Hubo un tiempo, de esos que añora el Presidente, en que el Estado lo hacía todo, tenía empresas improductivas prácticamente para cualquier cosa que, en la realidad, servían solo para mantener programas clientelares. Aquello fue un fracaso de tal magnitud que se enterró el modelo… Hasta hoy.

Las empresas del Estado son válidas, sobre todo, por una razón primordial: no persiguen el lucro, pueden darse el lujo de operar en pérdidas pero siempre que su existencia se justifique por el beneficio que produce, uno real y no político, mucho menos electorero.

El Presidente habla con demasiada ligereza de crear empresas estatales, el Ejército se vuelve de pronto distribuidor de gasolina y experto constructor de aeropuertos, Fonatur es el mejor para construir trenes, las tres compañías de mayor prestigio y experiencia en el mundo para la construcción de refinerías se equivocan en sus cotizaciones y tiempos de proyectos porque, bajo la lógica de López Obrador, se quedan cortas frente a la nula experiencia de Pemex en el ramo y en el brote de una ocurrencia nace la idea de crear una empresa estatal proveedora de servicios de comunicación para garantizar la cobertura total de internet.

Parece que, de fondo, hay un desprecio gubernamental a la iniciativa privada y una lógica de confrontación: las empresas son adversarias, enemigas y nunca socias.

Cualquier nación con éxito económico ha pulverizado los argumentos de polarización entre el sector público y el sector privado y ha optado por sociedades compartidas, por generar más oportunidades para la iniciativa privada que redunden en beneficios sociales directos y, lo mejor, en la generación de riqueza.

Abrir espacios al sector privado, en los casos de éxito, trasciende mucho más que la ideología, China se ha convertido en la potencia que es justamente por su lógica ultra capitalista, el extremismo contra los derechos humanos en Singapur no le ha impedido volverse un ejemplo de bienestar material en el mundo.

El fracaso de la utopía del Presidente López Obrador podría nacer, justamente, en su traba relación con la realidad… Suena paradójico, pero quizá dicho fracaso sería la mejor noticia para nuestra precaria democracia y sus libertades conquistadas.

Hasta donde recuerdo, solamente Moisés, por el poder de Dios, logró partir el mar en dos para huir de la tiranía.

Andrés Manuel no es ningún ser divino, ¿no lo es, verdad?

 

DE COLOFÓN.— Queremos quedar bien con Mr. Trump para la ratificación del T-MEC pero la batuta la llevan los demócratas.

Twitter: @LuisCardenasMx

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