áridas del país, por ejemplo, en Zacatecas enseña a hacer bloques nutricionales para conservar más tiempo la comida. Además, es el coordinador de la región de Norte América de la FAO y el Centro Internacional de Investigación Agrícola en Zonas Áridas (ICARDA).

En cuanto a la experiencia de estar viajando entre ambos continentes por más de diez años, dice sentirse satisfecho porque sus trabajos han trascendido más allá de México y afortunado por la oportunidad de llegar a lugares tan distantes.

“Extrañaba mucho el chile, eso sí, pero en algunos países sí lo comen”, recuerda el doctor Jesús Rodríguez, a quien le encanta viajar a pesar de todo el sacrificio que esto requiere, y no dejará de hacerlo, pues cada tres años continúan las reuniones entre investigadores de todo el mundo y  las estancias intermitentes desde hace dieciocho años. “Para mí todo fue fabuloso, no sólo en lo técnico, también en el aspecto cultural y culinario. Fue muy interesante y ahora tengo muchos amigos por allá”, reconoce el investigador con alegría.

“Es una satisfacción muy grande poder llevar el emblema nacional y ver que ellos pueden aprovecharlo en países tan lejanos”, concluye el investigador.

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