El fin de semana pasado un grupo de empleados del Departamento de Agua Potable y Alcantarillado de Ciudad Valles, San Luis Potosí, pidió la intervención del presidente López Obrador para resolver un asunto laboral con el alcalde. Disgustado por la forma en que plantearon sus exigencias, AMLO les respondió que atendieran su tema “en la instancia correspondiente”, es decir, con el munícipe.

El intercambio destacó en redes sociales por el tono en que se dio, pero también llama la atención por ilustrar un sempiterno problema en la relación entre ciudadanos y gobernantes. Es común, parte de los usos y costumbres de la política, que los ciudadanos pidan a una autoridad superior su intervención para la resolución de un problema que compete a una autoridad menor o incluso que está fuera de su ámbito de competencia (por ejemplo, perteneciente a otro poder como el Legislativo o Judicial). A las oficinas de atención ciudadana de los presidentes de la república, o de los gobernadores, llegan las más extrañas peticiones. Como señaló la encargada de atención ciudadana del entonces presidente electo, Leticia Ramírez, “cada persona que viene aquí es una necesidad, es un sueño, es una esperanza, es una ilusión”. Tan solo en el periodo de transición, AMLO recibió 29,499 documentos con peticiones de la ciudadanía (Expansión, 5/12/2018).

Más allá de las previsibles demandas de empleo, muchas peticiones llegan al presidente por la ausencia de canales instituciones para plantear las demandas o, en su defecto, porque los canales existentes no atienden de manera oportuna los reclamos o exigencias de la población (lo que parece ser el caso del alcalde de Ciudad Valles). El problema es más profundo que la simple resolución de controversias o agravios. Muchas veces tiene que ver con los servicios públicos que proporcionan las distintas esferas de gobierno como servicios médicos, educación o procuración de justicia. La crisis en la calidad de los servicios públicos es una fuente inagotable de peticiones.

Es una verdad de Perogrullo, pero verdad al fin, que la gente recurre a instancias superiores cuando no son atendidos por las instancias correspondientes. Pocas son las personas que piensan en el presidente de la república, o en un gobernador, como primera opción para plantear sus demandas. Por el contrario, es quizá el último recurso una vez que las instancias correspondientes, muchas veces a nivel local, han fallado.

La clase política también aprovecha la práctica de la petición. Todo político que se respete siempre sale de gira con personal para recopilar los papelitos con las solicitudes ciudadanas o para tomar los datos de las personas que le expresan sus demandas. Sin embargo, esto significa que la satisfacción de las peticiones se hace de manera discrecional, lo cual atenta contra las reglas de toda burocracia profesional. Institucionalizar es despersonalizar y eso va a contrapelo con la forma en que se hace política en México. En los tiempos que corren, además, la cercanía de la autoridad con la población promueve todavía más la personalización en la entrega de los servicios públicos. Es loable la práctica de atender a los ciudadanos una vez a la semana para escuchar sus problemas y exigencias, pero su resolución se habrá logrado gracias a la intervención del presidente, gobernador o alcalde, según sea el caso. Es una práctica políticamente impecable pero que difícilmente llega al fondo del asunto que es la deficiente calidad de los servicios públicos y la precariedad de nuestra burocracia.

El problema se agudiza por la percepción de que un presidente o gobernador lo puede todo. Por eso todos los caminos llevan a AMLO. Desde la época de Salinas, un presidente no concentraba tanto poder. Sus conferencias mañaneras, además, transmiten la imagen de una autoridad que está en todo y que se ocupa de cualquier asunto, incluso los que corresponden a otros poderes o instancias de gobierno. Seguramente por ello, a los trabajadores del sistema de aguas de Ciudad Valles, les pareció natural pedir su intervención, incluso cuando el alcalde de marras no pertenece a Morena, sino que llegó al poder por la vía independiente. Los caminos que llevan a AMLO cruzan toda frontera partidista.

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