Si el presidente López Obrador tiene graves problemas afuera —entre la pandemia fuera de control, el desastre económico, protestas en su contra y la violencia en el país— adentro, en eso que llaman la 4T y en su partido Morena, la cosa está peor: un caos en la elección interna, con un enfrentamiento canibalesco entre grupos y tribus que sumado a los protagonismos y las ambiciones de poder que afloran con la cercanía de las elecciones de 2021 y la adelantada sucesión de 2024, conforman un complicado frente interno que le genera demasiado ruido e inestabilidad al mandatario y a su gobierno.

Poco ayudan al presidente las expresiones de una lucha intestina y confrontaciones que amenazan hasta con rupturas. En los últimos días personajes de la talla de Porfirio Muñoz Ledo, figura histórica de la 4T, y el poderoso canciller Marcelo Ebrard Casaubon, se han enfrascado en un abierto enfrentamiento en el que se están dando hasta con la cubeta; el diputado con ataques y alusiones directas al secretario de Relaciones Exteriores, al que se refiere como “obsesionado en ser presidente a como dé lugar” y Ebrard que si bien no responde personalmente y evita el choque directo, sí le manda respuestas a través de medios y personajes afines a Muñoz Ledo y a los que, dice el canciller, “están utilizándolo para golpearme”.

Para colmo están las irregularidades y problemas legales que el Tribunal Electoral del Poder Judicial ha acusado en la convocatoria para elegir a la nueva dirigencia a través de encuestas, todas señaladas en denuncias y quejas de los propios morenistas, lo que complica sobremanera el proceso organizado por el INE y da pie a toda clase de versiones que apuntan a que los magistrados terminarán anulando el proceso interno morenista, ante la dificultad de encuestar a casi 120 candidatos a presidente y secretario General, lo que terminaría alargando la actual presidencia interina de Alfonso Ramírez Cuéllar hasta que pase la elección de julio de 2021.

Hay incluso quien afirma que ese es el escenario que ya están viendo en Palacio Nacional donde, si bien el presidente decidió no meterse en los asuntos internos de Morena, tampoco ve con buenos ojos el fuerte ruido y la inestabilidad que generan las pugnas internas en el partido y las dificultades que plantea llevar a cabo una encuesta con tantos aspirantes que se registraron. El propio Ramírez Cuéllar afirma que él está listo para seguir en la presidencia si no se puede llevar a cabo la encuesta y que sería hasta pasados los comicios intermedios del próximo año cuando se convoque a un nuevo proceso para renovar la dirigencia morenista.

Por lo pronto, haya o no cambio en la presidencia del partido gobernante, lo cierto es que los enfrentamientos ya se desataron y no pararán tan fácilmente. Se diría incluso que los problemas que no tiene con la pasiva y desarticulada oposición partidista, el presidente los tiene con Morena, donde de aquí al 2024 se enfrentarán, con choques cada vez más fuertes dos grandes bloques: de un lado los moderados que lideran Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, hoy en una alianza de coyuntura, y del otro los grupos que respaldan a Claudia Sheinbaum y que intentan mantener el control del partido con Bertha Luján, Héctor Díaz Polanco y el propio Ramírez Cuéllar. De ese lado se colocó Muñoz Ledo, que ha abierto un frente directo en contra de Ebrard y su candidato Mario Delgado, a quienes acusa de “oportunistas y traidores” al grado que el experimentado diputado anticipa una ruptura en la que ve a Marcelo como candidato de un partido de centro-derecha y disputándole la Presidencia a Morena y a López Obrador en 2024.

Así que en este gobierno, el ruido y la inestabilidad que no genera la oposición política, lo está generando la oposición interna en Morena, un movimiento que lejos de institucionalizarse parece destinado a fracturarse.

NOTAS INDISCRETAS…

A punto de llegar a los 700 mil contagios y los 75 mil muertos en las próximas horas, nadie entiende cómo es que la gráfica oficial de la Secretaría de Salud sigue hablando de una “disminución en los contagios”. Y si se atienden sólo las cifras que reporta diariamente el subsecretario Hugo López-Gatell esa disminución solo se ve en sus datos porque mientras el discurso oficial dice que hay menos casos, varias empresas grandes del país reportan, en sus mediciones internas, que está subiendo el numero de empleados contagiados de Covid. ¿Entonces, cómo es que la gráfica oficial baja mientras los casos suben entre la población? La explicación que da un funcionario directo de la Secretaría de Salud que pide no ser identificado tiene lógica: López-Gatell y su equipo dejaron de contabilizar los reportes de contagios y las confirmaciones de positivos en pruebas de toda la red de hospitales privados y laboratorios del país y se limitan a contar los datos del sector salud que reportan los estados. Es decir, al descartar los contagios de la red privada, sumado a que el numero de pruebas bajó de 1.9% por cada 100 mil habitantes a 0.9%, eso explica el “milagro de la disminución de contagios” que vende, como una más de sus falacias y mentiras, el doctor Gatell….Los dados mandan Serpiente doble. Mal comienza la semana.

Twitter: @SGarciaSoto

Google News