El tratado comercial que México ha estado negociando con Estados Unidos y que pretende incluir a Canadá, pone de relieve varios temas de mucha significación.

Más allá de los detalles de esta negociación, nos pone en claro que en los últimos 25 años México se ha convertido en una potencia económica mundial. Según el reporte del Banco Mundial, en 2017 México ocupaba el lugar número 15 entre las economías más grandes del mundo, con un valor de 1.14 billones de dólares.

Qué México esté negociando con la economía más grande del mundo, que es como el mismo estudio define a Estados Unidos y con la número diez, que es Canadá, nos ubica en la dimensión de lo que representa nuestro país.

También merece un reconocimiento que tengamos una economía de las más sanas del mundo, lo cual se deriva de la gran capacidad profesional de esta generación de economistas que se formaron en las mejores universidades del norteamericanas y europeas a partir de las administraciones de los presidentes Miguel De La Madrid y Carlos Salinas de Gortari.

Por ello, el equipo negociador encabezado por los secretarios Guajardo y Videgaray, al cual recientemente se ha sumado Jesús Seade, representando al nuevo gobierno, ha asumido una actitud negociadora en posición de igualdad. ¿Cuántos países podrían tener esta capacidad negociadora frente a la potencia global número uno?.

Los resultados están a la vista.

Por lo anterior, es incomprensible que México sea una potencia económica mundial y en contraste posea uno de los índices de pobreza más grandes, de entre los países del nivel de desarrollo económico similar al nuestro.

Simplemente los censos han ubicado al 35% de la población total del país en el segmento denominado clase Baja/Baja, conformada por quienes están desempleados, viven en pobreza, tienen trabajos temporales, migrantes, así como quienes se desenvuelven en el comercio informal y quienes viven de la asistencia social.

A este porcentaje le añadimos la clase Baja/Alta, conformada por campesinos y obreros no calificados y por quienes no rebasan un salario ligeramente superior al salario mínimo. Este segmento representa el 25% de la población.

Una suma simple indica que el 60% de la población está abajo del salario mínimo y un pequeño porcentaje rebasa ligeramente este indicador económico.

Somos un país rico, de gente pobre.

El problema de México es la distribución de la riqueza, el cual no se soluciona quitando al rico para dárselo al pobre, como algunos políticos trasnochados piensan.

Esto sólo se puede solucionar de fondo con educación, capacitación, oportunidades laborales y creando condiciones favorables para la generación de empleos.

Nuestros problemas son de tipo social y ese será el reto del próximo gobierno, buscar soluciones para mejorar la calidad de vida de ese segmento conformado por el 60% de la población.

Para tener resultados habrá que revertir esta nueva cultura del “dinero fácil” que está permeando en las nuevas generaciones, pues de nada servirá crear oportunidades laborales si no hay interés en aprovecharlas. Quizá este es el origen de los dos problemas más graves que amenazan la estabilidad de nuestro país: la delincuencia y la corrupción.

El trabajo social va a ser determinante para crear nuevos valores, una nueva actitud más optimista y rescatar la cultura del esfuerzo.

Trabajar en el ámbito social es una prioridad, pues hoy representa un pendiente que han dejado las administraciones anteriores y la actual.

También sustituir las políticas asistencialistas de hoy, que son paternalistas y manipuladoras, por otras que estimulen la productividad y oportunidades laborales, pues las actuales han servido para administrar la pobreza, a fin de que los gobiernos en turno tengan una reserva electoral, lo cual es de una enorme perversidad.

El riesgo será caer en el populismo. Sin embargo, con voluntad política se puede superar este peligro.

Si no logramos reducir la brecha entre pobres y ricos, fortaleciendo a la clase media para que crezca y sea amplia y próspera, estaremos frente a un grave riesgo de desestabilización social.

¿Usted cómo lo ve?

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