Míchel ha dirigido 395 partidos en su carrera como entrenador. Solamente en Grecia, con el Olympiacos, ha tenido resultados que lo llevaron a ser campeón: dos Ligas y una Copa. En todos los demás equipos, no consiguió nada y tiene un promedio de 50.63% de efectividad. Es decir, nada del otro mundo.

Su carrera como entrenador es ya de camino largo. Desde que apareció en 2005 como entrenador del Rayo Vallecano de Segunda División, prácticamente ha estado sin descanso, pasando por el Real Madrid Castilla (de 2006 a 2007), Getafe (de 2009 a 2011), Sevilla (de 2011 a 2013), Olympiacos (de 2013 a 2015), Olympique de Marsella (de 2015 a 2016) y su más reciente trabajo en Málaga, de donde fue cesado en enero de 2018.

Es decir, en ningún equipo ha logrado mantenerse más de dos temporadas, mismo término por el que se comprometió contractualmente con los Pumas. ¿Es una buena apuesta?, ¿es mejor contratar a un entrenador que ni idea tiene del futbol mexicano que confiar en uno de casa?, ¿no merecían ese lugar Israel López, entrenador de la Sub-20 o Carlos Cariño, entrenador finalista del torneo Sub-17?, ¿o incluso Carlos Humberto González, aquel fortachón defensa central que hizo campeón —hace unos días— a la Segunda División del club?

Sin duda que los entrenadores hechos en Ciudad Universitaria merecen ser tomados en cuenta y darles —tarde o temprano— la oportunidad de dirigir al primer equipo. O bien, quienes ya están rondando en otros lugares, como Jaime Lozano en la Selección Sub-20, o también se valdría apostar por experimentados y exitosos como Ricardo Ferretti o Guillermo Vázquez. Todos, surgidos de entre sus filas.

Lo de Míchel, pese a lo anterior, no es una mala apuesta. Por lo menos no está en esa lamentable baraja de entrenadores reciclados, quienes —sin haber ganado algo— están rondando como buitres para acercarse al equipo en crisis, sin importar ideologías o sistemas de juego.

O aquellos colocados estratégicamente en las televisoras para ser vistos y dar el paso al banquillo. Por eso, que venga el español a tomar un lugar en el futbol mexicano es loable y entendible para Pumas, porque —a diferencia de sus paisanos de reciente incorporación a la LigaMX:Paco Jémez y Pako Ayestarán—, en el caso de Míchel sí se justifica su presencia.

Simplemente, Jémez tiene en su carrera un porcentaje del 28.11% de los puntos ganados, dirigiendo a equipos de poca monta como AlcaláGranadaLas PalmasRayo Vallecano y el grave error de aceptarlo en Cruz Azul. Los números de Ayestarán son un poco más altos; tiene 39.69% de los puntos ganados sobre los disputados en los equipos ValenciaLas PalmasMaccabi Tel AvivTecosSantos y Pachuca, y aún así fue un rotundo fracaso en la Liga MX.

Jesús Ramírez —con el consejo de Hugo Sánchez— decidió por Míchel, olvidó a los de casa. El proyecto auriazul es combinar jóvenes de la cantera con extranjeros de calidad. Si sigue en pie, deberá trabajar cercanamente a Israel López y Carlos Cariño, porque en Pumas no se pueden dar el lujo de volver a equivocarse, como lo hicieron con Bruno Marioni.

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