Un presidente en su elemento. La plaza llena de leales y seguidores “que piensan como nosotros” y un discurso que, entre el informe, la arenga y el mensaje político, se cargó de optimismo para decir que “vamos muy bien y hemos hecho mucho” en este primer año: desde reformas constitucionales que “sientan las bases” del cambio de régimen, reformas contra la corrupción, hasta el reparto del presupuesto a sectores necesitados para equilibrar y mejorar el reparto de la riqueza. Pero aún en la complacencia, sin llegar a la autocrítica, acepta que un año no es suficiente y que no ha habido crecimiento ni paz en el país, y pide esperar otro año más, al 2020, para que el elefante, reumático y mañoso del gobierno de la 4T, tome vuelo.

Fue un mensaje para las bases lopezobradoristas, para las que estaban ahí, venidas en camiones desde distintos puntos de la República y de todas las alcaldías capitalinas, y para las que no pudieron llegar al Zócalo. Durante una hora y 20 minutos, el presidente volvió a repetir y a actualizar sus mismas cifras del primer-tercer Informe de Gobierno del pasado 1 de septiembre. Y en la parte política una elegía “al pueblo, que siempre me levanta”, mientras que para los “adversarios” y los opositores, apenas algunas menciones genéricas y abstractas, salvo para uno, su nuevo “villano favorito” al que sí mencionó por su nombre para hablar de la violenta y “absurda guerra contra el narco”: Felipe Calderón Hinojosa.

Para el resto de los mexicanos que no piensan como él, y que por decenas de miles protestaban pacíficamente y con consignas contra su gobierno lo mismo a unas cuadras del Zócalo, en el Paseo de la Reforma, que en movilizaciones y marchas en la mitad de los estados de la República, 18 en total, las principales en entidades y municipios gobernados por el PAN, no hubo ninguna palabra de López Obrador ni para bien ni para mal. Si bien también a ellos se les garantizó su derecho a la manifestación y la protesta pacíficas, en el discurso presidencial de ayer todos los mensajes y las arengas fueron para ese sector, entre 68% y 58% por ciento de los mexicanos que, según la mayoría de las encuestas, sigue manteniendo el respaldo y la aprobación a la figura del mandatario y la esperanza de que cumplirá con la transformación prometida.

En términos de números, sobre todo los “oficiales”, la convocatoria del Zócalo fue, con mucho, mayor a la de las marchas anti-AMLO. Pero ninguna de las dos expresiones, con todos sus sesgos de “movilización” a través de camiones, o de la injerencia de partidos opositores, debe desdeñarse. El presidente no tuvo problema para llenar la plaza pública, que sin verse totalmente tapizada, y con la presencia del gabinete en primera fila y de sus hijos junto al simbólico expresidente de Uruguay, José Mujica, el mitin cumplió las expectativas y las formas esperadas. Y en el caso de las protestas contra el gobierno, de los 18 estados donde se registraron las más nutridas se dieron en las entidades y capitales donde gobiernan panistas, ya sea alcaldes o gobernadores, aunque también en los 310 municipios que gobierna Morena se movilizaron grupos a favor del primer año de López Obrador.

Pero más allá de los destinatarios del mensaje, tampoco hubo sorpresas en el discurso del primer año. Se repitieron las mismas frases, arengas, cifras y conceptos. Para Evo Morales, respaldo total y una condena abierta e intervencionista al “golpe de Estado” en Bolivia; pero para Trump “gracias totales” por ofrecernos ayuda, pero no al intervencionismo y sí a la cooperación dentro de la soberanía. Sigue la misma cautela y el cuidado extremo al referirse al presidente de Estados Unidos, el único político al que López Obrador le tiene miedo, precaución o respeto, porque sabe bien que es el único que sí puede destruirlo a él ya su gobierno.

Del crecimiento nulo de la economía, sólo el reconocimiento de que “no ha habido el crecimiento deseado”, pero a cambio hay dinero del presupuesto para los sectores vulnerables y un mejor reparto de la riqueza; y de la seguridad, todo es culpa de la perversa guerra de Felipe Calderón que “no volveremos a repetir” y, con cifras inexactas y desactualizadas, que difieren de las oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública, dijo que la incidencia delictiva “ha disminuido”, aunque la cifra de homicidios violentos ya haya roto todos los registros históricos y esté a punto de convertir el 2019 en el año más violento de la historia. Pero eso sí, el presidente no duda de que, en un año más —primero fueron 100 días, luego 6 meses, después un año y ahora al menos otro año— “vamos a serenar al país”, aunque es claro que ya no usa la palabra “pacificar” que prometía en campaña y que suponía la aceptación de que había una “guerra” en México, y ahora que no quiere volver a hablar de guerra, AMLO sólo ofrece “serenar” a la República. ¿Le alcanzará un año más para todo eso?

NOTAS INDISCRETAS…

Mal les fue a los gobernadores de oposición que (por cortesía y civilidad política dicen ellos, o por “quedar bien” dirían otros) acudieron al Zócalo a acompañar al presidente López Obrador en su mensaje del primer año. “Asesinos, traidores, vendepatrias”, entre otras linduras les gritaban los seguidores morenistas a mandatarios priistas como Alfredo del Mazo o hasta independientes como Jaime Rodríguez El Bronco. En fin que tal vez cumplieron con el que querían quedar bien, pero se llevaron sus vituperios y empujones… La corbata roja de seda, estampada con las águilas y los escudos nacionales a lo largo de la historia que portó el presidente ayer en el Zócalo llamó mucho la atención. Al parecer fue una edición especial que una marca de diseñadores le regaló al mandatario. Por cierto que la aparición de Beatriz Gutiérrez Müeller a un lado del presidente, en la parte final de su mensaje, también llamó la atención. Doña Beatriz iba en un vestido rojo que combinaba con la mencionada corbata de su esposo pero también combinaba con el tono de sus palabras, luego de que en la víspera se dio tiempo para responderle en Facebook al escritor peruano Mario Vargas Llosa, que se dijo preocupado por que “el populismo, que parece la ideología del actual presidente nos puede llevar de nuevo a la dictadura perfecta”. La señora le contestó: “Veo mal a ciertos escritores que han ganado el Premio Nobel y lamento decirlo porque quiero mucho a los escritores. Me temo muchísimo que el fanatismo y el dogmatismo, que parece la ideología de algunos, nos conduzca otra vez al panfletario perfecto”. Lo dicho, doña Beatriz andaba en rojo… Dos notas sobre la violencia y la inseguridad que son uno de los talones de Aquiles, del primer año de este gobierno, enmarcaron el festejo de ayer: la primera la muerte ya de 20 personas en un enfrentamiento a balazos entre sicarios que pretendían arrasar con la Presidencia Municipal de Villa Unión, Coahuila, y la Policía Estatal de esa entidad que repelió la agresión y evitó que los criminales tomaran la población. Más que un enfrentamiento o una acción organizada, fue la decisión y el coraje del gobernador Miguel Riquelme, de no quedarse con los brazos cruzados mientras los narcotraficantes acababan con un municipio de su estado. Y la otra noticia se dio ayer con la captura de tres presuntos asesinos de los que masacraron a la familias LeBarón y Langford. Aunque no se dieron mayores detalles la FGR anunció, muy convenientemente, su captura el día de ayer, justo al mismo tiempo que Julián LeBarón arengaba en Paseo de la Reforma a los mexicanos “a no tener miedo y a no quedarse callados” ante el horror y la muerte que esta arrasando al país… Los dados mandan Escalera doble. La semana promete.

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