Hace ya tiempo que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México trabaja a marchas forzadas. La saturación ha llegado a un nivel tal, que existen riesgos latentes para sus usuarios. Además de peligroso, es muy ineficiente. La espera promedio para recoger maletas es de 50 minutos y las filas para cruzar migración son más largas que nunca. El primer trimestre de este año, cuatro de cada diez vuelos presentaron retrasos. De acuerdo a la Agencia Federal de Aviación, sólo algunos de ellos fueron causados por las aerolíneas. La enorme mayoría es atribuible a la operación del aeropuerto que, para colmo, es crucial para la aviación nacional y la conectividad de todo el país. Es el que moviliza a más pasajeros: el año pasado superó los 36 millones y la tendencia en este 2022 indica que la cifra será aún mayor.

Todo esto ocurre con una Terminal 2 que corre el riesgo de tener derrumbes por daños en su estructura y con pistas que son cerradas durante horas porque presentan baches. Ante esto, habrá en los próximos meses cierres durante la noche para hacer reparaciones. Esto podría generar que los retrasos aumenten aún más. Es por eso que la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA) ha pedido que las obras de rehabilitación generen la menor afectación para la operación de los vuelos.

Aun trabajando a marchas forzadas, el AICM genera una importante cantidad de recursos. Lamentablemente, lo que se cobra de TUA (Tarifa de Uso de Aeropuerto) no se destina a su mantenimiento. Durante el gobierno de Vicente Fox, el dinero recaudado se destinó para construir la Terminal 2 y para la emisión de bonos por 6 mil millones de dólares para la construcción del fallido Aeropuerto en Texcoco.

Por otro lado, el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles no ha logrado posicionarse como una opción. A cuatro meses de su inauguración sigue teniendo una muy baja afluencia de pasajeros. Los datos más recientes indican que en junio movilizó a poco más de 32 mil pasajeros, mientras que en el AICM volaron durante el mismo mes más de 3 millones de personas. Si bien es habitual que a un aeropuerto nuevo le tome tiempo aumentar su oferta, en el caso del Felipe Ángeles no ha habido un aumento paulatino de operaciones. De hecho, hiló dos meses (mayo y junio) con un descenso de pasajeros.

Texcoco no ocurrió, el AIFA no se usa y el AICM se hunde. Hay aeropuertos en otras ciudades del país que han atendido una parte de la demanda de conectividad. Aun así, la Ciudad de México sigue siendo central para la aviación nacional. Buena parte de la recuperación del turismo y de otras industrias depende de una mejor conectividad. Urge que contemos con una solución integral y de largo plazo. Son muchos los empleos que están en juego.

@PaolaRojas
 

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