La oración de la renuncia es el punto culminante en el que las supuestas “presencias malignas” se manifiestan, causando síntomas en las personas como vómito, dolores de cabeza, llanto, quejidos e incluso gritos y convulsiones.

Cada viernes la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe recibe a fieles del municipio mexiquense Los Reyes, La Paz, pero también a otros procedentes de barrios aledaños en la zona oriente de la Ciudad para acudir a las llamadas “misas de sanación” o , que desde hace 15 años realiza el padre Miguel —su nombre fue cambiado para proteger su identidad—.

La ceremonia dura más de tres horas y se conforma de tres etapas: en la primera se celebra una misa común y se reza el rosario; en la segunda, a manera de intermedio, los asistentes entonan canciones religiosas y, por último, llegan a la oración de la renuncia, en la que las supuestas “entidades malignas” se manifiestan ante la “palabra de Dios”.

Los fieles acuden a la parroquia con botellas de agua, incluso con garrafones, sal, aceite de olivo y veladoras, artículos que son vendidos a manera de kit afuera del templo y son colocados en el altar para que sean bendecidos y sean untados a los familiares que se sospecha “están poseídos”.

La hermana Adriana Romero, secretaria adjunta de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), comenta que las “misas de sanación” no son lo mismo que los exorcismos, y aunque en muchas iglesias se realizan, éstas no son recomendables, pues, asegura, es un tema que debe ser tratado con mucho cuidado para que la persona reciba una atención adecuada, en la que también sea considerada la parte médica.

“El mal existe y debe ser tratado con mucho cuidado, pero hay que ser muy responsables en este tipo de ceremonias, porque no cualquier sacerdote puede realizarlas, pues se requiere de una preparación especial, desde conocimientos en sicología, teología.

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Los fieles que acuden a la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en el Estado de México llevan agua, aceite de oliva y sal para los exorcismos.

“Los sacerdotes que realicen exorcismos deben ser nombrados por el obispo de la diócesis correspondiente”, explica.

Alerta que ha habido muchos abusos en el tema y en las llamadas “misas de sanación” en las que personas se hacen pasar por sacerdotes para pedirle dinero a la gente a cambio de supuestamente exorcizarlos, por lo que pide a la población no dejarse engañar.

La religiosa destaca que los sacerdotes que hacen estas prácticas requieren de una preparación especial y rigurosa para realizarlas, además de ser “muy espirituales”, para saber distinguir si en verdad la persona se encuentra ante una posesión satánica.

Reconocidos por iglesia Católica

Estas ceremonias son una práctica reconocida por la iglesia Católica, por lo que los requisitos que debe cumplir un sacerdote para ejercerlas se encuentran establecidos en el canon mil 172 del Código de Derecho Canónico, el cual señala que sólo los obispos de una diócesis pueden otorgar el ministerio de exorcistas a aquellos presbíteros que sean “piadosos, doctos, prudentes y con integridad de vida”.

De acuerdo con la hermana Romero, en cada diócesis debe existir al menos un sacerdote exorcista; sin embargo, detalla que no existe un directorio a nivel nacional de los ministros autorizados para estas ceremonias, pues cuando una persona sospecha tener una “posesión” debe acudir con su párroco.

Actividad contra espectáculo

El padre José Alberto Medel, miembro del Colegio de Exorcistas de la Arquidiócesis de México y de la Asociación Internacional de Exorcistas, resalta que en los últimos años se ha incrementado la demanda por estas actividades, lo cual atribuye a que ha aumentado la sugestión en los fieles, quienes ven en la posesión satánica una respuesta a sus males, hecho que han aprovechado “farsantes” que se hacen pasar por sacerdotes.

“Hay mucha gente que por desorientación, ignorancia religiosa o por los desencantos del mundo actual en los que se deprime, sufre, va por caminos equivocados. La demanda de este tipo de cosas ha crecido mucho.

“Hay falsos sacerdotes que se hacen pasar por padres y engañan a la gente supuestamente realizando exorcismos. Los verdaderos exorcistas no se promocionan ni andan buscando trabajo”, apunta.

Explica que en la Arquidiócesis de México existen nueve exorcistas, quienes cuentan con un equipo de “peritos”, compuestos por médicos, sicólogos, siquiatras, que ayudan al sacerdote a determinar si una persona está “poseída”.

Agrega que no hay una “sintomatología” de las personas poseídas, puesto que la gente se sugestiona, “ve o lee que los signos son estos o aquellos y piensa: ‘Eso lo tengo, estoy poseído’”.

El presbítero indica que si una persona sospecha que está “poseída” debe acudir con su sacerdote, quien lo enlazará con el exorcista para evaluarlo, junto con un equipo de expertos en distintas áreas, y determinar si ha sido “invadida por una entidad maligna”.

“Es todo un proceso que lleva años, con atención médica, religiosa y sicológica, no es como en las películas en las que se rezan unas oraciones en un ratito y ya se expulsó el mal. Este tema se ha mal- interpretado mucho”, señala.

Prevalecen supersticiones

Leonardo Centeno, sicoterapeuta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), resalta que cuando las personas tienen algún problema, ya sea emocional o económico, prefieren acudir a este tipo de rituales, como los exorcismos, limpias o a cultos de , en lugar de ir con un profesional de la salud mental.

“Hay poca fiabilidad en la sicología, no es un campo que tenga arraigo en la sociedad, imperan más las creencias culturales y religiosas. La gente conoce más sobre este tipo de rituales, que lo que en realidad hace un terapeuta.

“Generalmente si alguien dice que acude a sicoterapia es porque se cree que está loco o es débil emocional”, abunda el especialista.

Añade que como seres humanos preferimos la satisfacción inmediata: “Cuando la gente va con una advinadora o un chamán es porque quiere que su problema desaparezca mágicamente”.

Alguien en esa situación, precisa, responsabiliza a otros de su “mala suerte” o adjudica sus problemas de salud a “entidades maléficas”. Y si va con un terapeuta conlleva un compromiso para atenderse someterse, a mediano o largo plazo, a un tratamiento integral para recuperar su salud mental.

Resalta que estos negocios “mágicos” están en el ojo público, ya que al caminar por las avenidas abundan los locales en los que se leen las cartas, se hacen “limpias” o hechizos de brujería: “Eso es lo que hay al alcance de la gente, que busca encontrar ayuda en lo que se le pone enfrente, lo que está cercano a su entendimiento, su fe y su economía”.

Puntualiza que las personas con problemas emocionales, económicos o de salud están vulnerables y es muy fácil que un grupo las enganche o sea blanco sencillo para un charlatán.

“Se abusa del sufrimiento, de los problemas emocionales, de salud o económicos, se aprovechan de esas fragilidades”, menciona.

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