Con niveles de aceptación en constante declive desde hace un mes, pero todavía muy altos en comparación con periodos similares de sus más recientes antecesores, el presidente López Obrador cumplirá el próximo lunes un año de su arrasadora victoria electoral y siete meses de gobierno. Los dos momentos no tienen frontera, pues no se olvide que AMLO empezó a ejercer el poder y a tomar decisiones de gobierno al día siguiente de aquel tsunami electoral.

Según el tracking poll que realiza diariamente Consulta Mitofsky, la aprobación ciudadana está hoy en 60%. Hace un año llegó a la elección con una preferencia electoral de 53%. Cuando tomó posesión el primero de diciembre pasado, la aprobación ciudadana era de 64% y rápidamente la subió a 67%, el puntaje más alto.

En ese, su mejor momento, había logrado contener el rechazo que generó la cancelación del NAIM con medidas simbólicas como la de abrir Los Pinos al público, prescindir del Estado Mayor Presidencial, viajar en aviones comerciales y vender el presidencial, así como bajarse el sueldo y los de la alta burocracia.

Desde abril, cuando seguía con una aprobación de 64%, se registra un declive constante que marcó 63% al inicio de este mes hasta llegar al 60% de hoy. Esa tendencia a la baja marca sus peores momentos y coincide con el aumento de las cifras de la inseguridad y la violencia (problema que prometió contener en los primeros 100 días de gobierno) y con el acuerdo migratorio que firmó con Trump.

En sus primeros seis meses de gobierno, Fox traía aprobación similar, pero siempre con una tendencia a la baja; Calderón contabilizaba números más bajos pero que empezaron a subir (no más allá de 60%) luego de que sacó al Ejército a la calle para combatir al narcotráfico; y Peña Nieto, que jamás alcanzó una aprobación superior a 50%, iba en franco declive.

De manera que AMLO no llega en su mejor momento al año de la victoria electoral y a los siete meses de gobierno. Arriba con un país desdichadamente polarizado, con una economía a la baja, con una mala relación con el sector privado, con varios sectores disgustados por el ajuste al gasto y otros más en espera de que les llegue lo ofrecido; con un gobierno que, obsesionado con la austeridad y la lucha contra la corrupción, demora el gasto público y con no pocos colaboradores que no avanzan a la velocidad que ha querido imprimir a sus acciones, desde el momento mismo que ganó la elección.

Pero su proyecto avanza: la política social redirigió apoyos a grupos olvidados, el combate a la corrupción ha dado señales de que va en serio (aunque hasta ahora sin poder atrapar a peces gordos que envíen la señal de que acabó la impunidad), y las decisiones (buenas o malas) las toma y se debaten públicamente como nunca.

Hay quienes opinan que tal proceder rompe con instituciones. Barrer con todas, ciertamente, no parece ser lo mejor ni lo correcto. Pero esas rupturas (inevitables si lo que se pretende por mandato de las urnas es un cambio de régimen) son las que hacen pensar a muchos que la 4T está en marcha.

Otros creemos que faltan resultados tangibles para considerar que es así y que la prometida cuarta transformación tiene los tamaños históricos de las tres anteriores: Independencia, Reforma y Revolución.

En lo personal no creo que AMLO esté tanteando. Es un animal político (en el sentido aristotélico del término), un pragmático y con clara visión de lo que quiere para el país. Pero le falta dar el paso que lo convierta en estadista. O, dicho de otro modo: ya conquistó el poder, pero le falta domar al gobierno. Urge, por lo tanto, que determine las políticas públicas que ordenada y eficientemente lleven a buen término los cambios que propone.

Ojalá que la celebración convocada para el lunes no solo quede en el bailongo y en su discurso defina, corrija y cambie lo necesario para conjurar ese sentimiento que no deja de abrumar al país entero: la incertidumbre.

Instantáneas: 1. MEDICINAS. Si no hay cambio de última hora o una nueva posposición, la Secretaría de Salud dará a conocer hoy a las cinco de la tarde a los ganadores de la licitación para la compra consolidada de medicamentos para el segundo semestre de este año. Al final se bajó la empresa Solfran, propiedad del superdelegado federal en Jalisco, Carlos Lomelí Bolaños. La Secretaría de la Función Pública informó hace unos días que era investigado por presunto uso de influencias políticas para convertirse en proveedor de medicamentos del gobierno federal. Se dijo que los resultados se darían a conocer antes de conocerse el fallo de la licitación. De ser así, tendría que conocerse hoy mismo a las cinco de la tarde.

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