Después de cinco años, se volvió a realizar la Cumbre de Líderes de América del Norte, en esta ocasión con la participación de Joe Biden, presidente de Estados Unidos; Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Los ánimos y expectativas por este encuentro fueron altas, sobre todo por el tiempo que llevaban sin reunirse los mandatarios de los tres países, ya que durante el gobierno de Donald Trump solo se habían sostenido reuniones bilaterales.

La cumbre representó la posibilidad de retomar diálogos, negociaciones y cooperación entre los Estados que conforman América del Norte. La agenda se concentró en tres temas principales: 1) Cooperación contra Covid-19 y la seguridad norteamericana en materia de salud, 2) Fortalecimiento de la competitividad y la creación de un crecimiento más igualitario y sustentable, 3) Migración, desarrollo y una Norteamérica segura.

El presidente de México desde sus reuniones previas a la trilateral hizo referencia al tema migratorio, primero con la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris y después con Joe Biden. En ambos encuentros López Obrador celebró la iniciativa del presidente estadounidense en favor de regularizar la situación de 11 millones de migrantes. Sin embargo, ese proyecto de ley que tanto elogió López Obrador deriva de una propuesta de campaña de Biden, pero fue presentada en febrero por legisladores demócratas y a la fecha no ha tenido ningún avance.

Desde antes de la cumbre el discurso del presidente de México había sido el de “atender las causas de la migración”. Con Kamala Harris reiteró esta posición, añadiendo la necesidad de invertir en América Central para que la migración sea opcional y no forzosa por la necesidad o violencia. Nadie puede estar en contra de ese planteamiento, el problema es que esa es una postura hipócrita del gobierno mexicano pues según datos del Coneval en nuestro país la población con ingresos inferior a la línea de pobreza pasó de 49.9% en el 2018 a 52.8% en 2020. La necesidad en México continúa y la violencia se agudiza obligando a poblaciones enteras a desplazarse por los graves problemas de inseguridad que padece el país. La gente se sigue yendo al país vecino y el presidente se congratula de recibir remesas históricas de nuestros compatriotas.

Por otro lado, resulta indignante que López Obrador llame a “hacer un lado mitos y prejuicios, como dejar de rechazar a migrantes cuando se necesita fuerza de trabajo”, pues ha quedado claro que la reacción de este gobierno no ha sido la de recibir migrantes con los brazos abiertos, sino con el despliegue de las fuerzas armadas en las fronteras como un muro de contención y detención con un uso de la fuerza que ha transgredido en muchas ocasiones los derechos humanos.

Pese a las circunstancias nacionales, la Secretaría de Relaciones Exteriores informó que las propuestas concretas que presentó México sobre seguridad y migración fueron tres: 1) Atender las causas estructurales de la migración, 2) Extender el número de visas de trabajadores temporales en Estados Unidos y Canadá, 3) Fortalecer los mecanismos contra el tráfico y la trata de personas.

En realidad, no hubo ningún pronunciamiento concreto sobre seguridad más que algunos “acuerdos” como buscar un enfoque coordinado en el tema de armas, aspecto que siempre se dice pero que nunca tiene contenido, también se planteó aumentar la protección de víctimas de trata sin decir qué significará este punto. En migración se acordó atender las causas de su origen y la inversión en el programa Sembrando Oportunidades para Centroamérica. Resta ver en qué consistirán cada uno de estos puntos, porque mientras no se aterricen en programas y presupuesto la cumbre queda como una reunión protocolaría, la oportunidad para sacarse la foto de primera plana, mientras los temas sigan utilizando el eterno gerundio de “seguiremos analizándolo y discutiéndolo”.

*Colaboró Denisse Valdés 
 

Presidenta de Causa en Común

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