Aranda es un perro sin raza, “uno de la calle”, dice Rodrigo Estrella. Él rescató a esta cachorra cuando sólo tenía tres semanas de nacida; la encontró al borde de la muerte en los escombros de un edificio derrumbado por el terremoto del 19 de septiembre.

Tras recuperarse, Aranda ahora entrena para ayudar a los bomberos.

“Cuando la rescatamos la alimenté y la cuidé. Me di cuenta de que es sumamente ágil, entendida, inteligente. Le hice las pruebas de temperamento y aptitudes, y las pasó sorprendentemente. El día de hoy está entrenada para ser bombero”, expresa el rescatista y etólogo en referencia al adiestramiento que su perro ha recibido en el Centro de Capacitación La Posta, una escuela con más de 20 años de antigüedad.

El terremoto no sólo cambió la vida de hombres y mujeres, también la de Aranda: antes de cumplir un mes de nacida perdió a su madre biológica y a sus dos hermanos. Igualmente su dueña falleció bajo los restos de su propia casa; lo único que Rodrigo Estrella supo de ella es que también era una protectora animal.

Así fue como la vida de esta cachorra dio un giro de 180 grados. Lo que parecía ser una existencia tranquila se convirtió en edificios en llamas, explosiones, altas temperaturas y extintores.

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Fuentes consultadas en el Heróico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México explicaron que estos animales son de gran ayuda para rescatar personas debajo de escombros provocados por incendios y terremotos.

“Los perros nos ahorran mucho tiempo. Cuando los metemos a un área de desastre de aproximadamente 800 o mil metros los canes localizan algo hasta en tres minutos. Hemos comprobado en las prácticas que en un escenario similar 30 personas no logran encontrar lo mismo que el perro”, explica Andrés Ávila, encargado de la unidad canina de los bomberos de la capital.

Y aunque el experto asegura que en México no hay perros que entren a incendios mientras las llamas siguen vivas, Rodrigo Estrella explica que la capacitación de Aranda en La Posta incluye entrar a edificios durante las catástrofes:

“Ella ha estado en escenarios reales buscando personas dentro de incendios. Su labor es entrar en un edificio y asegurarse de que no hay seres vivos dentro y en dado caso poderlo asistir”.

Fire Service Plus, empresa que por 30 años se ha dedicado a la investigación y desarrollo de productos para sofocar incendios, ha apoyado al rescatista en la realización de sus entrenamientos y los de su canino.

“Nosotros le proporcionamos una espuma especial que se le debe poner al cachorro; si te la rocías cuando quedas atrapado en un incendio declarado permite que no te quemes”, comenta Ramón Medina, miembro de Fire Service Plus.

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Otras medidas de precaución que Rodrigo Estrella toma para proteger a su canino es hacerlo trabajar en zonas de bajo riesgo, donde las llamas no le causen daño. Asimismo, para proteger a Aranda de la radiación del fuego es necesario vestirla con un traje, el cual ya se está diseñando.

De complexión pequeña y con un gran olfato, la cachorra podría ayudar a rescatar personas en incendios cuatro veces más rápido que en el tiempo normal.

El canino inició sus pruebas de temperamento y aptitudes cuando tenía tres meses. En un inicio todos pensaron que podría ayudar en terapias de niños con autismo, pero cuando su dueño se topó con una casa en llamas cambió todo.

“Me la empecé a llevar conmigo a trabajar, íbamos a asistir a un perro atropellado y nos encontramos una casa incendiada. Hablé con la persona del domicilio para que me permitiera entrar; primero se sorprendió porque vio que le puse la correa a un perro, y cuando ingresé con ella y salí caminando el dueño de la casa se quedó muy sorprendido. Me preguntó si el animal no le tenía miedo al fuego”, comparte el protector de animal.

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A pesar de que se trató de un incendio pequeño, Rodrigo Estrella señala que en ese momento identificó las capacidades del animal para realizar labores de rescate: “Ella ya tenía un entrenamiento básico y empezaba a encontrar animales, frutas y otro tipo de cosas. Al momento de probarla me di cuenta de que era ideal para esas tareas porque entró siempre pegada a mí y volteaba a ver las llamas, pero no se espantaba. Entendió que debía ayudarme a buscar algo”.

Esta situación también puso a prueba al rescatista, pues él no tenía experiencia en labores dentro de incendios. “Aunque yo nunca me voy a asumir como bombero, porque no tengo ni tendré su misma experiencia, sí me dará gusto ayudar en lo que pueda”, dice.

Aranda finalizará su entrenamiento en los próximos meses y recibirá su certificado de perro bombero, aunque “aún faltan las pruebas más duras. Los entrenamientos en La Posta son controlados, pero se simulan incendios reales en casas y diferentes instalaciones con fuego real, combustible real. Hay ejercicios en los cuales personas con equipo, tanque de oxígeno y todo, están dentro del incendio, simulan ser una víctima y hay que encontrarlas”.

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Este canino es uno de los más de 64 animales que Rodrigo Estrella rescató en escombros y edificios inhabitables durante las semanas posteriores al 19-S. Junto con su perro rescatista, Yona, el etólogo trabajó en conjunto con bomberos, policías, militares, marinos y miles de mexicanos que se integraron a las brigadas de ayuda.

 

Apoyo y precaución

“Los perros de incendios se utilizan para saber si el fuego fue provocado. Son perros a los que se les entrena para aprender a olfatear sustancias como gasolina o queroseno, y son usados para saber si el incendio fue provocado o no, pero en nuestro país no lo hay”, dice en entrevista Andrés Ávila, bombero tercero de la estación de la delegación Benito Juárez en la CDMX.

El encargado de la unidad canina pone de ejemplo a los cachorros utilizados por las autoridades estadounidenses, quienes se apoyan en estos animales para realizar peritajes y optimizan la investigación en cuanto a tiempo y eficiencia.

También señala que actualmente en la capital hay al menos siete perros, pero todos se encuentran en proceso de jubilación. Según el experto, estos animales deben trabajar siete años y después se les debe dar descanso.

El beneficio de contar con caninos para labores de rescate se explica por su olfato, pues “difiere y es mucho más fino que el nuestro. Nosotros tenemos cinco millones de células olfativas, mientras estos animales tienen 300 millones aproximadamente”.

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Para Andrés Ávila los perros capaces de entrar a incendios aún no existen en México porque “no han sido necesarios. Nosotros mismos podemos encontrar a las personas con vida”.

Sin embargo, si Aranda finaliza su entrenamiento esto podría cambiar. Ramón Medina, de Fire Service Plus, explica que un canino también puede adentrarse a un incendio “porque el humo tiende a subir, entonces el perro al estar abajo respira menos contaminantes”.

 

El apoyo se terminó

Rodrigo Estrella es fundador de Star Dog, una escuela de entrenamiento para perros rescatistas y de servicio. Ahí, más de 250 caninos registrados son preparados para ayudar en terapias de niños con autismo, salvar vidas en derrumbes y ahora a rescatar personas en incendios. Además, todos los animales que entrenan ahí tienen un punto en común: eran de la calle o fueron recuperados de contextos violentos donde los maltrataban.

El etólogo también es creador de la fundación Animales perdidos, encontrados y en Adopción A.C, institución en la que aún cuida a 64 animales que rescató durante el sismo, pues dice que “muchas familias no han regresado por sus mascotas porque siguen durmiendo en la calle o porque en los edificios donde ahora viven no les permiten tenerlos”.

Rodrigo Estrella ha vivido un año complicado, pues indica que después del 19-S el apoyo se terminó. Él se dio a conocer porque salvó la vida de dos personas atrapadas en derrumbes provocados por el siniestro. Lo hizo junto a su perro rescatista, Yona, e inmediatamente empezó a recibir comida para animales, instrumentos de limpieza o donaciones económicas.

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“Los mexicanos somos un país de memoria corta. La primera semana todo mundo ayudaba y al día de hoy nadie lo hace. Esto no acaba en un rescate, acaba una vez que la gente retoma su vida y todavía hay cientos de familias que no lo han hecho. Ya estamos a un año del sismo y dónde quedaron los recursos federales, dónde está la gente que salió a mover escombros o quienes estaban repartiendo sándwiches”, expresa.

En su caso, dice, ya no le han llegado recursos para sostener sus actividades y ha tenido que costear de su propia bolsa los cuidados de los animales rescatados durante las semanas posteriores al terremoto. Además, ha seguido con sus brigadas para salvar mascotas maltratadas.

Y a pesar de todo eso, se dice convencido de lo que hace: “El 99 por ciento de las cosas que me pasaron en el sismo fueron positivas. Tuve oportunidad de poner más empeño al entrenamiento de mis perros y seguir creyendo en lo que creo: la protección civil, el respeto y la cultura animal”.

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