“La felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna”

G. Marx.

Hay un monero muy famoso al que respeto y admiro mucho que dibuja en otras páginas, en un diario supuestamente progre que, al parecer, se ha visto muy beneficiado con el presupuesto de la Cuarta, sí, pero ese es otro tema.

Este monero, otrora agudo y filosísimo crítico del sistema, se ha vuelto hoy su comparsa, uno de sus principales aplaudidores y porristas. Supongo, habrá perdido algunos fans y dudo, francamente, que eso le importe un carajo. La verdad es que hace muy bien, porque uno pinta, escribe, habla o actúa por sus convicciones y no por los aplausos… Como sea, extraño, y mucho, la acidez de ese monero.

Hasta su reciente transformación en lamesuelas, hay un detalle en sus trazos que siempre fue demasiado evidente pero que yo, medio zopenco, no había notado: siempre pinta al “pueblo” chiquitito y jodido, mientras que a los “adversarios / enemigos” feos, gordos y grandotes.

El pueblo, casi siempre obreros, campesinos o a veces, poquitas, algunos clasemedieros son trazados chiquititos, tanto que algunas veces no llegan ni a las rodillas de los poderosos corruptos que siempre andan gordos y grandotes, como con una permanente actitud de superioridad de facto, nunca “moral”, pero triunfantes, altivos en todo lo demás.

Me pregunto si esa no será una característica en la psique del monero, algo así como un complejo de inferioridad o, peor aún, uno de superioridad que lo hace ver a su pueblo, que se supone defiende, siempre enano.

Un monero no hace un gobierno, da igual lo que pinte o deje de pintar, además, su empalagosa zalamería ha hecho, ¡y qué bueno!, que artistas más jóvenes e imparciales sean conocidos y reconocidos.

Sin embargo, sus trazos me parecen ahora una metáfora, patética y tristona, de la mentalidad del presidente López Obrador y de gran parte de su gabinete, como si todos se vieran chiquitos, jodidones y chafitas.

Apuestan a una economía chiquita, confinada, de mercadito interno y no más, que tenga el menor contacto con el mundo, le apuestan a un sistema energético de antaño, petrolizado, apestoso y contaminante, aunque el mundo camine para otros lares.

Cada pifia, y ya son hartas, parece explicarse en la pequeñez de sus aspiraciones que los llena de una soberbia que raya en los caprichos sin sentido.

La última, la del avión, me parece una señal de alerta, de alarma, que anuncia un futuro gran desastre en la mayor parte del gobierno federal.

Pensar en vender un avión como si fuese un Jetta parece lo mismo que pensar en el país como si fuera un rancho y eso sí está muy jodido, muy chafa y muy enano.

​DE COLOFÓN

Cambian poco a poco contratos de médicos que antes laboraron en el Seguro Popular, la idea es pagarles menos, tratarlos casi como si el nuevo sistema fuese un Outsourcing… ¡Eso sí calienta!

@LuisCardenasMX

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