Es exagerado ubicar a la Copa Oro como la primera gran prueba de Gerardo Martino al frente de la Selección Nacional, pero es lo que hay. La congruencia con la que ha manejado al equipo en estos cuatro partidos, todos contra rivales sudamericanos, con un balance positivo, pese a que ayer contra Ecuador hubo lapsos en los que no se vio tan bien, es resaltable. La competencia regional debería ser una rutina, un camino tedioso recorriendo Estados Unidos de oeste a este, de sur a norte, pasando por seis ciudades.

Parece que lo más complicado del torneo de la Concacaf es este peregrinar, más parecido a una caravana de circo que a un equipo de futbol. Ese afán de explotar la presencia de la Selección hace que, desde que inició el trabajo de preparación hasta el final de la Copa Oro, hayan acumulado más de 14 mil kilómetros de viaje, más de lo que hicieron el año pasado yendo a Moscú (10 mil 713 kilómetros).

Es decir, desgastante e ilógico, pero sigue siendo la “gallina de los huevos de oro”, producto que ni Donald Trump puede frenar con su demostrado racismo.

Todo esto, sumado al pobre nivel en partidos amistosos de los que podrían competirle por el título, como Estados Unidos, que sumó dos derrotas en esta Fecha FIFA con Jamaica y Ecuador; Costa Rica, cayendo con Perú, y Honduras masacrado por Brasil 7-0, deben regresar a la Selección a la consecución de su título 11 en la Concacaf.

Y mientras se echa un ojo, con gran envidia, a lo que pasará en Brasil con la Copa América, la Selección no debe tener pretexto alguno para demostrar su hegemonía. Todo está dado para ganar, gustar, golear y hasta humillar a sus rivales en Estados Unidos.

Así que empieza la semana de preparación para regresar al escenario donde fueron eliminados hace dos años por Jamaica. Curiosamente, se abre en Pasadena, pero contra un seleccionado que su máximo logro es jugar unos cuartos de final de Copa Oro; es decir, nada.

El caso de los jugadores que se han negado a participar en Selección debe ser otro de los puntos de inflexión. No vale la pena ni mencionarlos, pero nada tiene que ver con Hirving Lozano y Miguel Layún; éste último es un ejemplo de honestidad, porque mientras muchos le juzgaban como un desertor por solidaridad a su amigo del West Ham, él nunca habló, hasta que lo tuvo que hacer por medio de sus redes sociales y silenció críticas llenas de mentiras.

Miguel Layún debería ser un ejemplo a seguir por futbolistas que se suben a un ladrillo de fama.

Cuando regresó por su paso en Italia y empezó a jugar con América, fue el sujeto más criticado de la historia reciente del equipo, pero en vez de enfurecerse con quienes seguían con el “todo es culpa del Layún”, entendió, asimiló y demostró que —con humildad y honestidad— se puede salir adelante, sin que la víscera le gane y, sobre todo, demostrando que en el deporte se puede ser bueno o malo, ganar o perder, pero siempre la humildad debe estar por encima de todo. Él no presume su dinero ni sus éxitos, presume que le fue extirpado un tumor cancerígeno y todos debemos celebrarlo.

Con todo esto, arranca una Copa Oro y, al ver al sur, nos debe seguir dando envidia, de la buena y de la mala.

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