Dentro y fuera del gobierno federal se preguntan por qué el Presidente se empeña en proteger a Manuel Bartlett, a pesar de que este mancilla el discurso anticorrupción con el que llegó al poder y pone en duda su proyecto de nación. ¿Le debe algo Andrés Manuel López Obrador al director de la Comisión Federal de Electricidad? ¿Le sabe algo el político poblano de 84 años al tabasqueño de 66 que lo hace arrodillarse ante él? 

Políticos cercanos al gabinete de AMLO y ex colaboradores de Bartlett aseguran que simplemente fueron cortados por la misma tijera, por lo que comparten características e ideologías. Ambos emanaron del viejo PRI; toda su vida han vivido (y nada mal) de los recursos públicos; los dos se han sentido estigmatizados en parte de su vida política; y sobre todo son dos viejos lobos de mar (o dinosaurios) que saben navegar en medio de las adversidades. 

Así, aunque Manuel Bartlett es visto desde afuera como la antítesis de los valores anticorrupción que pregona la 4T, es en realidad el colaborador con el que Andrés Manuel López Obrador se siente más identificado. Los une la ideología, el rencor y el ánimo de revancha contra un sistema político que los marginó durante más de 30 años.  

Basta con echar una mirada a la trayectoria del hoy director general de la CFE para percatarse de que, al igual que AMLO, se considera una víctima del neoliberalismo, con la diferencia de que a él sí le benefició políticamente a ese modelo o corriente económica, y se sirvió del mismo para enriquecerse junto con su familia, como ha quedado plasmado en diversas investigaciones periodísticas y denuncias. 

Forjado en el priismo duro de los sesenta y de los setenta, el mismo que moldeó a López Obrador, Bartlett fue testigo muy cercano del arribo de los llamados tecnócratas al poder. En 1979 se desempeñó como “asesor político” del secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid Hurtado, de quien fue también coordinador general de campaña en su tránsito hacia la Presidencia de la República.

Bartlett fue testigo entonces de esa decisión histórica de José López Portillo en la que, convencido de que los políticos de cepa no resolverían el desastre económico en el que se metió por creer en una falsa abundancia, entregó las riendas del país a un nuevo perfil de administradores públicos, que a la postre no las soltarían sino hasta 36 años después.

Su mayor desaire llegó en 1988, cuando un experimentado secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, reclamó para sí la Presidencia de la República, misma que le fue negada y se le entregó a quien se había erigido como el máximo representante de la tecnocracia y del sueño neoliberal: Carlos Salinas de Gortari.

La idea de un Estado vulnerado por la tecnocracia y la libre economía fue acumulando en el posterior secretario de Educación Pública y gobernador de Puebla el rencor hacia este modelo económico y sus representantes; a la par de que, a manera de consuelo, se acumulaban para la familia Bartlett propiedades y riquezas, denunciadas incluso en los 90 por Andrés Manuel López Obrador. Lo que son las cosas. 

El encuentro de ideologías y de nostalgia por la política pura, por las tendencias estatistas y hasta socialistas, se materializó en 2006, cuando ante una lucha cerrada por la Presidencia Bartlett llamó a sus antiguos correligionarios priistas a votar por López Obrador. Incluso, él se sumó personalmente a través del llamado Frente por la Defensa de Petróleo, desde donde se opuso durante dos sexenios a la apertura energética que pretendió Felipe Calderón y terminó materializando Enrique Peña Nieto. 

Para López Obrador el perfil de Manuel Bartlett fue el más indicado para que, junto con otra funcionaria sin conocimiento del sector y ni siquiera de la política (Rocío Nahle), echaran abajo la reforma que iba a llevar a México, en el mediano plazo, hacia el desarrollo.  

Con las cancelaciones de las subastas eléctricas, la orden de frenar la puesta en operación de los proyectos de energías renovables y la regulación de los Certificados de Energías Limpias, la CFE de Bartlett busca regresar a la empresa a lo que fue en los 70 y 80: una paraestatal, monopólica y totalmente deficitaria.

Los costos políticos de proteger a un político rancio, mal visto incluso por sus compañeros de gabinete y por buena parte de la sociedad, podría dar al traste con la popularidad de AMLO y su proyecto, el cual de por sí ya enfrenta pésimos resultados tras las decisiones erráticas de política económica y por los nulos reflejos de su gobierno ante la emergencia de salud provocada por el coronavirus y su consiguiente efecto en el empleo y las empresas.

Posdata

Sobre las 68 propuestas para rescatar la economía que presentó el Consejo Coordinador Empresarial al Ejecutivo, se asegura que lo que le molestó al Presidente no fue el documento –que trae el respaldo de las cúpulas empresariales, expertos, funcionarios de su gobierno y legisladores de Morena–, sino el remitente: Carlos Salazar Lomelín. Fuentes de primer nivel en Palacio Nacional comentan que el empresario regiomontano cayó de la gracia de Andrés Manuel López Obrador, con quien en un inicio logró hacer una amistad. La relación se rompió porque el Presidente considera que tuvo un maltrato, cuando, luego de una reunión con él, salió a gritar a los cuatro vientos que les habían cerrado las puertas y que la culpa de la crisis sería sólo del gobierno. La próxima semana se retoman las reuniones con los empresarios y AMLO aún no le acepta la invitación a Carlos Salazar. Hay quienes apuestan a que sería la última visita del regiomontano a Palacio Nacional.

Rescatar el empleo, la prioridad

Y hablando del empleo, ayer el Presidente reconoció que abril dejará la pérdida de más de 500 mil empleos formales –aunque Hacienda calcula 670 mil–, lo que tendrá un efecto multiplicador en las familias mexicanas. La clave ahora se centra en las secretarías de Trabajo y Economía. ¿Cuál será su estrategia para recuperar esas plazas? Los microcréditos mitigan en el muy corto plazo las quiebras y recortes en pequeños negocios, pero no solucionan el problema de fondo. Veremos si la próxima semana, junto con el reporte oficial de los números de empleo por parte del IMSS, se anuncia también una estrategia para la generación de nuevos puestos de trabajo. Las empresas lo han dejado muy claro: no se trata de rescatarlas, sino de evitar que se pierdan cientos de miles de empleos.

IP alza la voz contra nueva ley

Nada bien cayó entre el sector empresarial el proyecto de Ley de Infraestructura de la Calidad, el cual pretende abrogar a la Ley Federal sobre Metrología y Normalización. A decir de los industriales, la propuesta es inconsistente y contradictoria, además de carecer de una técnica legislativa adecuada.

La Concamin, de Francisco Cervantes, fue de los primeros organismos empresariales que alzó la voz y envió una carta a la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Senado, a cargo de Alejandro Armenta, para que se lleve a cabo un Parlamento Abierto con mesas de trabajo para analizar y discutir el tema con expertos en la materia.

Asimismo, por el riesgo que representa tanto a la población como a las cadenas productivas, a la solicitud de Parlamento Abierto se han sumado organismos como el Consejo Nacional Agropecuario, de Bosco de la Vega; la Cámara Nacional de Manufacturas Eléctricas, de Hugo Gómez; la Concanaco-Servytur, de José Manuel López Campos; la Canaco CDMX, de Nathan Poplawsky; Canacintra, de Enoch Castellanos; y el Consejo Mexicano de la Carne, entre otros.

El reto de Robledo

La crisis financiera, el desabasto generalizado y el rezago de infraestructura le explotaron en el peor momento al titular del IMSS, Zoé Robledo, con la llegada de la peor pandemia de la época reciente. Pese a todo, la institución que encabeza es eje del sistema de salud nacional, por lo que se ha hecho lo que se ha podido en cuanto a la adquisición de equipo médico. Recientemente llegó el tercer avión con cargamento de insumos, esta vez con 192 mil 400 caretas protectoras. Antes se adquirieron más de 900 mil cubrebocas y 461 mil mascarillas, además de material de curación, termómetros, batas quirúrgicas, ventiladores, gel antiséptico, goggles y un sinfín de equipo médico. El gran reto para Robledo es realizar la hazaña en medio de todos los ojos que están muy atentos a cualquier indicio de corrupción y en medio de un escenario de desabasto, sobreprecios y acaparamiento generalizado por parte de los fabricantes.
 


@MarioMal
mario.maldonado.padilla@gmail.com

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