Esta semana se cumplirán dos meses de que el gobierno López Obrador anunció el congelamiento de cuentas bancarias de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) ante múltiples evidencias de lavado de dinero por al menos 156 millones de dólares. Hoy se sabe mucho más de esta historia cuyo principal actor no es la casa de estudios sino el cacicazgo que la ha dominado por cuatro décadas, al frente del cual ha sido reiteradamente señalado Gerardo Sosa Castelán.

Funcionarios de la Fiscalía General de la República y autoridades de diversos ámbitos aseguraron a este espacio que el volumen de recursos detectados en triangulaciones con bancos de varios países desborda por mucho los manejos contables de la UAEH y solo pueden entenderse como resultado de un entramado financiero externo, con empresas (se habla de más de 20) presuntamente ligadas a Sosa Castelán que se desempeñan en simbiosis con la Universidad.

A esto se añade el singular antecedente de que en este tejido aparece también una cadena de gasolineras, único caso en el país de una institución académica que opere un negocio de tal naturaleza. Entre las indagaciones sobre esas estaciones de servicio figura saber cómo se abastecían del combustible que vendían, en un estado con amplia presencia del “huachicoleo” y robos desde las instalaciones mismas de la refinería en la población de Tula.

En el breve lapso de un año, Sosa y su grupo lograron hacerse con la representación en Hidalgo de Morena. En una serie de acciones calculadas, en febrero de 2018 renunció a su larga militancia en el PRI mientras alcanzaba acuerdos con dirigentes morenistas. De acuerdo con fuentes cercanas, entre estos últimos se contó con la presidente de ese partido, Yeidckol Polevnsky, e incluso el 17 de febrero sostuvo una reunión con el entonces candidato presidencial López Obrador. ¿Será casual que entre las entrevistas sostenidas por Sosa Castelán en esas primeras semanas del año pasado haya sido incluido Octavio Romero, al que ya se señalaba como futuro director de Pemex?

Cualesquiera que hayan sido los términos de la alianza entre Morena y el llamado Grupo Universidad que comanda Sosa Castelán, tuvo resultados. Ese partido es mayoría hoy en el Congreso local y recogió un buen caudal de sufragios para la conformación del Congreso federal. El pacto no fue gratuito: nueve personajes ligados a la UAEH son hoy diputados locales, y dos más se desempeñan como legisladores federales.

Un año después de que fuera sellada la alianza Morena-Grupo Universidad, Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, reveló que cuentas bancarias le habían sido congeladas a una universidad estatal. Horas después se filtró que se trataba de la UAEH, lo que se confirmó días después. Frente a este golpe contundente, el rector, Adolfo Pontigo Loyola, sólo atinó a declarar que las operaciones financieras de la institución son controladas por el patronato, el cual es presidido por Sosa desde hace 10 años.

Dos solicitudes de amparo han sido presentadas, una para desbloquear las cuentas bancarias, y otro para garantizar que Sosa Castelán no puede ser detenido para enfrentar una eventual causa penal. Ambos fueron descartados por los respectivos jueces. Otro recurso judicial fue presentado por el propio Sosa asegurando que policías federales intentaron arrestarlo, lo que no ha podido demostrarse. Todo indica que presenciamos una ruptura con Sosa Castelán que el PRI nunca fue capaz de intentar siquiera. Valdrá la pena, sin embargo, estar atentos al desenlace de esta historia.

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